lunes, 31 de mayo de 2010

Filosofía: qué es, para qué sirve

. Rosa Luxemburgo

...hace años tuve una disputa con ciertos filósofos porque negué que la filosofía tuviera un objeto especial. Los filósofos se irritaron mucho y declararon que si se le arrebata a la filosofía su objeto propio, se la niega al mismo tiempo como ciencia. Toda ciencia tiene que poseer un objeto propio determinado y bien definido. ¿Cuál era, pues, según la opinión de estos filósofos, el objeto de la filosofía? Eran las leyes generales del movimiento de la materia, leyes generalísimas, más generales que las de la física teórica, más generales que las formulaciones con las cuales cualquier ciencia pueda captar en su campo las leyes del movimiento de la materia. En esas leyes generalísimas no aparecen átomos, ni seres vivos, ni cargas eléctricas, nada absolutamente que pueda estudiarse en algún laboratorio o manipular concretamente de cualquier otro modo. Lo único que aparece en esas leyes es, por lo visto, lo "Aún-Más-General". Tal sería el objeto de la filosofía. Sigo hoy sin dejarme convencer por esas explicaciones. La verdad es que mi modo de expresarme en aquella ocasión fue aún muy deferente. Dije: La filosofía tiene como objeto a todos los objetos, pero sólo por la mediación de las diversas ciencias que estudian cada objeto. Con ello expresaba yo la opinión de que la filosofía sólo es concebible, de que sólo se consigue una comprensión profunda de los problemas filosóficos si se entiende concretamente mucho de algunos terrenos, al menos, de la realidad. Pues algo hay que saber del mundo real. No es posible que se pueda saber directamente del mundo como un todo, directamente de la totalidad. Hay que haber experimentado concretamente el mundo en un terreno al menos, ya sea el de alguna ciencia especial, como la física, la matemática, la biología, la historia, etc., ya sea el terreno concreto de alguna otra actividad real. Sólo los que son capaces de captar la vida de algún modo, científicamente o también de un modo artístico, en forma de construcción poética, o de arte plástico, o como actividad política, sólo el que es activo e interviene en la vida, sólo el que hace algo para cambiarla, cobrando así conocimiento y experiencia, sólo esos hombres son capaces de entender con sentido la problemática filosófica. Pero el que se encierra con unos cuantos libros a estudiar filosofía en su casa, se aprende las leyes más generales del movimiento de la materia —de memoria—, un catecismo de categorías dialécticas, y luego sale de su habitación, ése se encuentra de golpe con un mundo que en realidad no sabe por dónde asir. Hablando de toda la filosofía del pasado, que se ha limitado a reconstruir retrospectivamente el mundo en la cabeza, Marx dice en una célebre tesis sobre Feuerbach que los filósofos suelen interpretar con falsedad profunda: "Los filósofos se han limitado a interpretar diversamente el mundo. Pero lo que importa es transformarlo". La filosofía viva que se pone a prueba y actúa, como dice Engels, en las ciencias, no es sólo la sistematización de nuestro concebir el mundo en su contradictoriedad y en su hermosura fantástica: es además filosofía activa precisamente por no ser un sistema de proposiciones generales, sino consciente método dialéctico que concibe el mundo, en su contradictoriedad, como unidad sin restricciones; esa filosofía no es sistema del mundo, sino concepción o visión del mundo. Ella vive en todos nosotros, se transforma con el flujo de nuestro conocimiento, crece con nuestra capacidad de transformar el mundo, es activa, no se limita a interpretar, sino que opera y resuelve los problemas aferrándolos concretamente. No parte de lo general, sino de lo singular y particular, y de allí va hacia lo general. Descubre la dialéctica concreta en las conexiones reales, y no cree que el mundo se gobierne por lo que ocurra en una cabeza humana, sino todo lo contrario. Esto es precisamente su materialismo.

.Robert Havemann, “Dialéctica sin dogma”, Barcelona, Ariel, 1967.
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viernes, 28 de mayo de 2010

Especies extinguidas

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San Jorge vs. el Dragón: un combate hoy difícil de repetir.

