Es peor hacer trampa en el juego que disimular un
genocidio
El 16 de mayo se publicó en el diario digital del PTS
un reportaje al que llama “sociólogo del deporte”, Pablo Alabarces, titulado
“Conversaciones con Pablo Alabarces sobre fútbol, politica [sic] y clase
obrera”. Como se ve, desde el copete el diario empieza a patinar al confundir
“deporte” con el negocio (económico e ideológico) de organizar espectáculos
protagonizados por hiperprofesionales en competencias físicas.
La
nota es muy extensa, tan extensa como conocido es para mí el pensamiento del
tal sociólogo de los “EPPHECF” (para abreviar), ya que es un asiduo parroquiano
de las páginas y micrófonos y cámaras de los medios patronales, nacionales y
populares, cuando le dejan tiempo otras actividades, como la de firmar cartas
de apoyo al juez Zaffaroni, pobrecito, criticado por tener burdeles en sus
departamentos.
En
este punto, antes de entrar en materia, yo sugeriría que quien tuviera tiempo y
ganas leyera antes dicha nota para formarse una idea propia sin influencia
alguna —por aprobación o por rechazo— de lo que voy a borronear a continuación.
...
(Tiempo para leer la nota.)
Ahora sí.
El periodista empieza preguntando por qué el repudio a los genocidas del Proceso no se ha hecho extensivo a una de sus maniobras centrales, el Mundial 78.
El sociólogo niega que en ocasión del mundial y de la guerra de las Malvinas haya habido aprobación de masas a la dictadura. Y añade:
"Pero si [léase “sí”] es cierto que hay una situación compleja. Era un Mundial organizado por los milicos, todo el mundo lo sabía, pero sin embargo está esta cuestión de jugar una Copa del Mundo, jugarla en casa, ganarla y además con un equipo que tenía cierta repercusión popular."
Alabarces (y el "periodista" que lo entrevista, y "La Izquierda Diario" —que no repreguntan ni repudian ese punto de vista—) está, más que justificando, legitimando que el pueblo ponga en un platillo de la balanza a una dictadura militar que ha pisoteado todos los derechos: humanos, políticos, sociales, y en el otro un mundial de fútbol jugado en la propia casa y, tras esa evaluación, opte por darle al Mundial un marco de fervor y triunfalismo bailando sobre una pila de muertos, torturados y secuestrados, además de toda una población sometida a la arbitrariedad y el terror.
"Una situación compleja": así la define. Sí, un verdadero dilema. Pero el pueblo lo resolvió correctamente, parece: el entrevistado y el periodista no tienen ninguna queja.
Para Alabarces, sin embargo, en esto del
Mundial 78 sí hay algo intolerable: lo grave no es el deseo
"popular" de ganar un mundial como sea: "el problema del partido
con Perú [el amañamiento del resultado] es mucho más duro".
Sí, eso es trampa, dice.
Y esa culpa permanece.
Cuando alguien le da un estatus beneficioso —o, al menos, justificatorio— a la palabra “popular”, ya sabemos a qué atenernos. “Popular” se le llama al modo de percibir y habitar la realidad (de explotación y violencia) que los opresores eyaculan en los oprimidos. No por nada el peronismo es el gran campeón de lo “popular”.
Así, no es raro que no se mencione que el Mundial no solo le dio aire a la dictadura por años, sino que también factibilizó otros proyectos horrorosos, como la guerra con Chile, a caballo del nacionalismo, el chovinismo, el triunfalismo estólido a propósito de un resultado futbolístico. Guerra que no se produjo, no por el rechazo “popular” (¡que vociferaba que a los chilotes había que arrojarlos al mar!) sino porque los amos del mundo no aceptaron que se desestabilizara la región.
Bueno: lo “gracioso” es que una nota con ideas no reaccionarias, sino fascistas, no la estamos leyendo en “Cabildo”, sino en “La Izquierda Diario”.
Hay una pudrición aguda en nuestra sociedad: en todas las clases, en todos los niveles de poder, en todos los partidos.
De esto salimos con un
renacimiento, una revolución, o nos hundimos en una barbarie y un desastre al
cual no le quiero poner nombre, porque es aterrador.
La película francesa “El
odio”, de 1997, empieza y termina con esta frase: Esta es la historia de una
sociedad que se hunde. Y mientras se va hundiendo no para de decirse: “hasta
ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien”.
Pero es evidente que si en
Francia en 1997 no para toda la sociedad todo iba bien, mucho menos cierto es
eso para nosotros.
Y la frase de la película
concluía así: “Pero mucho más importante que el trayecto es el aterrizaje”.
Ojito.
1 comentario:
Don Juan:
No olvide usted, amigo, que el peronismo ´de izquierda' de los setenta luchó para traer de regreso a su excelso General para hacer 'la revolución socialista'. Es totalmente atinado, pues para hacer una revolución de izquierda, se necesitaba claramente el liderazgo de un político de derechas y exiliado en la España de Franco. Y mejor no hablemos de los troscomaoístas de la otra 'orga' (ni de los católicos de izquierda, muy abundantes en el propio peronismo, con su sanata del 'pueblo' y el 'antipueblo'... o del inefable PC, que sostenía que el dictador JRV era 'un general sanmartiniano' al que, para que el Kremlin tuviera cereales a buen precio, sus militontos debían defender de los 'halcones pinochetistas'). No se extrañe de lo que lee, ni dónde. Lo que sí es cierto, y no lo dicen regularmente ni el tal Alabarces ni los intelectuales e intelectualoides varios que pululan alrededor de los políticos, es que muchísimos argentinos que nunca habían querido tal revolución se dejaron llevar por IGNORANCIA POLÍTICA -y cagazo, con más el HARTAZGO SOCIAL de la violencia pseudorevolucionaria- a tolerar situaciones delirantes generadas por todos los sectores antedichos con más la pintoresca derecha argenta. Son muchos años de destrucción -¿sistemática? ¿persistente?- de la sociedad argentina. Es casi milagroso que aún quede algo de nuestro Estado en pie.
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