miércoles, 28 de enero de 2015

El diario israelí "Haaretz" y la muerte de Nisman


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"La muerte de Nisman es parte de una operación para derrocar al gobierno"
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El diario "Haaretz" no es el peor de Israel (si eso significa algo), país que, como sabemos, es el sicario de Estados Unidos en una región estratégica del globo. Por otra parte, Israel no es solo un Estado, sino la cabeza de una organización sobre la cual no es este el momento de entrar en detalles.

"Haaretz" no expresa la opinión del gobierno de Netanyahu ni de la derecha israelí en general. Pero, ¿es útil eso, sirve para algo? La nota que reseña "Ámbito"* se titula "Los judíos argentinos están sirviendo a la revolución silenciosa de la extrema derecha" ("los judíos argentinos": qué vago es esto), y en ella se "atribuye la muerte del fiscal Alberto Nisman a una venganza de las 'fuerzas oscuras' contra el kirchnerismo por impulsar juicios por delitos de lesa humanidad". "Nisman fue un producto de los materiales que Israel le dio y fue utilizado por el ala derecha para promover una revolución [sic] que él probablemente nunca quiso. Al final, pagó con su vida", nos alecciona "Haaretz".

Nisman murió a causa de una "venganza", "pagó con su vida"... bueno, está bien, pero explíquenme cómo. ¿Lo asesinaron, lo chantajearon (¿con qué?), usaron la telepatía, un drone?: armen el rompecabezas. Sobre eso, no aportan nada; solo la simple enunciación de una conjetura, y ya. Como si a mí se me ocurriera decir que la muerte de Elvis Presley fue parte de un complot para impedir mi consagración en el viril arte de la papiroflexia: así, sin más.

Hay que decirlo, porque esto es quizá lo más constructivo: tengamos precauciones con estas efusiones. Recordemos que, porque se acomodaban con una visión crítica e inconformista que muchos tenemos, también se dejaron correr los delirios de Thierry Meyssan (cuyo tufillo se huele en la nota de "Haaretz"), y ahora es un contertulio más, como si no fuera un orate.

* http://ambito.com/noticia.asp?id=776483


Es mujer, lúcida, valiente, linda, peronista. Es...


¡...Krisabelita!



Muchachos, escuchen con calma: si Krisabelita es la mejor de ustedes, disuélvanse.

Porque, en ese caso, están confesando ser el peor grupo humano del país.

Gracias por su atención.


jueves, 22 de enero de 2015

Ahora no quedan dudas: Nisman se suicidó


Nisman y la suspicacia de los perdedores

Considerar la idea de suicidarse —decidirlo, incluso— no es suicidarse. El que ha decidido suicidarse pero no se ha suicidado aún, en realidad está amenazándose con suicidarse.

Esto viene a cuento de que se hace hincapié en que Nisman escribe una nota a su empleada sobre las compras que tiene que hacer y luego, ¡se suicida! Lo asombroso sería que escribiera esa nota después de suicidarse, no antes. Porque la persona que se suicida, una hora antes aún no se había suicidado. Quiere decir que algunas hebras la sujetaban aún al mundo de los vivos. Y esas hacían su juego, tendían sus anémicos zarcillos intentando aferrarse a la vida. Esas hilachas se cortan total y definitivamente en el momento en que el suicida actúa su decisión: cuando se dispara, cuando toma el veneno, cuando se arroja al vacío o al paso de un tren. No deben de ser pocas las personas que han vivido una larga vida después de tomar la decisión de suicidarse que, por la razón que fuera, no concretaron.

Igualmente endeble es el dato de la falta de rastros de pólvora en la mano del suicida: a quienes emprendieran una operación de semejante envergadura (recordemos: no un crimen simple, sino un asesinato disfrazado de suicidio) ese detalle es el que menor dificultad les ocasionaría resolver.

Frente a estas y otras objeciones no decisivas hay varias comprobaciones muy contundentes:

—la ausencia de signos de lucha en el cuerpo del occiso y en el departamento;
—que el propio Nisman haya solicitado el arma que poco después le causó la muerte;
—que los supuestos autores hubieran afrontado actuar en un edificio muy vigilado y acribillado por cámaras de seguridad;
—que, puestos ya en el asunto, no arrasaran con los cartapacios y los discos rígidos de las computadoras.

A quien se pronuncia por afirmar que no se trata de un suicidio, los dos primeros puntos lo colocan ante la inusitada figura de un asesinato consentido. O, para decirlo de un modo más formal, una muerte asistida de un estilo muy novedoso.

Por los datos enumerados arriba, yo no creo en tales cosas. Pero, por si no fueran suficientes, la presidenta ha escrito hoy que está “convencida de que no fue suicidio”.

