sábado, 18 de mayo de 2013

Videla: Dejemos que hablen también sus amigos



 Ha muerto el dictador asesino, y una mayoría de voces se levantan para maldecirlo. Qué bueno habría sido si al menos la mitad de ellos lo hubieran combatido cuando detentaba el poder. Por eso es oportuno recordar a alguno de los que entonces lo aplaudían.

Un presidente se queda serio presa de un protocolo que de buena gana dejaría de lado, y se toma tiempo para hacerle una pequeña señal al comandante de los policías para que estos no detengan a los locos que saltan a la cancha para besar el césped, abrazar a cualquiera y  correr enloquecidos por la punta hasta meterse en el arco con pelota  y todo [...] El Flaco Menotti, pone su mejor cara de Quijote triste, y prende su milésimo cigarrillo tras la caída del último molino. No se ve por ningún lado a los jugadores. ‘Están en el vestuario’. ‘Que salgan’. ‘Ahora vienen’. ‘Ahí salen!!!’. Parecen soldados.
No. SON soldados. Acaban de cumplir. Ganaron la batalla y la guerra. Trajeron la paz y la esperanza. La reconciliación y la confianza. Hay sangre en la camiseta de Tarantini. No es casualidad. Costó sangre, sí señor. ‘Le van a dar la copa a Passarella’. ‘La están besando todos’. ‘Dale un beso por mí, Pato’. ‘Que la levante’. ‘Argentinaaaa!!!’
Víctor Hugo Morales, sobre la final Argentina – Holanda 1978, “Mundocolor”, 26-6-78.

Dicen que hay bombas políticas.
Y muertes políticas también.
Que son la respuesta a un Mundial que dicen es auspiciado por razones políticas. Pero el gobierno argentino no mató a nadie para organizar el campeonato.
Nadie puso bombas oscuras con manos oscuras en oscuros rincones para contribuir a la organización del torneo.
Víctor Hugo Morales, sobre el Mundial 1978, “Mundocolor”, 11-5-78.

El Mundial de Argentina fue una experiencia formidable. Se organizó prescindiendo de los dirigentes de los clubes, con la exclusiva conducción de gente que solo pensaba en el deporte del país y no en las minúsculas rencillas que también caracterizaron siempre el panorama futbolístico del vecino país. Desde la soberbia fiesta de inauguración, hasta el último minuto que  duró el torneo, estuve asombrado por el despliegue inteligente, unificado, fervoroso, de los argentinos en torno al evento. Para mí quedaba demostrado una vez más que no existían los imposibles en el fútbol cuando se tiene una conducción capaz y desinteresada.
Víctor Hugo Morales, sobre el Mundial 1978, en su libro “El intruso”, 1979.
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