Francisco hizo causa común
con los asesinos
Los que
gimoteaban en nombre de la libertad de expresión quedaron pataleando en el aire.
Me
gusta ofender a la gente, porque creo que la gente que se ofende debe ser
ofendida.
Linus Torvalds en la Universidad de Aalto,
junio de 2012
El
callar es ninguno,
que
non mereçe nomre;
el
fablar es alguno:
por
él es omre el omre.
Don Sem Tob, "Proverbios morales".
La historia tiene momentos deslumbrantes. Son como relámpagos que
bruscamente iluminan los contornos que las tinieblas mantenían ocultos. Tal es
lo que ha sucedido ayer con las declaraciones del Papa referentes a la matanza
de “Charlie Hebdo”.
Recapitulemos: ese crimen atroz determinó que desde todos los sectores se
formularan posicionamientos, todos ellos interesados, como debe ser, y como lo
es este que estoy escribiendo.
Así, en el mundo “libre”, en el mundo de la libertad, la democracia, los
derechos humanos, se alzó un clamor horrorizado.
¡Sí, los asesinos se horrorizaron! ¡Esos que han infligido sufrimiento y
muerte a millones de personas en todos los rincones del mundo mediante bombas
atómicas, napalm, fósforo blanco, uranio empobrecido y explosivos y metralla de
la más refinada tecnología destinada a producir daño a mansalva! Esos mismos
que han estrujado y asesinado en los socavones de América y África a centenares
de millones de explotados para mayor gloria —y boato— de las metrópolis.
Libertad S.R.L.
Ese conjunto de voces condenó el hecho como un crimen contra la libertad de
expresión o, más en general, como un ataque al logro más preciado de Occidente:
la libertad.
En nuestro país esa postura halló eco en la franja opositora, siempre
proclive a encontrar razón en los amos del capital. Pero no sucedió lo mismo
entre las huestes del oficialismo, que se obstinaron en indagar cómo se gesta
históricamente una crueldad tan desmesurada (Saintout) o en maravillarse de que
dignatarios que se anotan en todos los bombardeos se espanten por los
diecisiete muertos de París (“¡parece joda!”, dijo D’Elia).
Me dan infinito asco Saintout y D’Elia, alcahuetes de la pandilla que viene
depredando, saqueando y entregando el país desde hace un cuarto de siglo,
primero, como socios menores de Menem, y luego, ya como dueños de la empresa.
Pero no voy a callar que en esto, para mí, tienen toda la razón,
como no voy a dejar de decir que 2 + 2 son 4, por más que Perón lo haya dicho
antes.
Tragando sapos
Lo del “contexto” de Saintout, el estupor de D’Elia ante el aquelarre de la
marcha parisina y la misma tibieza del comunicado del gobierno argentino fueron
blanco de la reprobación de la opo, que objetó en sus pronunciamientos
la ausencia de una definición terminante contra el terrorismo y reparos
larvados contra el papel del periodismo y de la crítica en general.
Así —hasta ayer— era todo risas en la oposición, que había encontrado un
motivo de coincidencia en medio de todos sus desencuentros electoraleros.
Hasta este jueves negro, en que a Francisco le dio por abrir la tapa de su
cofre ideológico (bien conocido, por otra parte, por todos los que gusten de
mirar la realidad de frente).
¿Y con qué se descolgó? Con que si bien
la libertad de expresión es un "derecho humano fundamental", tiene un
límite, que es el de no ofender. "No se pude provocar, no se puede
insultar la fe de los demás. No se le puede tomar el pelo a la fe. No se
puede." "Matar en nombre de Dios es una aberración", dijo. Y puntualizó:
"Es verdad que no se puede reaccionar violentamente", pero consideró
"normal" que haya una respuesta [¡violenta!] ante ciertas
provocaciones. Por ejemplo: "Si el doctor Gasbarri (responsable de la
organización de los viajes pontificios), dice una mala palabra en contra de mi
mamá, puede esperarse un puñetazo... ¡Es normal!".
En buen criollo: a) libertad de expresión, sí… mientras no moleste; b)
al que se pasa de la raya, Kalashnikov.
La oposición aún no sabe cómo reaccionar: están aturdidos. Si ante las
matizaciones de los kirchneristas prácticamente los señalaban en complicidad
con el Islam, ¿qué cabría decir de Francisco? Seguramente, definiciones muy
duras. Que en la práctica equivaldrían a regalarle el Papa al cristinismo.
Algunos no tenemos ese problema: el Papa, la Iglesia, las otras religiones,
los gobiernos “demócratas” de Europa, el peronismo, son nuestros enemigos.
Enemigos mortales, según se ha comprobado largamente.
Hablando del Papa, se espera que el domingo, en Filipinas, dé una
misa ante seis millones de personas. Sacando el hecho comprobado de que siempre
a la Iglesia le inflan bastante las cifras (en la Argentina es fácil: la
policía y el periodismo le agregan un cero a la concurrencia real), lo cierto
es que el 99 % de los que vayan son víctimas de la alienación religiosa:
vivirían materialmente mejor y con mayor integridad espiritual sin ella.
¿Irían si reflexionaran sobre el credo del Santo Padre?:
Opinar, pueden. Pero lo que yo autorizo. Si no, goma.
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