Nuevamente, personas aparentemente ilustradas se apuran a echarle las culpas del pillaje y la contaminación a que nos someten las mineras a “las leyes de Menem”.
Pero Menem hace diez años que no gobierna. Es más, se nos dijo que teníamos que votar a tales y cuales para derrotar a Menem. Y los votamos. Y las leyes siguen.
Y no sólo siguen las leyes, tema que se podría decir que tiene sus complejidades (que para nada justifican su perduración), sino que las autoridades siguen aprobando nuevos emprendimientos, a lo cual las leyes no las obligan.
Después de Menem vinieron:
—De la Rúa
—Duhalde
—Néstor Kirchner
—Cristina Fernández de Kirchner
Y desde 1995 se han sucedido siete composiciones distintas de las Cámaras del Congreso Nacional (ocho, con la que acaba de jurar). En catorce años no hemos podido clarificarnos políticamente para que las autoridades que elegimos nos representen y estén a nuestro servicio y no del de los negocios de las transnacionales mineras (y de los negocios de los personeros de los gobiernos con esas empresas). Esos cuatro gobiernos han mantenido la Ley de Minería y el Tratado de Complementación Minera con Chile. Ya no son “de Menem”, por lo tanto. Son menos de Menem (que ya fue) que de De la Rúa, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Y menos de Menem que NUESTRAS, también. Nosotros votamos a quienes las vienen sosteniendo durante catorce años.
La cómoda lógica de la “traición”
Si lo vemos así ya la responsabilidad no es de algún otro, sino nuestra. Ya no podemos decir, tan frescos, que “nos han traicionado”: hemos abusado demasiado de ocultar errores propios usando la lógica de la “traición”. Si nos atuviéramos a sus antecedentes, y no a sus promesas altisonantes, aquellos a quienes hemos elevado a la función pública, ejecutiva o legislativa, ¿podrían haber hecho algo distinto de lo que hicieron? ¿Lo harán sus clones, a quienes estamos regalando nuestro capital político?
Ellos no nos traicionan; son absolutamente fieles a lo que han hecho siempre.
Acá no hay una dictadura opresiva que nos imponga las leyes; los que las hacen y las mantienen son los que nosotros elegimos.
En nuestro movimiento ambiental se afirma una tendencia a seguir buscando la solución revolviendo en la basura. Vamos —como la mosca a la leche— a juntarnos con quienes nos han metido en todos estos bailes, aunque es obvio que de la basura no vamos a sacar la solución, sino nuevas derrotas y frustraciones.
Como ha sucedido ya en las ocho elecciones que ha habido desde 1995 hasta hoy.
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