¿Busca un buen diputado? Piense en lo opuesto a este,
y ya está.
El
video* de la discusión del legislador porteño Juan Cabandié con la agente de
tránsito deja mucho material de análisis, más allá de que los cortes realizados
por la edición pudieran haber suprimido partes que no favorecían los fines de
quien los hizo, y de que da la impresión de que los fragmentos han sido
elegidos con el propósito de dejar mal parado al legislador. Pero todo eso
forma parte del terreno de las conjeturas. Voy a ocuparme de lo que sí se ve y
oye: de algunas frases que pronuncia Cabandié que, con edición o no, son
estructuras o sintagmas plenos de sentido, no afectados por los cortes.
Hay tres
temas que quiero examinar someramente: 1) el sustrato legal del procedimiento
vial objetado por Cabandié; 2) la sanción contra la agente, pedida por este, y
3) el significado —no tan oculto— de algunas de las expresiones del legislador
que quedaron en el video.
1)
LA LEY
Quien
lea las minuciosas estipulaciones de la ley 24.449 de tránsito y seguridad vial
se dará cuenta de que, en un control, un examen exhaustivo del cumplimiento por
un automovilista y su vehículo de todos los requisitos exigidos para circular
podría durar muy largo rato. Por eso, en general, todo se reduce a verificar la
documentación, las placas, las luces, el baúl y algunas pocas cosas más. Sin
embargo, a veces la requisa se torna en extremo minuciosa. Las siguientes son
alguna de las causas de que ello suceda:
a) Hay motivos para sospechar
alguna irregularidad;
b) El automovilista puso mala
cara o contestó de mal modo;
c) Los responsables del control
están presionados para detectar infracciones;
d) El automovilista tiene cara
de pichi, y los inspectores ganas de entretenerse un rato;
e) Los agentes quieren
evidenciar su decisión de encontrar algo mal, para suscitar la disposición del
conductor a salir del problema mediante un atajo monetario, o, directamente, lo
solicitan; etcétera.
En
realidad, un control exhaustivo no significaría otra cosa que cumplir con la
ley. Sin embargo, esa decisión tiene un costado dialéctico: mientras se busca y
rebusca en un vehículo, pasan sin revisión otros doscientos, de modo que el
operativo escrupuloso finalmente resulta mezquino a los efectos de detectar
irregularidades.
Entonces,
vamos al caso Cabandié: “Me tuvieron cuarenta minutos —contó hace pocos
días en Radio Nacional Rock**— (...) les mostré el botiquín, el matafuegos,
todo, pero seguían preguntando y repreguntando sobre el último comprobante que
yo no tenía, y me dijeron que me iban a secuestrar el auto”. Aquí llegamos
al punto. O, mejor dicho, a los dos puntos: 1) según los dichos de Cabandié, le
estaban buscando el pelo al huevo, con el fin de que los coimeara, y 2) le
informaron de que debían secuestrarle el auto. En el video, esto último queda reflejado
así:
—¿Cuál es la normativa para
decirme que me vas a secuestrar el auto? —pregunta
Cabandié a la agente.
—Estás en falta, no tenés el
seguro. Sabés que el seguro es reglamentario.
—¡Eso es una contravención,
querida! ¡Eso es una contravención; eso no te habilita a poder secuestrar un
auto!
Cabandié,
legislador, desconoce la ley y se resiste a su cumplimiento: la Reglamentación
general de la ley 24.449 de tránsito y seguridad vial, en su artículo 40,
exige:
Requisitos para circular.
El
incumplimiento de las disposiciones de este artículo impide continuar la
circulación hasta que sea subsanada la falta, sin perjuicio de las sanciones
pertinentes.
a) (...)
c) La
posesión del comprobante de seguro obligatorio diseñado por la Superintendencia
de Seguros de la Nación..., etcétera.
Y es
correcto que así sea, porque tal infracción es de acción permanente: si el
vehículo carece, por ejemplo, de las luces reglamentarias, o su conductor de la
documentación que lo habilita a circular por la vía pública, ambas cosas van a
subsistir si el vehículo continúa su marcha, aunque se haya levantado un acta
de infracción.
Pero si
Cabandié conociera la ley, sabría que esta, sin dejar de habilitar la
posibilidad de secuestrar el vehículo a causa de la falta de documentación, la
relativiza: el artículo 72, inciso c, provee de mayor elasticidad a la
retención preventiva del vehículo:
c) Se
puede impedir la circulación de vehículos, cuando afecten la seguridad, la
estructura vial o por falta o ilegitimidad de la documentación, según los casos
taxativamente enumerados en el artículo 40.
Nótese:
"se puede", no "se debe". Si Cabandié hubiera conocido y
mencionado la posibilidad legal de no retener el vehículo, en lugar de —por
ignorancia de la ley— cargarse de odio y ponerse de punta con los agentes,
quizás el episodio habría tenido otro desenlace y no hubiera llegado al extremo
que se analiza en el segundo punto.
2)
PEDIDO DE SANCIÓN A LA AGENTE
En las
escenas que se ven en el video, la agente actúa de acuerdo a derecho y sin
faltarle el respeto al legislador. Pese a ello, Cabandié, ostensiblemente y de
modo claramente intimidatorio, pide in situ por teléfono sanciones
contra ella:
—Pasale el dato a Martín, pero
no para que la echen: para que le apliquen un correctivo, porque es una
desubicadita, ¿entendés?
Recalco
que el comportamiento de la agente es correcto en las escenas que se ven,
y el tono sereno y las palabras mesuradas con los que se expresa hacen suponer
que ello ha sido así en general. No puede decirse lo mismo de Cabandié, que
luce exaltado y no poseedor del control total de sus palabras, como veremos.
