Culminaron el sábado en la Facultad de Filosofía y Letras las “Primeras Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre Prostitución y Trata”. Se leyeron y discutieron más de cuarenta ponencias que abarcaron múltiples aspectos de la prostitución en sí y de su relación con las determinantes sociales, legales, políticas y éticas.
Sería muy útil poder hacer un punteo de todos esos temas, pero por su extensión este no es el lugar adecuado. Sólo quiero destacar cuál es la idea del abolicionismo y, a título de ejemplo, algunos de los planteos expuestos. La mirada abolicionista (a diferencia de la mirada prohibicionista o mirada reglamentarista) efectúa una crítica a la prostitución como fenómeno social, porque hace referencia a lo subyacente en esta temática, que es la subordinación y explotación sexual de la persona prostituida. Por tal motivo se considera a la persona involucrada una víctima de un acto de explotación, la cual no puede ser sancionada punitivamente pues no comete un delito.
Las Jornadas coincidieron con el 60º aniversario de la adopción por las Naciones Unidas de la Convención contra la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena, que prohíbe el establecimiento de prostíbulos y la reglamentación de la prostitución; plantea la prevención de la prostitución y la trata, la protección de las víctimas y el control de las agencias de empleo. Para ella, toda forma de explotación de la prostitución ajena es punible, sin importar el consentimiento de la víctima.
“Se trata —dijo el mensaje inaugural— de una Convención claramente abolicionista, que ha sido ratificada por nuestro país y se encuentra vigente, aunque no se respete, como lo demuestran la actual ley contra la trata de personas, la persecución de las personas en situación de prostitución a través de los Códigos Contravencionales y de Faltas, la proliferación de los prostíbulos bajo diversos nombres ante la mirada cómplice de los poderes públicos, la impunidad de los proxenetas, la promoción de la prostitución en medios de comunicación, publicidades, Internet, teléfonos celulares, propaganda callejera y algunas centrales de defensa de los trabajadores.”
Hemos retrocedido
Pero las Naciones Unidas, al sancionar el llamado Protocolo de Palermo, que es complementario de la Convención contra el Crimen Trasnacional Organizado y se refiere a la trata de personas, abre un espacio de trata legal: aquella en que no pudo probarse que la persona afectada no consintió su propia explotación. En estas condiciones, los proxenetas y los esclavistas se convierten en empresarios.. En él se inspira nuestra ley actual sobre ese tema, al exigir que se pruebe la falta de consentimiento de la víctima mayor de 18 años para que exista el delito de trata de personas.
La importancia de las palabras
Los nombres y las ideas de “sentido común” que se difunden por los medios masivos de comunicación crean la atmósfera ideológica y el imaginario que naturaliza la prostitución.
—Por ejemplo, la falacia de la “prostitución libremente escogida”: “ninguna prostituta es cogida libremente”, responden los abolicionistas de España.
—Llamar a la prostitución “trabajo”, que refuerza así la idea de que las mujeres deben estar al servicio de la sexualidad de los varones, la ofrece como una perspectiva laboral deseable y posible para las niñas, las adolescentes y las mujeres y les permite a los proxenetas y redes mafiosas adquirir el rol de empresarios legales..
—El nombre de “clientes” dado a los prostituidores: sin ellos (“puteros”, también debiera llamárselos) no hay prostitución.
—“Mujeres de vida alegre”, como todavía se persiste en llamar a las mujeres en situación de prostitución: “Siempre habrá sufrimiento corporal y psicológico y deterioro de la relación con el mundo externo. Es decir, afecta nocivamente todos los aspectos de su subjetividad, bajo permanentes sentimientos de asco y miedo. Teniendo en cuenta que el yo es ante todo corporal, el daño al cuerpo es un daño a la totalidad de la persona y será necesaria la asistencia hasta un fortalecimiento yoico que permita el cese de la práctica. Sin estas condiciones es imposible la elaboración de semejantes hechos traumáticos y también es dificultoso que puedan elaborar las fantasías depositadas en sus cuerpos por ellas mismas y por los otros: la familia, la sociedad, la cultura en general”. Es por eso —y por otras muchas razones que sería imposible abordar aquí— que resulta tan difícil salir del estado de prostitución, y no porque sea un lugar agradable y “alegre”.
Un llamamiento a los hombres
Se calcula que un 40% de los varones es prostituyente o putero. Las campañas para terminar con la violencia de la prostitución los tienen por destinatarios privilegiados (como la leyenda de la foto). Pero el 60% restante no debe mirar para el costado, como si esta herida que afecta a la totalidad de la humanidad no le concerniera, y que entre otras causas depende del dato de que entre el 70% y el 80% de las personas más pobres del mundo son mujeres, que ellas perciben el 10% de las remuneraciones mundiales, realizan las dos terceras partes del trabajo en el mundo y poseen el 1% de la propiedad mundial.
