En la manzana que tengo frente a mi ventana, incrustada entre edificios de departamentos, hay una casa pituca, con un cuidado jardín al fondo. En el jardín hay unos pocos arbolitos, las consabidas plantas ornamentales y un frondoso pino. Y una calandria. La calandria, en esta época, se hace oír desde las cuatro de la mañana. Es fama que estos pájaros imitan el canto de otros pájaros, las voces de personas y los sonidos de su entorno. Pero esta inocente ave no tiene pájaros en el barrio cuyo reclamo pueda imitar, y a las cuatro de la mañana no hay, tampoco, otros sonidos. Se dirá que mi vecinita podría imitar el silencio, que mal no vendría a esa hora. Pero no: si pasa un colectivo, gracias a la calandria es como si volviera a pasar cuatro o cinco veces más.
La cosa se complica cuando hay tormenta: a los truenos me refiero. Entonces la calandria se afirma en la rama y empieza:
Le sale bien, pero queda exhausta, animalito 'e dios.