Progresistas y populistas, extasiados
Es evidente que Trump ha estudiado
con detenimiento filmaciones de los discursos de Mussolini, hasta copiar su
gestualidad a la perfección. El video*
cuyo enlace se muestra abajo es prueba de ello, cuando en un acto público azuzó
el repudio de la concurrencia contra una congresista nacida en Somalia diciendo
que “los ataques terroristas —sostiene la representante Omar— son una reacción
a nuestra participación en los asuntos de otros países”.
Los presentes vociferaron “¡enviala
de vuelta!” [a su país], y Trump les pasó la pelota: “Si no les gusta [este
país, a Omar y a las otras legisladoras contestatarias] díganles que lo dejen”. Quien —que conozca la historia argentina— no recordará cuando a Perón la multitud le
pedía “¡leña, leña”, contra los opositores, y el General propuso la acción
directa: “Eso de la leña que ustedes me aconsejan, ¿por qué no empiezan ustedes
a darla?” **.
El caso es que Trump está promoviendo
claramente una movilización fascista para escarmentar a los opositores. O sea,
no es solo gestualidad: forma y fondo van juntos.
El mundo está embobado con las chicas congresistas
No puede ignorarse la ilusión y
la simpatía que ha generado en la pequeña burguesía la irrupción en el Congreso
de EE.UU. de creyentes musulmanes o adoradores de Manitu.
Mirado por el lado de la fe, eso
parece tan positivo como que ingresen católicos, judíos, creyentes en la Tierra
Hueca o de la cofradía de 2 + 2 = 5.
O sea, nada positivo. Solo se
acentúa el protagonismo de la superstición.
Una vez más se va corriendo el
foco —él solito, no, por supuesto— que debiera iluminar las razones estructurales
de los males sociales, semejantes para toda la gente, pero termina enredándose
en particularizaciones identitarias: de nacionalidad, de religión, de color, de
sexo/género.
Ya lo dijo Maslíah: “Y mientras
tanto corren las estaciones”.
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