“Balurdos” e irracionalismo
¿Hitler fue absolutamente perverso?: según mi criterio, sí. Pero no hay que confundir ese concepto con la aseveración de que “no hizo nada bien”. Por ejemplo, promovió la práctica social del deporte, impulsó notables adelantos tecnológicos, construyó fantásticas autopistas, difundió el turismo social interno. O sea que se puede hacer algunas cosas bien y ser absolutamente perverso, si se las hace porque son ineludiblemente necesarias para poder concretar el mal mayor.
Es exactamente el caso del balurdo, paquete de papeles inservibles recortados con el tamaño de billetes, pero que arriba incluye algunos auténticos, imprescindibles para que tras un vistazo rápido el incauto suponga que el envoltorio contiene, efectivamente, dinero. Aunque la víctima de la estafa comprara un balurdo que tuviera no solo un poquito, sino la mayor parte de dinero auténtico, en la medida que pagara por el paquete más que lo que contiene de circulante legal, la operación sería absolutamente perversa, porque el fin de ella es despojarlo, sea de poco o de mucho. Porque no es que el embaucador quiera darle al estafado unos cuantos billetes genuinos; no tiene más remedio que hacerlo para lograr su cometido.
Para que la propuesta no fuera con fines absolutamente perversos, el comprador del balurdo tendría que pagar por él una suma de dinero igual o menor a la que recibe. Si es perjudicado, en cambio, todo lo verdadero que se le dio es a los fines de arrebatarle algo de mayor valor que poseía a buen título: por ejemplo, dinero u objetos preciosos.
Son habituales las manipulaciones políticas que responden al mismo esquema, por medio de las cuales amplios contingentes sociales, a cambio de una ventaja aparente, resignan porciones de poder, de ingresos y de derechos —que retienen u obtienen los manipuladores—, o no ven satisfechas expectativas de aumentos de ingresos o mejora de derechos que los manipuladores han prometido pero no otorgan, o lo hacen tarde o devaluadamente.
“Cosa lógica” irracional
Víctor Hugo Morales define a “Clarín” como “medio absolutamente perverso” (“La Mañana”, 31-3-11, 9.05 hs., y otras numerosas veces en los últimos tiempos). Y agrega que este pensamiento, “como le consta a sus oyentes”, lo mantiene desde hace muchos años, “varios de ellos en soledad”. Pero yo recuerdo perfectamente la ardiente defensa que el uruguayo hizo de su compatriota Sábat tras los ataques que este recibió a causa de aquella caricatura en la cual la presidenta aparecía con la boca cerrada por dos tiras cruzadas: ni Sábat ni “Clarín” eran, entonces, “absolutamente perversos”. Es más, tenían aspectos virtuosos muy dignos de ser apoyados. Sin embargo, aunque los cambios en la línea editorial del diario no son apreciables desde la época en que Kirchner lo favorecía abusivamente, al igual que a todo el grupo de Magnetto, hoy es “absolutamente perverso”. Los cambios, notables para quien sigue su trayectoria, han estado del lado de VHM, y por muy buenas razone$.
Pero eso, naturalmente, no lo dirá, aunque quede a la vista por el dinero en publicidad oficial que empezó a recibir desde que se dio vuelta en el aire y pasó, de ser un enemigo estigmatizado por los lenguaraces oficialistas, a ser uno más de ellos.
Víctor Hugo, en Perfil.com del 23-03-2010, considera “cosa lógica” que le levantaran su programa “Desayuno” de Canal 7 debido a las quejas “de diputados, de algún funcionario, 'cómo tienen a ese tipo ahí que nos está dando como bolsa con el tema del campo'”. Según ese criterio, no menos lógico es, ahora que se pasó de bando, que los “diputados y funcionarios” lo restituyan a la TV y la radio de todos los argentinos y lo forren con suculentos contratos y con la publicidad oficial.
Pues no, no es lógico que los medios y los dineros públicos se usen para premiar o castigar la postura de los comunicadores. Y justificarlo, como lo hace Víctor Hugo, es una irracionalidad que el peronismo ha practicado durante toda su historia.
Lo absolutamente perverso es el irracionalismo
Por cierto que lo que lleva a la ruina a las víctimas de las estafas individuales es generalmente su propia codicia dolosa o cuasi dolosa, eso de querer aprovecharse de la supuesta urgencia o ingenuidad del tramposo. También en las estafas sociales —hablo de la política—, además de la ignorancia y falta de conciencia de los más desfavorecidos —que no saben que sus intereses están contrapuestos a los de los políticos burgueses— estas defraudaciones son posibles gracias a la fallida “astucia” de los cómodos y de los que, perteneciendo a la clase de los explotados, se obstinan en creer en milagros, y una y otra vez se guían por la idea de que “este político sí, este es un tipazo, un pingazo que me va a conseguir beneficios mientras yo me quedo mirando televisión tranquilamente”. Vender ese humo es la especialidad del peronismo, el más colosal, duradero y socialmente dañino balurdo político.
En resumen: si usted leyó hasta acá, comprenderá por qué considero al peronismo —y en particular a su versión actualmente hegemónica, el kirchnerismo— absolutamente perverso.
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