Hablo de las que existieron hasta no hace muchos siglos, para maravilla de naturalistas, hombres de fe y trotamundos, quienes nos dejaron de esos prodigios detalladas descripciones en obras científicas y religiosas y en relatos de viajes. En su desaparición, en general, no tuvo que ver la actividad depredadora y destructiva del hombre, sino que fue a causa de errores de diseño y programación que hoy nos parecen inconcebibles.
Algunas de esas formas frustras, muchas veces efímeras, son las siguientes:
Sirenas: Busto de mujer y cola de pez, fueron muy populares, pero, sin embargo, se extinguieron a causa de inexplicables omisiones anatómicas que no voy a detallar para no incursionar en detalles íntimos.
Unicornios: Cuerpo de caballo, patas traseras de gacela, rabo de león y barbas de macho cabrío, de cuya frente partía un cuerno largo y espiralado. A todas luces, un animal hecho con sobras. Para más datos, el cuerno permitía detectar venenos, si eran vertidos en su interior, por lo cual eran muy buscados para ser usados como vasos para beber. Aquí sí el interés de los humanos hizo que se los cazara sin piedad hasta borrarlos de la faz de la Tierra. Lástima.
Grifos: La mitad de abajo, cuerpo de león, y la mitad superior, de águila. La desproporción era tal que estos simpáticos palmípedos invariablemente se estrellaban al intentar decolar.
Centauros: Caballos con torso de hombre. Con perspicacia, se postula que su extinción se debió a la falta de centauras, de cuya existencia jamás se tuvo noticia.
Dragones: Reptiles alados que, para peor, escupían fuego. En sus juegos amorosos, cuando el dragón y la dragona se besaban se reducían mutuamente a cenizas: paradójicamente, perecieron por demasiado fogosos.
Esfinges: Tenían cuerpo de león, alas de ave y cabeza y pecho de mujer. Si hubiera llegado a tiempo, la clonación podría haber conseguido la perpetuación de esta decorativa especie unisexual. Pero no.
Basiliscos: Especie de serpientes, capaces de causar la muerte con la mirada —o con su silbido, según otras respetables personas, que no van a andar mintiendo—, nacidas de huevos puestos por gallos y empollados por sapos. Hoy los gallos perdieron esa afición (pese a las voces que esporádicamente aún los animan a que “pongan huevos”), y los sapos también olvidaron el paciente arte de empollar, así que estas peligrosas mascotas ya no abundan, a Dios gracias.

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viernes, 21 de mayo de 2010

Idiotización: una guerra en todos los frentes

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La ciudad de Buenos Aires y sus aledaños deben de tener en lo referente a la dinámica de los fenómenos atmosféricos características que hacen que éstos sean de difícil previsibilidad, porque los pronósticos del Servicio Meteorológico Nacional y los privados tienen porcentajes de error muy altos. Pero estos desaciertos son aún mayores en las previsiones de los pronosticadores que desde hace un buen tiempo ha incorporado Radio Continental. Lo que ellos anuncian tiene tanto valor como tirar una moneda al aire y atenerse a que salga cara o ceca. Si anuncian buen tiempo, el oyente tanto puede preparar el bolsito e irse a la playa, como guardar el auto en un refugio antiatómico y comprar en el corralón una reposición completa de tejas para su techo antes de que aumenten, porque podrían caer granizos del tamaño de pomelos. Supongo que estos muchachos no deben tener ni satélites propios ni una pluralidad de estaciones meteorológicas de su pertenencia repartidas por la Argentina y países vecinos, además de una central en su casa con todos los aparatos necesarios y las poderosas computadoras que hoy se utilizan para procesar la enormidad de datos de que se dispone. O sea que para sus profecías ellos elegirán algún pronosticador o harán un mix de unos cuantos. Bueno: raramente la pegan.


¿Mala suerte? No creo. Dicen —los dos— cosas como ésta, en el informe que han preparado y traen escrito para leer luego de las noticias: “Sha shegó el frente frío, que está originando shuvias y shoviznas, que durarán hasta el día martes”. ¿Qué otra cosa puede ser “martes” que un día, si están hablando precisamente del pronóstico para el día de la fecha y los sucesivos? Pero no: invariablemente dicen “el día de hoy”, “el día de mañana”, “el día jueves”, cosa que podría explicarse en alguien que está improvisando y mete comodines para darse tiempo a pensar, pero no en quien trae un texto preparado. Por ejemplo, hoy (20/5), dicen que las “shuvias” serán más fuertes “el día domingo y lunes”. ¿Hay un día “domingo y lunes”? Por eso, su propensión al error no es casualidad, sino a causa de una ineptitud rayana en el retardo mental.

