.Leonardo Sciascia dijo que “la mafia es un capitalismo ilegal, mientras que el capitalismo es una mafia legal”. A Kirchner sólo lo podemos ubicar a caballo de ambas categorías.
.
El 30-10, en Kaos, Rubén Kotler escribe una nota muy certera en cuanto a sus contenidos esenciales*, pero se expone a que los inescrupulosos la impugnen en bloque a causa de que incurre en resbalones notorios, como cuando es tan poco riguroso como para decir que cerca de 5.000 militantes sociales se encontrarían en carácter de presos políticos en las cárceles argentinas; o cuando —como Videla, Menem, Hebe Bonafini o Mariano Grondona— llama “desaparecidos” a los secuestrados por el gobierno de Perón-Isabel y la dictadura; o cuando, muy suelto de lengua, proclama que “no es revolucionario quien no propone siquiera la construcción de un país socialista” (¿?).
Salvando esas y algunas otras —pocas— desprolijidades, considero que recoge gran parte de lo que cabe responder al aluvión de notas que los paniaguados del kirchnerismo han publicado en Kaos y en otros sitios alternativos en días recientes, contando con la colaboración del “progresismo” latinoamericano y, sobre todo, de los escribas cubanos, siempre dispuestos a encomiar sin matices a los que no agreden a su revolución.
Por eso voy a ocuparme de una cuestión que aparece, marginalmente, en el comentario #1 a la nota de Kotler (de “hernan”, quien tiene otro —el #7— claro, sintético y contundente). Dice “hernan”, citando a Groucho Marx: “El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido”.
¿Por qué, a ciertos argentinos, esa frase no nos causa la menor gracia, siendo que es objetivamente ingeniosa e ilumina un costado absurdo de la realidad? Muy simple: porque en la Argentina es inaplicable a los Kirchner y a los peronistas en general. Si de algo carecen en sus rapiñas es de disimulo: son descarados, brutales, y estamos acostumbrados a ello.
.La codicia apremiante y la ostentación no se llevan con el disimulo
Así como quien devora con avidez no se preocupa de si hace ruido al masticar y tragar, la voracidad de los peronistas por apoderarse sin demora de cuanto caudal esté a su alcance los obliga a dejar a un lado la reserva y la minuciosidad necesarias para mantener ocultos sus desmanes. No les importa que se conozcan; les importa no ser castigados a causa de ellos. Por eso sus precauciones no consisten en mantener secretos ni sus negociados, ni su súbita prosperidad, simultánea con la función pública o en complicidad con ella. Para poder disfrutar de sus fortunas, incluso con ostentación, como lo hacen, el sigilo no les serviría: los peronistas tienen otra maña. Esta consiste en ampliar la extensión de las complicidades, hasta crear un blindaje que los haga invulnerables. Ya sabemos: la Justicia, la policía, el aparato político, las inmunidades parlamentarias, y lo que debiera estar en defensa de los intereses de los trabajadores —creadores de toda la riqueza de la cual se apropian los chupasangres—, o sea, las organizaciones gremiales. Pero me falta agregar algo más, que es quizá lo principal: la ideología de las víctimas. Me refiero con “víctimas” a quienes carecen de lo más necesario mientras otros se enriquecen con desmesura.
.El costo de la corrupción es muchísimo mayor que lo que parece
Hace poco me ocupé de este tema**, pero ahora me parece útil traer a cuento un recuerdo personal que lo ejemplifica. Al poco tiempo de ingresar en un nuevo trabajo, en conversación informal, unos compañeros me pusieron al corriente de la historia gremial del lugar. El último episodio relevante había sido el de un delegado que agitó al personal en función de un problema existente, llevando a los trabajadores a un enfrentamiento con la empresa. En este punto el delegado dividió, traicionó, condujo la lucha a la derrota y renunció previo pago de una suma interesante para un asalariado. Los comentarios de los participantes en esa charla eran de admiración porque logró arrancarle a una patronal mezquina un monto significativo: “¡Cómo los cagó!”; “¡ese sí que la hizo bien!”; “¿sabés yo?, ¡mama mía, si soy yo, les hago un agujero más grande, les hago!”, etcétera.
Aparte del juicio que nos merezca la conciencia de clase de estos asalariados —no eran de izquierda; adivine qué ideología padecían—, hay que consignar su inocencia respecto de la ecuación económica subyacente en la cuestión: para que la empresa se desprendiera de esa suma para sobornar al dirigente gremial, debía obtener un ahorro por lo menos diez veces mayor en el costo laboral que le habría representado acceder a la demanda de los trabajadores. Ese monto, en dinero o traducido en condiciones de labor, lo perdieron los compañeros.
.¿Disimular? ¿Para qué?
Muchos necesitados y carecientes dicen de los KK “estos al menos te tiran algo”, sin reparar en que su situación menesterosa, coercible, es consecuencia de las políticas de este gobierno y de los anteriores del mismo signo. Kirchner fue el delfín de Duhalde, así como había sido un aliado firme de la política de Menem. La ruptura —por el momento— del peronismo está originada en la división de la burguesía: a grandes rasgos, los intereses ligados al sector productivo agropecuario, frente a los de quienes le deben todo al kirchnerismo: contratistas del Estado, multinacionales mineras, telefónicas, etc., sectores empresarios subsidiados, el juego, el “capitalismo de amigos”. Pero todos podrían encontrar un punto de equilibrio, aunque sea transitorio, en el cual las ventajas y privilegios se repartan de un modo que los conforme, siempre a costa de los explotados. Si estos no rompen la losa ideológica peronista que los aplasta, entonces el resultado será varios años más en los cuales una gran parte de los argentinos vivirán y morirán en la penuria, como sucede ahora.
Estar supeditados a las migajas es el precio que pagamos por transigir con los que “al menos te tiran algo”: los “planes”, las cooperativas, los microcréditos y microemprendimientos son medios para construir un aparato clientelista con fines no sólo electorales, sino de producir divisiones entre los sumergidos que facilitan el logro de la “gobernabilidad” de que hace gala el peronismo.
.Groucho vs. Karl
He intentado demostrar cómo la frase de Groucho Marx, citada por “hernan”, no se nos aplica. Ahora dejo a la consideración de los lectores la que transcribe otro Marx —Carlos— en “El capital”, que sí me parece que retrata el proceder de nuestra casta política y sus patrones capitalistas: "El capital se vuelve audaz si la ganancia es adecuada. Con el 10% asegurado, se lo puede colocar por doquier; con el 20% se torna vivaz; con el 50%, posiblemente temerario; por un 100% pisotea todas las leyes humanas, y por un 300% no existe ya crimen al que no se arriesgue, aun al pie del patíbulo".
El caso es que para los KK y su séquito incluso el 300% es una bagatela. Así que, calcule: ¡otra que “disimulo”!
.
2 comentarios:
Che salamin, deja de spamear tu blog, a nadie le calienta.
Dios mío el comentario de arriba, expresa tal cual lo que se escucha de los repetidores de hoy. Hoy tienen ese cassette, como tuvieron otros en gobiernos anteriores. Por mi parte, aplaudo gran parte de tu post por razonado e inteligente. Saludos
Publicar un comentario