miércoles, 16 de febrero de 2011

Noticia del mundo real

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El dedo acusador.
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Un trabajo que te come la vida de a pedazos —literalmente—, pero que hay que conservar silenciando aun los hechos más terribles. Un empresario (y no hay más que decir).

El lugar:
—Una rotisería en Alta Gracia, provincia de Córdoba, República Argentina.
Los protagonistas:
—El dueño (empresario nacional, un pyme bien argento)
—Una empleada que preparaba el relleno para las empanadas
—Un comedido
—Un cliente
—Una empanada

La empleada picaba carne en la máquina cuando, en un descuido, esta le arrancó un dedo.
Mientras la mujer, al borde del desmayo, llora a mares por el dolor físico y también por haber quedado mutilada, hay quienes tienen otras preocupaciones. Uno le pregunta al dueño:
—¿Y qué hacemos con el relleno? ¿Lo tiramos?
—No, qué lo vas a tirar, si ya está todo molido. Es carne. Carne fresca.
(Telón rápido.)
Título de la obra: “Un país en serio”.


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Encontró un dedo en una empanada
En Alta Gracia, un joven se llevó una sorpresa de mal gusto.

16.02.2011 08:20
Un joven de la ciudad cordobesa de Alta Gracia aseguró que encontró un dedo humano dentro de una empanada comprada a una rotisería local, que había sido arrancado a una empleada del comercio mientras picaba carne en una máquina.
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El extraño caso fue denunciado hoy por un muchacho identificado como Alejandro Iriarte, quien hace dos semanas concurrió a un local de comidas cercano a su casa para comprar tres empanadas.Un trabajo que te come la vida de a pedazos —literalmente—, pero que hay que conservar silenciando aun los hechos más terribles. Un empresario (y no hay más que decir).
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Según Iriarte, mientras masticaba uno de los pasteles, sintió algo duro y, al escupir sobre un plato el bocado, descubrió que, entre la masa y las aceitunas había una uña humana. El joven indicó a la radio Cadena 3 que, en un principio, pensó que se trataba de una uña postiza, pero al observar atentamente el relleno descubrió la primera falange de un dedo.Iriarte aseguró que inmediatamente se descompuso y empezó a vomitar. "No sabía qué pensar, cómo había llegado eso ahí. Me mejoré un poco, lo envolví, me fui a la rotisería donde había comprado la empanada y le mostré al dueño lo que había pasado".
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El cliente destacó que el propietario del establecimiento le pidió disculpas y ofreció indemnizarlo devolviéndole el dinero correspondiente a las tres empanadas. "Le dije que no, que tuviera más cuidado la próxima vez. Salí y me fui", precisó Iriarte, quien destacó que, pocos días más tarde, se enteró de que una de las empleadas de la rotisería había perdido un dedo mientras manipulaba la picadora de carne.
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"Me contaron que una chica estuvo trabajando con una picadora, metió la mano de más y se arrancó el dedo", contó, y precisó que no realizó ninguna denuncia en la municipalidad para evitar que "alguien se quede sin trabajo. Ahora me lo tomo con gracia y hacemos todo tipo de chistes".
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Fuente: DyN.
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martes, 8 de febrero de 2011

