¡A los refugios: se viene la paz en Colombia!
Grabémonos
esto que dice Bittan ("Saskia 136", postaporteña 1672): “Pero todos,
izquierdas o derechas, todos festejan la paz en Colombia. Vuelven a escribir
una historia que nunca existió. La que dice que los cambios sociales profundos
se pueden lograr sin violencia. Los señores feudales fueron feroces al trote de
sus caballos. Los burgueses no dejaron títere con cabeza y todavía se
solazan en las venganzas como en Haití. Y los medios dicen que lo natural es la
paz. MANGA
DE IDIOTAS!!!”.
Lo único que le corregiría es lo de “manga de
idiotas”: ¡manga de turros!, diría yo (si hay
idiotas en esta historia, no son ellos, sino nosotros).
Pero yo voy a aguar la fiesta —si cabe— un poco más.
Voy a recordar que hace treinta años un sector de las FARC, junto a otros
grupos guerrilleros, sellaron una paz por la cual se desmovilizaron y se
integraron a la contienda política institucional con el nombre de Unión
Patriótica.
Voy a “spoilear” el final: la mayoría de sus cuadros
políticos más importantes, incluidos los candidatos a presidente, fueron
asesinados, y con ellos miles de militantes, en cantidad cercana a cinco mil:
¿se entendió? Los que aceptaron el juego de la legalidad fueron exterminados
sistemáticamente. Y no solo los reinsertados y los militantes reconocidos, sino
que el genocidio se extendió a todos aquellos que cuestionaban de algún modo
las injusticias del sistema: en un lapso de quince años el poder gobernante en
Colombia despachó, entre muertos y secuestrados que nunca aparecieron, a 20.000
opositores.
Con el pecho
estrujado, debo decir que no espero nada distinto ahora, aunque en principio
quizá no tenga características masivas, sino que se traduzca en el asesinato
aquí y allá de algunos desmovilizados, con el fin de aterrorizar al resto y
desmovilizarlos también en su actividad política legal. Sin embargo, no excluyo
tampoco un asalto sangriento a alguno de los campamentos o “veredas
transitorias” donde se concentrará a los guerrilleros que abandonen las armas,
como modo de escarmiento y advertencia.
¿Qué estoy diciendo:
que hay que agarrar los fierros (o no soltarlos)? Nada de eso.
Estoy diciendo que
ni el grupete más esforzado, heroico y capacitado de militantes de bronce podrá
reemplazar a las masas en la tarea de hacer la revolución.
Y que si lograra hacer algo con ese nombre que parezca una revolución,
no será tal, sino el engendro monstruoso de un grupo de iluminados.
Y dicho esto,
confieso que no tengo una
propuesta para
las muchachas y muchachos de las FARC que van a quedar indefensos (peor de indefensos de lo que estamos todos), y que en cuanto levanten el pío los van a
cazar como pajaritos. Por supuesto, no a
pasarse al enemigo; no a esconderse bajo las piedras; no a
ponerse al margen de la sociedad adoptando formas individualistas de rechazo. O
sea, no a aceptar dejar de ser las personas que
fueron.
Pero recuerdo a la
Unión Patriótica. ¿Entonces? No sé. El que lo sepa, que lo diga.
@juandelsur2
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