Prostitución, trata, explotación y violencia sexual y explotación económica se presuponen y van de la mano.
Sería muy útil poder hacer un punteo de todos esos temas, pero por su extensión este no es el lugar adecuado. Sólo quiero destacar cuál es la idea del abolicionismo y, a título de ejemplo, algunos de los planteos expuestos. La mirada abolicionista (a diferencia de la mirada prohibicionista o mirada reglamentarista) efectúa una crítica a la prostitución como fenómeno social, porque hace referencia a lo subyacente en esta temática, que es la subordinación y explotación sexual de la persona prostituida. Por tal motivo se considera a la persona involucrada una víctima de un acto de explotación, la cual no puede ser sancionada punitivamente pues no comete un delito.
Las Jornadas coincidieron con el 60º aniversario de la adopción por las Naciones Unidas de la Convención contra la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena, que prohíbe el establecimiento de prostíbulos y la reglamentación de la prostitución; plantea la prevención de la prostitución y la trata, la protección de las víctimas y el control de las agencias de empleo. Para ella, toda forma de explotación de la prostitución ajena es punible, sin importar el consentimiento de la víctima.
“Se trata —dijo el mensaje inaugural— de una Convención claramente abolicionista, que ha sido ratificada por nuestro país y se encuentra vigente, aunque no se respete, como lo demuestran la actual ley contra la trata de personas, la persecución de las personas en situación de prostitución a través de los Códigos Contravencionales y de Faltas, la proliferación de los prostíbulos bajo diversos nombres ante la mirada cómplice de los poderes públicos, la impunidad de los proxenetas, la promoción de la prostitución en medios de comunicación, publicidades, Internet, teléfonos celulares, propaganda callejera y algunas centrales de defensa de los trabajadores.”
Hemos retrocedido
Pero las Naciones Unidas, al sancionar el llamado Protocolo de Palermo, que es complementario de la Convención contra el Crimen Trasnacional Organizado y se refiere a la trata de personas, abre un espacio de trata legal: aquella en que no pudo probarse que la persona afectada no consintió su propia explotación. En estas condiciones, los proxenetas y los esclavistas se convierten en empresarios.. En él se inspira nuestra ley actual sobre ese tema, al exigir que se pruebe la falta de consentimiento de la víctima mayor de 18 años para que exista el delito de trata de personas.
La importancia de las palabras
Los nombres y las ideas de “sentido común” que se difunden por los medios masivos de comunicación crean la atmósfera ideológica y el imaginario que naturaliza la prostitución.
—Por ejemplo, la falacia de la “prostitución libremente escogida”: “ninguna prostituta es cogida libremente”, responden los abolicionistas de España.
—Llamar a la prostitución “trabajo”, que refuerza así la idea de que las mujeres deben estar al servicio de la sexualidad de los varones, la ofrece como una perspectiva laboral deseable y posible para las niñas, las adolescentes y las mujeres y les permite a los proxenetas y redes mafiosas adquirir el rol de empresarios legales..
—El nombre de “clientes” dado a los prostituidores: sin ellos (“puteros”, también debiera llamárselos) no hay prostitución.
—“Mujeres de vida alegre”, como todavía se persiste en llamar a las mujeres en situación de prostitución: “Siempre habrá sufrimiento corporal y psicológico y deterioro de la relación con el mundo externo. Es decir, afecta nocivamente todos los aspectos de su subjetividad, bajo permanentes sentimientos de asco y miedo. Teniendo en cuenta que el yo es ante todo corporal, el daño al cuerpo es un daño a la totalidad de la persona y será necesaria la asistencia hasta un fortalecimiento yoico que permita el cese de la práctica. Sin estas condiciones es imposible la elaboración de semejantes hechos traumáticos y también es dificultoso que puedan elaborar las fantasías depositadas en sus cuerpos por ellas mismas y por los otros: la familia, la sociedad, la cultura en general”. Es por eso —y por otras muchas razones que sería imposible abordar aquí— que resulta tan difícil salir del estado de prostitución, y no porque sea un lugar agradable y “alegre”.
Un llamamiento a los hombres
Se calcula que un 40% de los varones es prostituyente o putero. Las campañas para terminar con la violencia de la prostitución los tienen por destinatarios privilegiados (como la leyenda de la foto). Pero el 60% restante no debe mirar para el costado, como si esta herida que afecta a la totalidad de la humanidad no le concerniera, y que entre otras causas depende del dato de que entre el 70% y el 80% de las personas más pobres del mundo son mujeres, que ellas perciben el 10% de las remuneraciones mundiales, realizan las dos terceras partes del trabajo en el mundo y poseen el 1% de la propiedad mundial.
Prostitución, trata, explotación y violencia sexual y explotación económica se presuponen y van de la mano.
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