Los peruanos, al votar, han venido
indicando quién querían que recibiera las coimas más jugosas
La corrupción salpica (más que
salpicar, baña) a todos los gobiernos de las últimas décadas. El caso de los sobornos
que prodigó Odebrecht tiene imputados en Perú a esta seguidilla de
expresidentes:
Alejandro Toledo (2001-2006)
Alan García (2006-2011)
Ollanta Humala (2011-2016)
Pedro Pablo Kuczynski
(2016-2018)
Pero
también candidatos que no llegaron a presidente —como la hija de Fujimori—
recibieron donaciones preventivas para aceitar la relación en caso de que
fueran electos.
Uno
intuye que no sería Odebrecht la única multinacional que lograba atravesar la
sólida coraza de integridad de estos próceres.
Porque
es seguro que si los sobornos de, por ejemplo, Barrick Gold, Monsanto, Sumitomo
Metal o Repsol hubieran sido rechazados, esas empresas se habrían ofendido
mortalmente: “Cómo, ¿nuestro dinero no es bueno, acaso?”, y se habrían tirado
al piso y montado un berrinche de aquellos.
Por
supuesto, estas son cosas que solo suceden en Perú: los demás países estamos a
salvo de las connivencias entre los partidos patronales y las grandes
corporaciones (y también las medianas
y pequeñas, por qué no, si no hubiera otra cosa).
Bueno, eso es lo que yo creo, ¿o me equivoco?
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