Cartón lleno: si ella dice que no fue, fue.

Suspicacia versus perspicacia

Según una encuesta, 80 % de los argentinos consultados cree que es asesinato, y un 18 %, suicidio.

Según Barcia, perspicacia es ver superlativamente; suspicacia es pretender ver lo secreto, lo escondido. La perspicacia está en relación con el entendimiento: es intelectual. La suspicacia, en relación con la conciencia: es moral. Perspicacia es viveza. Suspicacia es malicia.

En “La psicología de la anormalidad y la vida moderna” leemos que lo propio de la suspicacia es la desconfianza acerca de las motivaciones de los demás. Es una actitud paranoide: el suspicaz teme que se abuse de él y se mantiene en alerta constante.

Pero esa actitud defensiva constante, además de hacer ardua e ingrata la vida, es inútil, porque basta ganarse la confianza del suspicaz para después poder venderle un tranvía. Si lo sabrán los políticos patronales, que apelan a factores emocionales a sabiendas de que el gran público tiene desactivado el análisis racional de lo que con gran derroche de sonrisas y besuqueo de niños se le promete o propone.

La perspicacia supone una práctica y un conocimiento: puede ser perspicaz el que conoce el pastel y sabe cómo se lo cocina. Pero a quien ha dedicado su tiempo y sus energías a saber cómo formaba Racing del ’51, qué puestos tiene que reforzar Vélez y con quiénes, y cuáles fueron los resultados de las semifinales del Mundial 90, a ese solo le queda la suspicacia: sospechar de todos… y volver a votarlos, una y otra vez.

Yo no soy Nisman. Ni lo quiero ser

Una cosa es decir que Nisman se suicidó, y otra muy distinta creer que, por ello, su muerte le atañe solo a él, que es una cuestión personal.

El 80 % que cree que lo mataron percibe que en torno de la causa que llevaba Nisman (una escaramuza dentro de un conflicto que tiene dimensión planetaria) contienden intereses cuantiosos y que cada uno de ellos intenta prevalecer con métodos brutales. De modo que deducen que alguno de ellos lo han asesinado.

No necesariamente: para eso alguien tiene que beneficiarse decisivamente con esa muerte. O creer que se beneficia, como Ferdinando Marcos creyó que matando a Benigno Aquino sacaba de en medio a quien podía derrotarlo, pero su cálculo fue equivocado. En suma, se mata a un enemigo porque puede hacer algo que otros no pueden: aglutinar y movilizar como dirigente, o testificar sobre algo que solo a él le consta, u otras situaciones de estructura análoga.

No es el caso del fiscal: el poder de causar daño no estaba en su persona, sino en el expediente, en las pruebas que aparentemente reunió. Quien es inculpado por esas pruebas nada gana con matar al investigador si aquellas subsisten.

En síntesis, Nisman, designado por Kirchner, trabajó alegremente codo con codo con la CIA, el Mossad y los chicos de Stiusso para responsabilizar a Irán por la voladura de la AMIA. Pero en medio del camino se encontró con el giro pragmático del kirchnerismo que, económicamente aislado, se vio en la necesidad de acordar con Irán. Nisman debió abrir un segundo frente para atacar al gobierno que se acercaba al “eje del mal”, pero le sacaron el apoyo en la Secretaría de Inteligencia y estaban a punto de sacarle la silla en la Fiscalía. Sus amigos se impacientaron: no iban a desperdiciar un trabajo de años: le dieron órdenes. Mirá si no le van a ordenar a un fiscal, los que armaron a Hussein y le ordenaron en 1980 que atacara a Irán, causando una de las guerras más horrendas del siglo XX.

No hay ninguno de los grandes actores que mueven las piezas donde Nisman ponía la cara que no sea cabeza de un conglomerado de intereses concentrados o una camarilla mafiosa estatal o paraestatal. Todos ellos, tenaces enemigos de los pueblos.

En ese juego Nisman estaba del lado de los más tenebrosos de los tenebrosos. Y a sabiendas de que los buenos nunca podrían salir triunfantes de esa partida. Porque ahí, buenos no hay.
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viernes, 16 de enero de 2015

El Papa los dejó colgados del pincel



Francisco hizo causa común con los asesinos

Los que gimoteaban en nombre de la libertad de expresión quedaron pataleando en el aire.


Me gusta ofender a la gente, porque creo que la gente que se ofende debe ser ofendida.
Linus Torvalds en la Universidad de Aalto,
junio de 2012

El callar es ninguno,
que non mereçe nomre;
el fablar es alguno:
por él es omre el omre.
Don Sem Tob, "Proverbios morales".

