viernes, 11 de septiembre de 2020

 11 de septiembre de 1973

Cerca de  las 9 de la mañana, Allende tuvo la información fidedigna de que se había plegado al golpe la masa de las tres armas y de los carabineros. Entonces, mediante llamada telefónica que Radio Magallanes retransmitía por sus antenas, dirigió este mensaje  al pueblo.

Compañeros que me escuchan:

La situación es crítica, hacemos frente a un golpe de Estado en que participan la mayoría de las Fuerzas Armadas.

En esta hora aciaga quiero recordarles algunas de mis palabras dichas el año 1971. Se las digo con calma, con absoluta tranquilidad.

Yo no tengo pasta de apóstol ni de mesías, no tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile: sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado.

No tengo otra alternativa. Solo acribillándome a balazos podrán impedir mi voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizá de que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada. […]

Allende no dimitió, no se rindió, no se entregó a los asesinos para que hicieran de él un trofeo.

Agregó así su nombre a una lista que las “democracias” siempre están dispuestas a ampliar:

 Zapata

 Sandino

 Lumumba

 Caamaño Deñó

 Thomas Sankara

 Che

 Amílcar Cabral

 Rosa Luxemburg

 Luther King

 Juan José Torres

y tantos héroes más, conocidos o anónimos, cuyo ejemplo nos alumbra el camino.

Así se despidió más tarde Allende, antes de que los militares silenciaran a Radio Magallanes:

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano.

Algunos de nosotros también la tenemos.




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