Un debate que solo las masas podrán saldar
Verdad concreta: Verdad fundada en el
análisis y en la generalización de las condiciones históricas concretas en las
cuales se produce cada acontecimiento, en el comportamiento de todos y cada uno
de los procesos objetivos. La verdad es siempre concreta, puesto que todo
depende de las condiciones, determinadas, del lugar y del tiempo.
“Diccionario
de la lógica”, Elí de Gortari, 1988.
Dice Marcos Rojo en su
nota “El 18 de febrero, una aventura extramatrimonial...”, Posta Porteña 1347*: “En el año 1982 me pareció correcto tratar de enlistarme, como
uruguayo civil, voluntario, para combatir en Malvinas contra el colonialismo
británico. Aún sostengo aquélla loca posición, de que para derrumbar a los
milicos genocidas había que armarse primero, ser parte de un sentido reclamo
popular, combatir contra la humillante colonización y militarización de las
Malvinas, legitimarse con ese sufrido pueblo, que soportaba la sangrienta
dictadura, y aun así ofreció sus mejores hijos a las trincheras”.
Por supuesto que no
coincido en nada de lo que postula ese párrafo. Ni siquiera en que los soldados
de Malvinas fueran los mejores hijos del “sufrido pueblo”, compasiva fórmula
que insumiría, ella sola, varias páginas de análisis. Y me rectifico: sí, coincido
en algo, en el rapto de lucidez que engloba ese todo bajo el rótulo de “loca
posición”.
Es que en el supuesto
(patológico) de que tuviéramos que enviar a nuestros jóvenes a una guerra
territorial por las Malvinas, lo primero que habría que asegurar es que la
dirección de nuestras fuerzas no estuviera en manos de los socios de los
usurpadores, ¿verdad?
Pero, por cierto, si
se va a ofrendar la vida, tiene que ser a cambio del bien más alto, sin el cual
la vida no merece ser vivida. ¿Las Malvinas son ese bien?
Lo que ofreció “el
pueblo” —no a las trincheras,
sino a los militares genocidas, para personalizarlo mejor—, fue su carencia de
conciencia política y de clase: los
hijos iban incluidos en ese
kit. En 1982 —y antes— algunos (pocos) ya nos habíamos “enlistado” en la única
guerra justa para los oprimidos y explotados: el antagonismo contra los
opresores del pueblo trabajador.
Me releo y cae sobre
mí el peso de tantos años de decir las mismas cosas. Y no a los enemigos de la
clase: con ellos no discuto. Pero Malvinas es una de las cifras de nuestra
derrota política, y seguiré dando esta pelea, aunque buscando la concisión, para
no aburrir y no aburrirme.
Pero sería injusto no
destacar la portentosa idea de enlistarse como voluntario para combatir en
Malvinas con el fin de “legitimarse con ese sufrido pueblo, que soportaba la sangrienta dictadura”, pero que
ofrecía la sangre de sus hijos por
no poder soportar la
ocupación de unos peñascos distantes.
Los de izquierda nos legitimamos ante los compañeros porque les decimos la verdad y les
cuestionamos fraternalmente sus errores. Buscamos su adhesión por la
justeza de nuestras caracterizaciones y lo eficaz de nuestras propuestas, no
por avalarle sus supersticiones políticas.
Esto puede no tener un
rédito inmediato, pero “no temer en el presente una ruptura completa con los
prejuicios dominantes es el único modo de conquistar el derecho de dar
expresión mañana a los pensamientos y sentimientos de las masas insurgentes”.
Lo dijo uno que sabía.
* http://www.postaportenia.com. ar/ - 15-2-15.
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