La mala conciencia del Orákulo


Algunas observaciones sobre la ética de VHM

Parece mentira que quien tiene altos ingresos —bien ganados, si consideramos el favor del público— por programas en radio y TV y columnas en medios gráficos (además de agarrar, ahora, plata grosa del gobierno) no pueda sustraerse a la mezquina tentación de pichulear en sus programas con avisos fuera de las tandas publicitarias… en abierta violación de la Ley de Medios de la cual se declara ferviente partidario y admirador. Esta codicia sin escrúpulos define a las claras el pelaje moral de la reciente adquisición (nunca mejor aplicada esa palabra) del kirchnerismo: el Orákulo de Cardona, el Prócer, Víctor Hugo Morales.
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Voy a los detalles: VHM es proclive a transparentar que tiene mala conciencia, lo cual es un mérito en un ámbito —el de la política y los medios— en que son contadísimos los que tienen conciencia, ya no digo buena: ni siquiera mala. El caso es que, como se sabe, se ha puesto en vigor la norma que establece que en los medios audiovisuales la publicidad deberá ser emitida encapsulada en un segmento específico, del cual debe anunciarse el principio y el fin. Pero VHM, como algunos otros conductores, tiene su propio arreglito con la radio y varios avisadores, por el cual pasa publicidad en tiempo de programación —llamémoles “chivos”— infringiendo la misma ley cuyo cumplimiento reclama a otros con severas peroratas.
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Aunque no menciona que su aclaración sea en respuesta a alguna objeción —si algún oyente mandó un mensaje en tal sentido, no lo van a difundir—, de las tres veces que últimamente sintonicé su programa durante un rato, dos de ellas dijo, cubriéndose al leer esos avisos, que lo que estaba diciendo era publicidad, “pero también es información”. Una coartada de una indigencia abrumadora, pero que a él le sirve para quedar en paz con su ya mencionada mala y, por lo visto, muy indulgente conciencia: desde ya, toda propaganda, poniendo voluntad, puede ser equiparada a información, ya sea “Coca-Cola refresca mejor”, “Si es Bayer, es bueno”, o la que a usted se le ocurra. Lo que sucede es que VHM es consciente de que el número, extensión y reiteración de esos avisos ilegales no pueden pasar inadvertidos para los oyentes de su programa: Joyerías Ricciardi, alimentos para animales domésticos Raza, cristales ópticos de neodinio, Pipeta Fipro, Termos Lumilagro, Anteojos Francioni, filtros para bombillas Maxfil, son los que recuerdo.
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Otras veces es la vida cruel la que lo obliga a justificarse (a él, repito, porque otros, en su lugar, ni a las piñas), como sucedió con el “gol” en offside de Tévez contra México, en el mundial de Sudáfrica. “Ahora están pasando las repeticiones por TV, y es comprensible que los mexicanos estén protestándole sobre todo al juez de línea” [transcribo de memoria], dijo VHM al ver que las imágenes en los monitores de su cabina y en las pantallas del propio estadio se encarnizaban en probar que la colocación de Tévez era inválida no por una cuestión de centímetros, sino de metros, circunstancia que él soslayó, pese a que en sus relatos nos tiene acostumbrados a que dilucida en las áreas acciones más confusas, fugaces y milimétricas. Lo que pasó es que el gobierno le paga a Víctor Hugo —y, en particular, puso la plata para que relatara el mundial— para que vea todo en positivo, “tudo bem”, no para que ande husmeando offsides en los goles de la selección de la patria, dirigida, para más datos, por un mimado del régimen.
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Cuando el Orákulo se apercibió de que era en vano intentar ocultar lo que el mundo entero estaba viendo, quiso salir él del offside y para ello improvisó una justificación muy desafortunada, diciendo que “desde la posición en que estamos no es posible advertir si existió tal infracción”. Ese fuera de juego de varios metros sólo puede no verse si uno está encerrado en un excusado en lo más profundo debajo de las tribunas. Y si uno es relator y desde su cabina no tiene una visión suficiente de los arcos y las áreas chicas, de verdad lo digo, no sé qué hace ahí.
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Hay otro remilgo moral —y funcional— de Víctor Hugo —con esto termino, por ahora— que es el de no resignarse a asumir su condición de adulón del gobierno. Quiere mantener la pose de independiente, y esto es comprensible, tanto para no traslucir que ha sido cooptado, como para que su visión color rosa del país tenga credenciales de ecuanimidad. “Lo tenemos a los saltos, este año, llamándolo a cada momento, pero usted comprenderá que está en un lugar de la escena política que demanda nuestra consulta reiterada”, le dice como saludo VHM a Binner el lunes 7/2 [hasta “comprenderá” es literal; lo que sigue es fiel al sentido pero no alcancé a copiarlo textualmente]. Si es cierto que “lo tiene a los saltos” y lo “llama a cada momento”, no hay razón para apelar a la comprensión de Binner, puesto que, ¿qué más quiere un político que poder dirigirse gratuitamente a una amplia audiencia? Y si no es cierto, ¿podría acaso su interlocutor contradecirlo, por ejemplo, precisando “bueno, no es para tanto, son tres llamados en los treinta y ocho días que van del año”? Queda claro, entonces, que no son palabras dirigidas al santafesino, sino que Víctor Hugo lo usa ante la audiencia como fiador forzado de que es un comunicador imparcial, que pone su micrófono a disposición de los opositores con extrema asiduidad.
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Un lince, el Orákulo.
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Pero veremos en otro envío que no siempre le salen las cosas tan bien.
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