Ellos habían pronosticado buen tiempo hasta el viernes inclusive, pero, ayer, ya a la tarde estuvo nubladísimo y una niebla densa —imprevista por ellos— invadió la ciudad, esta madrugada lloviznó y hay una humedad del 384%: si esto es buen tiempo yo soy Martina Guzmán (¿la vieron en "Carancho"?).

A quien no le dan las neuronas para no incurrir en anacolutos cuando ha tenido tiempo para redactar decorosamente un breve informe, no le pueden dar, tampoco, para realizar tareas más complejas. Pero supongamos que estos “meteorólogos” de Radio Continental fueran infalibles: ¿por qué darles a ellos a leer sus conclusiones, si son incapaces de pronunciar nuestro idioma adecuadamente? Se trata de radio, donde la dicción correcta se tenía por importante. Pero ya no lo es y, repito, no es casual, porque los medios en general se han convertido en todos los órdenes en instrumentos de idiotización. Y Radio Continental, a la cabeza. Veamos otra área, los despropósitos que pueden oírse en sus “informes de tránsito”: “Chocaron un auto y un motociclista”; “El asfalto está mojado por efecto del clima”; “Chocó un micro y tres autos”; “Choque entre un taxi y un auto”; "Un ciclista fue atropellado por un vehículo; éste resultó gravemente herido"; “Hay que tener mucha precaución porque la visibilidad en estos momentos alcanza a sólo 200 kilómetros”. Muy pocos oyentes, hoy, se sobresaltan al oír semejantes barbaridades. Les resbalan. El intento ha tenido resultado.


Lo esencial para los medios de comunicación (y también para el cine y la literatura al servicio del statu quo) es acostumbrar a nuestro cerebro a que sea incapaz de distinguir y rechazar lo absurdo.


Logrado esto, hacernos creer las mentiras que les convienen es un paseo.

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lunes, 17 de mayo de 2010

¡Lo que viene, lo que vieeneee...!

. Kaos (modificado)
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El comodín de “los mercados”


Para el oficialismo y para los partidos que aspiran a sucederlo, las reacciones de los mercados siempre avalan sus respectivas posturas. Por ejemplo, para el gobierno, si van para arriba, interpreta que es una señal auspiciosa para la economía y, consiguientemente, para los ciudadanos, y si caen es que la enérgica distribución de la renta que encara el gobierno disgusta a los sectores del privilegio. Conclusión: suban o bajen, debemos venerar a nuestros gobernantes. Para sus competidores (de los otros partidos del sistema, imaginativamente llamados "la oposición"), exactamente al revés: si los mercados reaccionan positivamente a alguna medida oficial es que el gobierno les otorga más ventajas a esos sectores privilegiados en desmedro de los intereses de las mayorías, y si muestran índices negativos es que todo se hunde y al pueblo, que es el más indefenso, le esperan desocupación y terribles privaciones. Para la “oposición”, entonces (palos porque bogas, palos porque no), siempre está todo mal.

¿Hay otra mirada posible, que no sea la que nos inculcan los partidos patronales? Sí: los mercados reflejan, mayormente en clave especulativa, las perspectivas de los negocios de los grupos y sectores dominantes de la economía, y cuando expresan beneficios sólo residualmente —y no siempre— se traducen en consecuencias que se derraman hacia los trabajadores y las franjas menos favorecidas de la población. Nosotros no tenemos que mirar los índices bursátiles, los precios de los commodities o las cifras de ventas de automóviles cero km como si nos concernieran: tenemos que mirar el poder adquisitivo del salario y de las jubilaciones y pensiones, el presupuesto de salud y educación y, aún, un poco más allá: el avance de nuestra independencia ideológica respecto de los partidos burgueses, la capacidad de coordinación de nuestras luchas y los progresos en la recuperación de las organizaciones gremiales por los verdaderos representantes de los trabajadores.

Esos son los signos e indicadores que deben interesarnos y sobre los cuales podemos y debemos actuar.
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