sábado, 10 de enero de 2009

Carta abierta a la Agencia Walsh

Piedad, muchachos

Piedad para las neuronas de los que estamos en la base del sistema (y más abajo, aún): las necesitamos. Para reconocer la realidad, para pensarla, para cambiarla.
Piedad para el idioma: de ahí salen los conceptos y las categorías que después las neuronas —cien mil millones (pobrecitas, tan poquitas para un mundo tan grande y complejo)— relacionan por medio de las sinapsis, en el intento de tener disponible para el pensamiento una representación confiable de las cosas.
Cuando en una constelación ideativa se introduce un concepto con un valor equivocado —o tan siquiera equívoco— no es como en una máquina, a la cual un engranaje de otra medida hace que no funcione o se rompa, pero todo ese sistema funciona mal y entrega resultados no seguros.
Si una persona no alcanza a entender la diferencia entre decir "no se escucha bien" (frase enteramente sin sentido en castellano) y "no te oigo" tiene el cerebro hecho papilla: si es un trabajador, está maduro para votar al peronismo, o para decir "Maradona sí que la tiene clara, es un genio" (reconozco que estas dos cosas no tienen igual trascendencia vital, pero reflejan un grado similar de deterioro de la razón).
Cuando ustedes escriben, en la nota de Dionisia, entre otras barrabasadas, "Ya no estaba en swixtil, pero cocía en mi casa", ¿lo hacen a propósito, o son tan bestias? Cuando, de movida, en el "Especial Cromañón (Última Parte)" se largan con que es una "entrevista a Ayelen Stroker" me dejan con una duda: ¿vuestra colaboradora no se llamará "Ayelén"? Ese es el comienzo; le siguen tantas barbaridades idiomáticas que ni un croata recién llegado podría cometer. Capaz que en este punto ustedes dicen "la cagaste, pelotudo: Stroker se llama Ayelen, tomá, mirá una copia del documento, tarado". Lo cual me traerá a la memoria a Beliz, a quien, a poco de asumir como ministro, en medio de una nota en TV le preguntaron cómo era su apellido, porque en la papelería oficial aparecía sin tilde. Beliz contestó: "/Béliz/, sin acento" (quiso decir "sin tilde", pero eso es lo de menos). Imponer la propia subjetividad por sobre un código de validez intersubjetiva, como el idioma, es matar neuronas a garrotazos.
Nada de esto se hace sin consecuencias, consecuencias graves. Fíjense, si no, en la "Entrevista...". Termina así: "O acaso, ¿merecemos tanta mierda y tanto dolor?". Termina donde debiera empezar, donde debiera continuar y de donde no debiera salir.
Pónganse las pilas: para sumirnos en un delirio confusional ya están todos los demás, los que no quieren que "acertemos la mano con la herida", como decía uno que la sabía lunga.
Saludos,

Juan.

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