jueves, 8 de noviembre de 2012

¿Ni "oligarquía", ni "neocolonialismo progre"?


Llegó el 8N: ¿y ahora?

Primero, empecemos por ponerlo en su lugar: el 8N son unas horas en nuestra vida. Que tendrán su influencia, pero no bastan para que la decisión que adoptemos determine el futuro del país y el nuestro. El 8N (también para quienes lo rechazan) es un momento en una construcción que abarca todos nuestros días, desde el primero hasta el último. O sea, no nos releva de otros y más profundos compromisos.
Segundo, hay que verlo como un montaje colectivo, y que, como tal, tendrá aspectos con los cuales coincidiremos y otros con los cuales no. Forzosamente, habrá que sopesarlos, lo cual no significa que tengamos que pensar binariamente, pero sí que nuestro matizado análisis tendrá por resultado una alternativa: salimos a la calle, o no.
Para mí es un dilema, porque muchos de los convocantes levantan banderas reaccionarias a las cuales no quiero favorecer con mi presencia. Pero, por el otro lado, el gobierno nos ajusta cada vez más la soga alrededor del cuello, mientras su política de saqueo y depredación nos arrastra a un precipicio como nunca hemos conocido en nuestra historia, porque no solo es devastada la economía, sino que nos envenena a nosotros, y a nuestro suelo, nuestra agua y nuestro aire.

Entonces, vuelvo al principio: la decisión de manifestarnos, o no, es una de las muchas que tenemos y tendremos que tomar. Y más importante que tomar una resolución es hacerlo reflexivamente. Para ello voy a pedirles a los queridos y admirables compañeros de las asambleas ciudadanas riojanas que me ayuden a pensar. Ellos emiten hoy una declaración que titulan “8N: Ni oligarquía ni neocolonialismo progre”. Y más allá de que su decisión de no sumarse pueda ser muy correcta, parten de bases falsas: no hay una “oligarquía” —como la conciben— enfrentada a un neocolonialismo “progre” inexistente. Los saqueadores hoy están haciendo sus rapiñas gracias al peronismo (que no es “progre”, sino en aspectos no estructurales), y no merced a acuerdos con aquella “oligarquía”. Que, fijémonos en este dato revelador, está presente en el título... pero no en el desarrollo. Por una razón muy simple: si tuvieran que definirla no podrían aludir a cien o quinientas familias aristocráticas, sino a una famiglia presidencial y su camarilla de chambelanes y consejeros, un selecto grupo de funcionarios con poder de enriquecer o fundir, veinte gobernadores, unos cuantos intendentes de comunas grandes como provincias y un puñado de amigos-testaferros del poder. Esa es la oligarquía, hoy, y es la impulsora en la Argentina del neocolonialismo, el extractivismo y la acumulación por desposesión. Por lo tanto, plantean una alternativa entre dos entes imaginarios, que en realidad es uno solo, y ni parecido a estos, el cual, si lo definieran correctamente, los determinaría a la decisión contraria.

Yo no voy a exponer mi resolución respecto de la convocatoria de hoy, porque no la tengo y no la tendré hasta la hora señalada. Pero puedo colaborar, como lo he hecho más arriba, intentando despejar algunas confusiones. Y la más peligrosa, como que lleva casi setenta años de acción tóxica, es que el peronismo es amigo de los humildes, siendo que es sirviente y cómplice de los patrones. Porque no hay nada capaz de hacer más daño a los trabajadores y los humildes que el peronismo. No porque no haya otros nódulos de pensamiento más derechista y de ideas más retrógradas (que los hay, y hoy estarán manifestándose), sino porque estos son políticamente impotentes, ya que jamás podrían alcanzar ninguno de sus objetivos sin el apoyo o el consentimiento del peronismo. Más, aún, sin la existencia misma del movimiento creado por Perón y Evita.

No la voy a hacer larga ahora dando ejemplos de esto, porque prácticamente durante años no he escrito de otra cosa. Así que nos veremos —o no, quién sabe— esta tarde en calles y plazas.

Pero donde seguro nos encontraremos será allí donde haya compañeros dispuestos a mirar la realidad de frente.

 

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