Entonces,
queda claro que, exasperado, pide una sanción para una funcionaria que se
comportó con corrección. Lo cual no sería tan terrible si, pasada la ofuscación,
reflexionara, viera todo el suceso en perspectiva (en la cual estuviera
incluido que él no tenía razón respecto del secuestro del vehículo) y llamara
al tal Martín para decirle que no tuviera en cuenta su pedido anterior.
Pero hoy
sabemos que no fue así: que sigue sin interiorizarse acerca de la ley y que no
se rectificó respecto del pedido de sanción contra la agente que cumplió con su
deber.
Incluso
fue peor, según él mismo nos lo cuenta en el mencionado reportaje de Radio
Nacional Rock:
Después dije esto al Ministerio
de Seguridad y me llamó el jefe de la regional de Gendarmería y me pidió
disculpas diciéndome que lo que pasó fue que “usted no dijo quién era”.
El jefe
le pidió disculpas ¡porque la agente actuó correctamente!, y le hizo saber que
su criterio, ante un infractor, es informarse de la posición que este ocupa y
adaptar a ella el procedimiento.
¿Y
Cabandié?
Nada. No
dijo “para ese funcionario no he pedido un correctivo, sino la baja, porque
tiene responsabilidad de mando y la emplea para transmitir una idea extraviada
de cómo se debe actuar en una república, a saber, sin hacer distinción del
poder, de la riqueza o de la imagen pública que tengan las personas”.
Pero hay
más.
3) EL
INCONSCIENTE DE CABANDIÉ
“Bancar”,
en nuestro medio, tiene dos acepciones bien distintas: cuando se usa
precedido de “me”, “te” o “se” significa “padecer”, “sufrir”, “tolerar”: “Me
banqué una cola interminable”; “se bancó lo que le hicieron en la despedida”.
Con “a” o sin ella, expresa “sostener”, “apoyar”, “ayudar”: “Acá bancamos a
Juancito”; “ese banca todo lo que sea yanqui”.
En los
breves fragmentos del video Cabandié usa “bancar” en los dos sentidos: la
primera vez le dice a la agente:
Yo soy más guapo que vos. Porque
yo me banqué a la dictadura... ¿eh?
Cabandié
nació en 1978. La dictadura terminó en el ’83. Por lo tanto, entre los cero y
los cinco años de edad se bancó la dictadura a lo guapo. La joven no es guapa,
porque astuta y cobardemente nació nueve años después de la retirada de los
militares. Sí, hay que reconocerlo: es un punto para Cabandié.
También,
agrega Cabandié, es más guapo que ella porque es hijo de “desaparecidos”. Es
raro: tan “desaparecida” no estaba su madre, si él sabe que lo trajo al
mundo en la ESMA. Más bien estaba secuestrada, en cautiverio ilegal, ¿no? Pero
Cabandié prefiere llamarla “desaparecida”, como quería Videla.
Continúa
el legislador:
...porque yo pongo huevo. Porque
yo tengo que estar... estoy donde tengo que estar: bancando a los hijos de puta
que quieren arruinar este país.
En este
punto, Freud, que trataba de concentrarse en su lectura, alza bruscamente la
cabeza y lo mira, interesado.
Cabandié
acaba de usar el verbo “bancar” en el otro de sus sentidos: ha dicho que defiende,
ayuda, apoya a los hijos de puta que quieren arruinar
este país.
Yo no
creo —aclaro— que los “hijos de puta” que apoya Cabandié quieran arruinar el
país. Ellos y sus cómplices solo quieren exprimirlo para enriquecerse; la ruina
solo es una consecuencia —conocida y aceptada por ellos— de su codicia y
brutalidad. Lo que sucede es que Cabandié, en su lapsus linguae, ha
producido una abreviación: “Apoyo a los hijos de puta que quieren
[robar, saquear y depredar todo lo que puedan, lo cual sin duda va a terminar
por] arruinar este país”.
Por
supuesto, Cabandié y sus cómplices van a negar todo valor como confesión
involuntaria a su espontánea declaración. Freud se adelantó doblemente a
esa objeción: primero, al afirmar que toda equivocación, por más insignificante
que parezca, tiene su sentido, y es la expresión de material reprimido; y
segundo, que “todo el mundo” coincide en dar a las equivocaciones orales y
otros fallidos (cuando les suceden a los demás) el significado de hacer visible
lo que se procuraba ocultar, no solo a los otros, sino incluso a sí mismos.
4)
RESUMEN
1)
Cabandié, después de más de seis meses, sigue sin estudiar la ley y, por lo
tanto, reitera erróneamente que no tenían derecho a retenerle el auto.
2)
Repite incansablemente que los gendarmes pretendían que los coimeara para
dejarlo ir. Es una imprudencia, de su parte: en todo caso, esos son los
gendarmes que su gobierno puso en la calle y cuya probidad y disciplina debiera
controlar, y este país de coimeros es el que su partido viene administrando
desde hace diez años (por no ir más lejos).
3)
Gestionó y obtuvo una sanción indebida para la joven que cumplió su deber con
corrección, y no hizo eso con el jefe que se manifestó partidario de un
tratamiento desigual en favor del poderoso.
4) No
chapea como diputado, pero sí como hijo de víctimas de desaparición forzada, y
cree, erróneamente, que eso lo provee de mérito para mirar a la joven desde una
posición de superioridad.
5) Se
enreda en una serie de desatinos, y termina por confesar ser parte de un
gobierno de “hijos de puta”.
Conclusión: A mi
entender, todo esto pone de manifiesto que Cabandié no reúne las condiciones
morales, ni intelectuales, ni emocionales para desempeñar el puesto al que
aspira, ni ningún otro en el que pueda tomar decisiones que afecten la vida de
las personas.