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Con extraordinario tino, caminó durante la noche a campo traviesa, cruzó el río Carcarañá y expuso su situación en otra provincia. Gracias a eso —pienso— está con vida.
Estaba en cautiverio en un prostíbulo de Arteaga, provincia de Santa Fe, y al escapar, en lugar de ir a la comisaría del pueblo, u otra de la misma provincia, eligió ir, quizá disponiendo de algún dato, o quizás a la desesperada, a la vecina Córdoba. Y allí los policías, sorprendentemente, en lugar de “devolverla a sus dueños”, pusieron el tema en conocimiento del juez de turno, quien ordenó el allanamiento con policía cordobesa en territorio santafesino, lo cual permitió comprobar los dichos de la fugitiva, liberar a otras cinco mujeres y recolectar elementos probatorios.
¡Mi corazón está henchido de júbilo y, aunque tenía cosas para hacer, no pude dejar de escribir esto!
Es que, para mejor, escuché por radio al comisario que actuó en el procedimiento, y casi no pude creer lo que oía: su compromiso en el combate contra la trata y su visión global del problema. Por ejemplo, Fernando Bravo insistió varias veces en preguntarle si las otras mujeres halladas en el prostíbulo también eran retenidas contra su voluntad, pero el policía se negó a definir la situación en esos términos, diciendo que no puede hablarse de voluntad en el caso de estas personas que arrastran desde su mismo nacimiento una situación de precariedad, de anormalidad y de violencia.
¡Me dejó chato!
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