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José Pablo Feinmann y Hugo Moyano: tal para cual.
La Correpi nos recuerda que con el asesinato de Mariano suman siete los muertos por la represión en marchas o manifestaciones durante los gobiernos KK. Pero Feinmann nos amenaza: podría ser peor.
Hace ya muchos años —puedo demostrarlo, pero tendría que hurgar en papeles vetustos— que yo considero que Feinmann "el bueno" es peor que su primito, y así lo he escrito. "¿Cómo, cómo?", saltan siempre los lameculos. Si hay una cosa que me puede intranquilizar terriblemente es coincidir con los lameculos, así que cuando los veo indignados yo sé que me hallo en el buen camino. Me refiero a "mi" buen camino, el cual seguro que no es el buen camino para algunos otros.
El asunto merece una explicación, sobre la cual no me extenderé, por supuesto, porque ya la he escrito de mil maneras, como que es lo único que escribo, de un modo u otro y con distintos motivos. Pero corresponde, al menos, tirar al voleo dos de sus claves:
a) No hay un lugar "universal" para mirar la realidad, particularmente, la socioeconómica. Por lo tanto, lo que es bueno o es malo depende del lugar donde uno se encuentre. Es falso que "lo que es bueno para la General Motors es bueno para el país, y viceversa", como dijo en 1953 Charles Erwin Wilson, el presidente de esa empresa, cuando Eisenhower lo convocó para ocupar la Secretaría de Defensa; y siguió siendo falso cuando lo repitió Perón —sin mencionar a la GM—, o cuando una propaganda del Ministerio de Economía durante el gobierno de Néstor Kirchner (septiembre de 2006), con consejos a los productores de soja, terminaba diciendo: "Porque su beneficio nos beneficia a todos"; o cuando este mismo presidente dijo en un acto el 28-3-07, "la gente ya sabe que cuanto mayor sea la rentabilidad de nuestras empresas, mayor inclusión y mejores sueldos van a tener"; o como ha dicho hace pocas semanas: "A mayor rentabilidad empresaria va a haber mayor crecimiento del poder adquisitivo de los trabajadores"; o como repite nuestra presidenta prácticamente todos los días, aunque se entera sólo quien tiene riñones para escucharla. En resumidas cuentas, todo eso es mentira, y sobran aquí y en el mundo los ejemplos para demostrar que mis intereses y los de mi patrón no corren juntos;
b) planteado que se ha en el punto anterior el rechazo a que nadie pueda atribuirse una suerte de ecuanimidad u objetividad para expresarse en nombre del provecho de todos, corresponde refutar la idea de que se pueda juzgar a los primitos Feinmann situándolos en un plano ideal de igualdad: ellos no pontifican desde el mismo púlpito ni se dirigen al mismo auditorio. Para ser breve: lo que preconiza Eduardo Feinmann prácticamente no tiene influencia en el medio en que yo me muevo; se dirige a otra gente y es incapaz de confundir o torcer la voluntad ni de los trabajadores ni de los sectores medios con alguna inquietud social, se identifiquen o no con el “progresismo” (sea esto lo que ustedes quieran). Muy distinto es el caso de José Pablo Feinmann, quien emite su discurso desde, y se dirige hacia este sector de la intelligentsia que luego irradia sus ideas hacia los estratos no privilegiados de la sociedad. Dicho sea esto con pinceladas gruesas —pero correctas en lo esencial—, Eduardo es un comunicador de derecha —se sitúa afuera y por encima de quienes aspiran a un cambio; previene y orienta a los que toman partido por los poderosos—, y José Pablo es un contrarrevolucionario que se sitúa —o lo intenta— en nuestro campo, realizando sabotaje ideológico, modificando nuestras coordenadas y haciendo la labor de infiltrado en función de los intereses a los cuales sirve.
Voy a avanzar un poco más, mediante esta pregunta: ¿quién creen ustedes que contribuye más a la derrota y a la opresión de los trabajadores, Macri o Moyano? Si alguien responde “Macri” tiene, a mi modo de ver, y con todo respeto, una forma grave de osteoporosis neuronal, lindante con la flatulencia intracraneana. Quiero decir, por si no se notó, que, en órdenes distintos, Macri es a Eduardo Feinmann lo que Moyano es a José Pablo.
Feinmann, J. P., justificaba denodadamente, por ejemplo, la utilidad de construir con bosta, los latrocinios de los gobernantes (cuando son amigos) y el acatamiento a los dictados de los poderes fácticos. Pero ahora* se ha superado con creces: utiliza el argumento del PC durante el Proceso para apoyar a Videla (ojo, “lo que sigue a esto es un enemigo mortal”); suscribe rabiosamente la teoría del fin de las ideologías (no es posible hacer otra cosa que “capitalismo”, “políticas burguesas”), avala el mil veces canalla dictamen de la presidenta (es el muerto que andaban buscando, “el cadáver esperado”) y, todo esto, tras acusar de absolutista a Mariano Ferreyra (no quería dialogar, estaba incurso, como todo el PO, en una “interpretación totalizadora del campo enemigo”). Sí, lectora, lector: Feinmann acusa de absolutista —y, si bien se lee, de totalitario— a Mariano. ¡Feinmann “el bueno”, quien a la vez nos está diciendo, de todas las formas posibles, que “esto, o nada”! O, mejor dicho, que “esto o la muerte”.
Que se lo vaya a contar a Mariano Ferreyra.
* http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-155610-2010-10-24.html