La historia tiene momentos deslumbrantes. Son como relámpagos que bruscamente iluminan los contornos que las tinieblas mantenían ocultos. Tal es lo que ha sucedido ayer con las declaraciones del Papa referentes a la matanza de “Charlie Hebdo”.

Recapitulemos: ese crimen atroz determinó que desde todos los sectores se formularan posicionamientos, todos ellos interesados, como debe ser, y como lo es este que estoy escribiendo.

Así, en el mundo “libre”, en el mundo de la libertad, la democracia, los derechos humanos, se alzó un clamor horrorizado.

¡Sí, los asesinos se horrorizaron! ¡Esos que han infligido sufrimiento y muerte a millones de personas en todos los rincones del mundo mediante bombas atómicas, napalm, fósforo blanco, uranio empobrecido y explosivos y metralla de la más refinada tecnología destinada a producir daño a mansalva! Esos mismos que han estrujado y asesinado en los socavones de América y África a centenares de millones de explotados para mayor gloria —y boato— de las metrópolis.

Libertad S.R.L.

Ese conjunto de voces condenó el hecho como un crimen contra la libertad de expresión o, más en general, como un ataque al logro más preciado de Occidente: la libertad.

En nuestro país esa postura halló eco en la franja opositora, siempre proclive a encontrar razón en los amos del capital. Pero no sucedió lo mismo entre las huestes del oficialismo, que se obstinaron en indagar cómo se gesta históricamente una crueldad tan desmesurada (Saintout) o en maravillarse de que dignatarios que se anotan en todos los bombardeos se espanten por los diecisiete muertos de París (“¡parece joda!”, dijo D’Elia).

Me dan infinito asco Saintout y D’Elia, alcahuetes de la pandilla que viene depredando, saqueando y entregando el país desde hace un cuarto de siglo, primero, como socios menores de Menem, y luego, ya como dueños de la empresa. Pero no voy a callar que en esto, para mí, tienen toda la razón, como no voy a dejar de decir que 2 + 2 son 4, por más que Perón lo haya dicho antes.

Tragando sapos

Lo del “contexto” de Saintout, el estupor de D’Elia ante el aquelarre de la marcha parisina y la misma tibieza del comunicado del gobierno argentino fueron blanco de la reprobación de la opo, que objetó en sus pronunciamientos la ausencia de una definición terminante contra el terrorismo y reparos larvados contra el papel del periodismo y de la crítica en general.

Así —hasta ayer— era todo risas en la oposición, que había encontrado un motivo de coincidencia en medio de todos sus desencuentros electoraleros.

Hasta este jueves negro, en que a Francisco le dio por abrir la tapa de su cofre ideológico (bien conocido, por otra parte, por todos los que gusten de mirar la realidad de frente).

¿Y con qué se descolgó? Con que si bien la libertad de expresión es un "derecho humano fundamental", tiene un límite, que es el de no ofender. "No se pude provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No se le puede tomar el pelo a la fe. No se puede." "Matar en nombre de Dios es una aberración", dijo. Y puntualizó: "Es verdad que no se puede reaccionar violentamente", pero consideró "normal" que haya una respuesta [¡violenta!] ante ciertas provocaciones. Por ejemplo: "Si el doctor Gasbarri (responsable de la organización de los viajes pontificios), dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo... ¡Es normal!".

En buen criollo: a) libertad de expresión, sí… mientras no moleste; b) al que se pasa de la raya, Kalashnikov.

La oposición aún no sabe cómo reaccionar: están aturdidos. Si ante las matizaciones de los kirchneristas prácticamente los señalaban en complicidad con el Islam, ¿qué cabría decir de Francisco? Seguramente, definiciones muy duras. Que en la práctica equivaldrían a regalarle el Papa al cristinismo.

Algunos no tenemos ese problema: el Papa, la Iglesia, las otras religiones, los gobiernos “demócratas” de Europa, el peronismo, son nuestros enemigos. Enemigos mortales, según se ha comprobado largamente.

Hablando del Papa, se espera que el domingo, en Filipinas, dé una misa ante seis millones de personas. Sacando el hecho comprobado de que siempre a la Iglesia le inflan bastante las cifras (en la Argentina es fácil: la policía y el periodismo le agregan un cero a la concurrencia real), lo cierto es que el 99 % de los que vayan son víctimas de la alienación religiosa: vivirían materialmente mejor y con mayor integridad espiritual sin ella.

¿Irían si reflexionaran sobre el credo del Santo Padre?:

Opinar, pueden. Pero lo que yo autorizo. Si no, goma.