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El discurso de
cfk de ayer en Río Negro y el partido en Boca parecen probarlo
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Borges (¡qué muchacho loco!)
abunda en "Los teólogos" (El aleph, Alianza, Barcelona, 1998,
pág. 48) sobre las consecuencias de esta metafísica: que si la tierra también
influye sobre el cielo, que si lo que hay abajo es igual a
lo de arriba, y demás.
Vale la pena mencionar la
cuestión, porque la mayoría de las personas sustenta la idea de que el gobierno
es así porque los argentinos somos así o, a
la inversa, piensa que, con los ejemplos que bajan del poder, no cabe esperar
otra cosa que la degradación social: “el pescado se pudre desde la cabeza”,
etcétera.
Bueno: no es el caso de
reeditar la estólida pregunta de qué fue primero, si el huevo o la gallina. Lo
que hay entre nosotros y nuestra dirigencia, entre lo que nos pasa y lo que [en
este momento] somos es una recíproca y simultánea interdependencia
de causas-efectos y efectos-causas.
Reflexionando sobre un tema afín, Carlyle (u otro, no
estoy seguro) intuyó sagazmente que una vez producido un hecho (y entre ellos
podemos contar a los hechos psíquicos), seguirá actuando por toda la eternidad
por medio de sus efectos y los efectos de sus efectos. Cuando dice
"actuando" leamos "interactuando" y tendremos una visión aproximada
de la olla donde hierve el cambio: la realidad.
Todo esto viene a cuento de
que la presidenta —el “cuadrazo”, la “estadista”— comete una cadena
nacional ilegal, y aclara que la va a hacer breve porque en su
casa quieren ver el partido de Racing.
Un rato después, no en ese
partido, sino en otro que es la madre de todos los partidos, suceden hechos tan
asombrosos como las palabras de Krisabelita, que ponen de manifiesto una
sucesión innumerable de irregularidades de todos los involucrados: dirigentes,
policías, jugadores y, abreviando, también espectadores, prestos a echarles la
culpa de su frustración a los jugadores de River, a la Conmebol, al árbitro...
pero no a la sociedad que estamos colaborando en envilecer, con consecuencias
cada vez más graves.
La cosa es así, muchachos:
el partido Boca-River no es lo único que no nos ha salido del
todo bien en los últimos años.
Y las otras decepciones —el
saqueo y depredación de los bienes naturales, la contaminación, el trabajo en
negro, la corrupción, la desocupación petrificada con los planes, los dramas de
la vivienda, la salud y la educación, la obsolescencia de la infraestructura, y
demás— no solo tienen una mayor relación material con nuestro bienestar, sino
que podrían estar más bajo nuestro control si les pusiéramos atención.
Por lo menos, tanta como la
que le ponemos a la formación de nuestro equipo la próxima fecha, o las inocuas
alternativas del programa de Tinelli o de la novela de turno.
Y, si no,
entonces recemos para que Dios nos ayude: esa es muy buena también, dicen.