jueves, 18 de julio de 2019

Avanzamos hacia el pasado


Progresistas y populistas, extasiados


Es evidente que Trump ha estudiado con detenimiento filmaciones de los discursos de Mussolini, hasta copiar su gestualidad a la perfección. El video* cuyo enlace se muestra abajo es prueba de ello, cuando en un acto público azuzó el repudio de la concurrencia contra una congresista nacida en Somalia diciendo que “los ataques terroristas —sostiene la representante Omar— son una reacción a nuestra participación en los asuntos de otros países”.

Los presentes vociferaron “¡enviala de vuelta!” [a su país], y Trump les pasó la pelota: “Si no les gusta [este país, a Omar y a las otras legisladoras contestatarias] díganles que lo dejen”. Quien —que conozca la historia argentina— no recordará cuando a Perón la multitud le pedía “¡leña, leña”, contra los opositores, y el General propuso la acción directa: “Eso de la leña que ustedes me aconsejan, ¿por qué no empiezan ustedes a darla?” **.
   
El caso es que Trump está promoviendo claramente una movilización fascista para escarmentar a los opositores. O sea, no es solo gestualidad: forma y fondo van juntos.


El mundo está embobado con las chicas congresistas

No puede ignorarse la ilusión y la simpatía que ha generado en la pequeña burguesía la irrupción en el Congreso de EE.UU. de creyentes musulmanes o adoradores de Manitu.

Mirado por el lado de la fe, eso parece tan positivo como que ingresen católicos, judíos, creyentes en la Tierra Hueca o de la cofradía de 2 + 2 = 5.

O sea, nada positivo. Solo se acentúa el protagonismo de la superstición.

Una vez más se va corriendo el foco —él solito, no, por supuesto— que debiera iluminar las razones estructurales de los males sociales, semejantes para toda la gente, pero termina enredándose en particularizaciones identitarias: de nacionalidad, de religión, de color, de sexo/género.

Ya lo dijo Maslíah: “Y mientras tanto corren las estaciones”.

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