No fueron 30.000
La autocrítica y la enmienda de sus
errores les están vedadas a los que confunden política con religión.
Supongamos
esta situación: alguien que en los Años de Plomo fue testigo de cómo los
matones de los Falcon secuestraban en la calle a una persona, al declarar ante
un organismo investigador dice que vio cómo secuestraron a dos, uno de los
cuales era ciego. Lo hace con “buenos motivos”: uno de tantos, podría ser el
furor que provocan aquellos cobardes asesinos; otro, que como con toda
seguridad no se han descubierto todos sus crímenes, este inventado compensa a
alguno de ellos. Etcétera.
Pero, ¿era
necesario agregar esta víctima extra; originaba algún cambio cualitativo en la
caracterización de la dictadura o solo podía servir, en caso de descubrirse el
engaño, para echar sombras sobre las denuncias verdaderas?
El caso que
propuse, con toda seguridad, es menos expresivo y rico que el real, que se
ventila desde hace algún tiempo en el ámbito de los derechos humanos, con las
obvias proyecciones políticas.
Pero el caso
real y el supuesto tienen un sólido punto de coincidencia: la variación del
número de víctimas de la represión, llegado ya este a las cifras que se conocen
(y mucho antes de llegar a ellas, y aun sin cifra de respaldo alguna, con solo
lo que vivimos los argentinos en aquellos años), no puede modificar —en quienes
la padecimos y combatimos— el dictamen sobre la calaña de la dictadura.
La religión es el peor enemigo del conocimiento
Si se quiere
transformar la realidad hay que construir una nueva cultura basada en la verdad, no en mitos que están para
ocultarla y para obturar su aparición. Una cultura opuesta a la del
capitalismo, la cual nos dice que la libertad y el bienestar solo pueden
prosperar a su amparo, mientras vemos que en todas partes es causa de hambre,
de exclusión y de guerra.
Ninguna
fuerza transformadora puede apoyarse en mentiras, ni en palabras o verdades
infladas, ni en textos o prohombres sagrados.
El fetiche
numérico-religioso de los “30.000” se refiere a un hecho de nuestra historia,
pasible de ser abordado con métodos basados en la ciencia, no en catecismos.
En el mismo número 1743 de la Posta*,
donde luce la cerrada defensa del sagrado número 30.000, hay un texto de
Sergio Bufano que contiene esta definición:
La memoria es una construcción
social que necesita de insumos precisos (hechos, datos, testimonios, fechas,
escritos) que requieren su correspondiente interpretación.
Acepto que yo
también antes boqueaba “30.000” a diestra y siniestra: ¿cómo saber si entonces
hacía lo correcto, y es ahora cuando estoy equivocado?
Pero en este
devenir, que no es mío solamente, hay algo que se manifiesta como muy
provechoso: la posibilidad de revisar nociones que construimos con la mejor
intención, pero que un examen más sereno o nuevos elementos de juicio aconsejan
modificar para poder actuar más acertada y eficazmente en la vida social.
Y eso les está negado a los que toman la política
como una religión.
* http://postaportenia.blogspot.com.ar/
En el último número se pueden leer, entre otras, las notas sobre el
impacto del fracking en el sur de la Argentina, y el artículo de Sergio Bufano
sobre Perón y la Triple A, un clásico que salió en “La Lucha Armada en la
Argentina”.