viernes, 28 de mayo de 2010

Especies extinguidas

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San Jorge vs. el Dragón: un combate hoy difícil de repetir.

Hablo de las que existieron hasta no hace muchos siglos, para maravilla de naturalistas, hombres de fe y trotamundos, quienes nos dejaron de esos prodigios detalladas descripciones en obras científicas y religiosas y en relatos de viajes. En su desaparición, en general, no tuvo que ver la actividad depredadora y destructiva del hombre, sino que fue a causa de errores de diseño y programación que hoy nos parecen inconcebibles.
Algunas de esas formas frustras, muchas veces efímeras, son las siguientes:
Sirenas: Busto de mujer y cola de pez, fueron muy populares, pero, sin embargo, se extinguieron a causa de inexplicables omisiones anatómicas que no voy a detallar para no incursionar en detalles íntimos.
Unicornios: Cuerpo de caballo, patas traseras de gacela, rabo de león y barbas de macho cabrío, de cuya frente partía un cuerno largo y espiralado. A todas luces, un animal hecho con sobras. Para más datos, el cuerno permitía detectar venenos, si eran vertidos en su interior, por lo cual eran muy buscados para ser usados como vasos para beber. Aquí sí el interés de los humanos hizo que se los cazara sin piedad hasta borrarlos de la faz de la Tierra. Lástima.
Grifos: La mitad de abajo, cuerpo de león, y la mitad superior, de águila. La desproporción era tal que estos simpáticos palmípedos invariablemente se estrellaban al intentar decolar.
Centauros: Caballos con torso de hombre. Con perspicacia, se postula que su extinción se debió a la falta de centauras, de cuya existencia jamás se tuvo noticia.
Dragones: Reptiles alados que, para peor, escupían fuego. En sus juegos amorosos, cuando el dragón y la dragona se besaban se reducían mutuamente a cenizas: paradójicamente, perecieron por demasiado fogosos.
Esfinges: Tenían cuerpo de león, alas de ave y cabeza y pecho de mujer. Si hubiera llegado a tiempo, la clonación podría haber conseguido la perpetuación de esta decorativa especie unisexual. Pero no.
Basiliscos: Especie de serpientes, capaces de causar la muerte con la mirada —o con su silbido, según otras respetables personas, que no van a andar mintiendo—, nacidas de huevos puestos por gallos y empollados por sapos. Hoy los gallos perdieron esa afición (pese a las voces que esporádicamente aún los animan a que “pongan huevos”), y los sapos también olvidaron el paciente arte de empollar, así que estas peligrosas mascotas ya no abundan, a Dios gracias.

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