El sistema
educacional es una organización delictiva
A una maestra recién
recibida, conocida mía, que entró a trabajar en una escuela privada este año,
le dieron estas instrucciones: "Los contenidos, desarróllelos a fondo,
pero a fin de año pasan todos".
Y ella, ¿qué va a decir?
¡No, eso no lo puedo aceptar! ¡Que se hagan los máximos esfuerzos, clases de
apoyo, ayuda psicopedagógica, lo que sea, pero que el certificado de objetivos
alcanzados que yo firmo no sea una ficción, ficción que además va a colocar a
los alumnos "favorecidos" en una situación de desventaja para
aprovechar las clases en los cursos siguientes!
No: ella no puede no
aceptar lo que le ordenan. Necesita trabajar y donde vaya le van a decir lo
mismo.
Tímidamente, lo comentará
con las compañeras:
—Y, sí, es así —le dirán, con
fugaz pesadumbre—. Che, ¿quién se comió todos los bizcochitos?
Ella, con no aceptar (y no
trabajar) no va a cambiar este sistema canallesco por el cual el gobierno
obtiene lisonjeras estadísticas de escolarización, de alumnos egresados de los
distintos niveles, etcétera, y los empresarios privados no pierden alumnos por
el camino y se llenan los bolsillos.
Ambos, privados y estatales
(y no hablo solo de las autoridades, sino, también, de los docentes), prometen
desarrollar las facultades de los educandos, pero terminan limitándose a
entregar certificados al alumno que llega a fin de curso.
¿Quién está en condiciones
de denunciar y desbaratar esta estafa? Mi conocida, no, no insistan.
Los sindicatos docentes, sí.
Pero bien que, año tras año, se limitan a tratar de sacar una tajada de esta
estafa que, en términos económicos (por no hablar del capital intelectual del
país, de la ética, de la frustración social) es la más cuantiosa de la
Argentina (y mire que acá se mete la mano hasta la ingle), porque gran parte
del seis por ciento del PBI que recibe Educación se disipa en esta
hipocresía.
Por ahí, un sindicalista
docente dirá, con pesadumbre igual a la de la maestra de los bizcochitos, pero
con el ceño adusto que le marca su papel, que ese es “un gran problema”. Pero
el “gran problema” será pateado para más adelante. Un año tras otro.
Digamos, además, que esta
asociación ilícita para defraudar es la que, lejos, ostenta más miembros (¡más
que la policía, créase o no!), y bien conscientes que son de serlo.
Un cambio de mentalidad y
una mejor preparación de los docentes son procesos que demandarán su tiempo.
Entre tanto, grabémonos lo siguiente:
Los cabecillas de esta
organización criminal están en el gobierno y en los sindicatos docentes.
No
dejemos de denunciarlos y combatirlos sin tregua.
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