viernes, 16 de julio de 2010

La gente: modos de uso

L.
La gente va muy bien

La gente va muy bien en cualquier acto público
para llenar la cancha
y hacer la ola.
La gente va muy bien para ilustrar catálogos,
para consumir mitos
y seguir la moda.

La gente va muy bien para construir pirámides,
para tirar del carro
y hacer el amor.
La gente va muy bien para formar ejércitos
y para dar ambiente:
¡Viva la gente…!

La gente va muy bien para contarles cuentos,
para darles porrazos
y venderles ungüentos.
La gente va muy bien… La gente va muy bien
para decir que "SÍ",
para decir "AMÉN".

La gente va muy bien como ejemplo de bípedo
que llora, se enamora
y usa zapatos.

La gente va muy bien para suscribir pólizas,
acatar las consignas y pagar el pato.
La gente va muy bien como dato estadístico,
anónimos comparsas
de este culebrón.
La gente va muy bien, yo puedo asegurárselo.
Conozco a esos plebeyos...
¡Soy uno de ellos...!

La gente va muy bien para aplaudir al jefe,
animar el paisaje
y preservar la especie.
La gente va muy bien... La gente va muy bien,
para decir que "SÍ"
para decir "AMÉN".

La gente va muy bien... La gente va bien.
La gente va muy bien, pero que ¡muy bien!
La gente va muy bien para decir que "SÍ"
y por eso, TAMBIÉN,

la gente va muy bien para enjugar las lágrimas,
para darse un abrazo
y entrar en calor.
La gente va muy bien para vencer obstáculos,
para darnos sorpresas,
recobrar la memoria y emplear la cabeza
para cambiar la historia
y unidos buscar el camino que lleva al Edén.

La gente va muy bien.

Joan Manuel Serrat.
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domingo, 4 de julio de 2010

Matete mental de máxima pureza

. Forges (modificado).

La Volpe formuló “aclaraciones” acerca de sus expresiones en el sentido de que en el partido entre los seleccionados de México y de la Argentina prefería que ganaran los primeros:

"Si dije que quería que ellos ganaran fue porque sé que para México es dificilísimo. Si Argentina pierde no pasa nada, todos siguen siendo figuras, pero en México hay 100 millones de personas que quieren salir del estancamiento."

¿Quiénes son los “todos” que siguen siendo figuras aunque el seleccionado argentino pierda? ¿Los cuarenta millones de argentinos?
Más bien, parece que se refiere a los jugadores. Sin embargo, al mismo respecto, ya no habla de los cracks futbolísticos de México, sino que por arte de magia aparecen “100 millones de personas que quieren salir del estancamiento”, y que para ello requieren de un triunfo de su seleccionado.
¿Será verdad que si los sumergidos se alucinan frente a los televisores, se compran la remera “oficial” de su selección y se enajenan en la suerte de hiperprofesionales cuya situación es la antítesis de la de ellos, se ponen en camino de salir del estancamiento?
¿O será todo lo contrario?
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La ensoñación del muchacho peronista

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El que no salta es un holandés

. Ellos no eran holandeses, seguro.

El viernes 2 Buenos Aires fue invadida por holandeses saltando. Y tocando bocina. Y haciendo sonar las cornetas. Y abrazándose.
Vendedores de panchos, comerciantes, alumnos de universidades y colegios, barrenderos...
No parecían holandeses, pero andá a saber.
Yo también prefería que ganaran los holandeses, porque un triunfo futbolístico relevante es menos devastador para ellos que para nosotros, los del Tercer Mundo, que reunimos la doble condición de enajenados y hambreados.
Pero al presenciar las explosiones de alegría que provocaron en las calles el segundo gol holandés y el final del partido comprendí que subestimé la capacidad de mis compatriotas de rebajarse y de infligirse daño a sí mismos.
Vi, una vez más, ese regocijo enajenado, esa alegría por el mal ajeno, envidiosa y enferma, que proclama —y remacha— la propia inferioridad.
Los mismos que se llenan la boca con la hermandad latinoamericana, con la insondable distancia entre el Sur explotado y el Norte expoliador, estallaban de felicidad ante la derrota de los vecinos morochos.
—Vos no entendés nada, gilito. ¿No sabés la pica que tenemos en fútbol con los brasucas? Lo otro es aparte.
¡Ah!, ¿es aparte? ¿Quiere decir que sería legítimo, también, desear que pierda el seleccionado argentino para que ganen los argentinos (de abajo)? Es bueno que lo digan.
Hace 32 años, millones de argentinos, con la cara desfigurada por la idiocia, cantaban “el que no salta es un holandés”: los holandeses eran los que se habían retirado de la cancha de River sin recibir sus medallas, dejando a Videla con su mano ensangrentada tendida.
Y ahora somos todos holandeses, porque ellos les ganaron a los “brasucas”, a los “macacos”.
Los argentinos somos unos piolas bárbaros.

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