Las corporaciones mandan. Los
gobiernos lloriquean
En Canadá, el Consejo para la Defensa de los Recursos
Naturales dio a publicidad un informe donde se queja de que las empresas
madereras estadounidenses están arrasando los bosques naturales al norte del Quebec para satisfacer la demanda de papel higiénico de sus vecinos. Estados
Unidos, con 141 rollos per cápita por año (Japón, 91; Francia, 71), consume el
20 % de la producción mundial, siendo que su población solo es el 4% del total.
Sucede que el papel higiénico que se usa en Estados
Unidos se fabrica mayormente con pulpa de la madera de los bosques vírgenes de
Canadá, siendo mínimo el empleo de otras materias primas, como papel reciclado
o fibras alternativas.
El informe citado más arriba señala que la tala de los
bosques acelera el cambio climático, desajusta los ciclos hidrológicos y
expulsa a las poblaciones que vivían en armonía con el bosque natural. Por eso
apela a las empresas productoras de papel higiénico para que desarrollen otras
tecnologías que no utilicen pulpa de madera, y a los consumidores para que
compren los productos cuya fabricación sea amigable con los bosques.
¿No es alucinante?
¡Un país soberano implora a las empresas de otro país
que no le destruyan su territorio, y pone su futuro al cuidado y la diligencia
de los ciudadanos de ese otro país, para que por medio de la elección
criteriosa de sus compras no espoleen la tala desmedida!
Pero, ¿quién les vendió (o les otorgó en concesión)
los bosques a esas empresas madereras, y no les impuso, al mismo tiempo, las
condiciones en que debería desarrollarse una explotación equilibrada y
sostenible?
Las corporaciones mandan y los gobernantes obedecen,
sin olvidarse de extender la mano para recibir sus coimas y las contribuciones
para sus serviciales partidos.
El sistema, forzosamente, funciona así. Si no le gusta, vaya pensando en otro sistema.
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