jueves, 23 de abril de 2015

Repertorio de canallas: hoy, los gremios docentes

 
El sistema educacional es una organización delictiva
 
A una maestra recién recibida, conocida mía, que entró a trabajar en una escuela privada este año, le dieron estas instrucciones: "Los contenidos, desarróllelos a fondo, pero a fin de año pasan todos".
Y ella, ¿qué va a decir? ¡No, eso no lo puedo aceptar! ¡Que se hagan los máximos esfuerzos, clases de apoyo, ayuda psicopedagógica, lo que sea, pero que el certificado de objetivos alcanzados que yo firmo no sea una ficción, ficción que además va a colocar a los alumnos "favorecidos" en una situación de desventaja para aprovechar las clases en los cursos siguientes!
No: ella no puede no aceptar lo que le ordenan. Necesita trabajar y donde vaya le van a decir lo mismo.
Tímidamente, lo comentará con las compañeras:
—Y, sí, es así —le dirán, con fugaz pesadumbre—. Che, ¿quién se comió todos los bizcochitos?
Ella, con no aceptar (y no trabajar) no va a cambiar este sistema canallesco por el cual el gobierno obtiene lisonjeras estadísticas de escolarización, de alumnos egresados de los distintos niveles, etcétera, y los empresarios privados no pierden alumnos por el camino y se llenan los bolsillos.
Ambos, privados y estatales (y no hablo solo de las autoridades, sino, también, de los docentes), prometen desarrollar las facultades de los educandos, pero terminan limitándose a entregar certificados al alumno que llega a fin de curso.
¿Quién está en condiciones de denunciar y desbaratar esta estafa? Mi conocida, no, no insistan.
Los sindicatos docentes, sí. Pero bien que, año tras año, se limitan a tratar de sacar una tajada de esta estafa que, en términos económicos (por no hablar del capital intelectual del país, de la ética, de la frustración social) es la más cuantiosa de la Argentina (y mire que acá se mete la mano hasta la ingle), porque gran parte del seis por ciento del PBI que recibe Educación se disipa en esta hipocresía.
Por ahí, un sindicalista docente dirá, con pesadumbre igual a la de la maestra de los bizcochitos, pero con el ceño adusto que le marca su papel, que ese es “un gran problema”. Pero el “gran problema” será pateado para más adelante. Un año tras otro.
Digamos, además, que esta asociación ilícita para defraudar es la que, lejos, ostenta más miembros (¡más que la policía, créase o no!), y bien conscientes que son de serlo.
Un cambio de mentalidad y una mejor preparación de los docentes son procesos que demandarán su tiempo. Entre tanto, grabémonos lo siguiente:
Los cabecillas de esta organización criminal están en el gobierno y en los sindicatos docentes.
No dejemos de denunciarlos y combatirlos sin tregua.

 

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