Ha muerto el dictador asesino, y una mayoría de voces se levantan
para maldecirlo. Qué bueno habría sido si al menos la mitad de ellos lo
hubieran combatido cuando detentaba el poder. Por eso es oportuno recordar a
alguno de los que entonces lo aplaudían.
“Un presidente se queda serio
presa de un protocolo que de buena gana dejaría de lado, y se toma tiempo para
hacerle una pequeña señal al comandante de los policías para que estos no
detengan a los locos que saltan a la cancha para besar el césped, abrazar a
cualquiera y correr enloquecidos por la
punta hasta meterse en el arco con pelota
y todo [...] El Flaco Menotti, pone su mejor cara de Quijote triste, y
prende su milésimo cigarrillo tras la caída del último molino. No se ve por
ningún lado a los jugadores. ‘Están en el vestuario’. ‘Que salgan’. ‘Ahora
vienen’. ‘Ahí salen!!!’. Parecen soldados.
No.
SON soldados. Acaban de cumplir. Ganaron la batalla y la guerra. Trajeron la
paz y la esperanza. La reconciliación y la confianza. Hay sangre en la camiseta
de Tarantini. No es casualidad. Costó sangre, sí señor. ‘Le van a dar la copa a
Passarella’. ‘La están besando todos’. ‘Dale un beso por mí, Pato’. ‘Que la
levante’. ‘Argentinaaaa!!!’”
Víctor Hugo Morales, sobre
la final Argentina – Holanda 1978, “Mundocolor”, 26-6-78.
“Dicen que hay bombas
políticas.
Y
muertes políticas también.
Que
son la respuesta a un Mundial que dicen es auspiciado por razones políticas.
Pero el gobierno argentino no mató a nadie para organizar el campeonato.
Nadie puso bombas oscuras con manos oscuras en
oscuros rincones para contribuir a la organización del torneo.”
Víctor Hugo Morales, sobre el
Mundial 1978, “Mundocolor”, 11-5-78.
“El Mundial de Argentina fue
una experiencia formidable. Se organizó prescindiendo de los dirigentes de los
clubes, con la exclusiva conducción de gente que solo pensaba en el deporte del
país y no en las minúsculas rencillas que también caracterizaron siempre el
panorama futbolístico del vecino país. Desde la soberbia fiesta de
inauguración, hasta el último minuto que
duró el torneo, estuve asombrado por el despliegue inteligente,
unificado, fervoroso, de los argentinos en torno al evento. Para mí quedaba
demostrado una vez más que no existían los imposibles en el fútbol cuando se
tiene una conducción capaz y desinteresada.”
Víctor
Hugo Morales, sobre el Mundial 1978, en su libro “El intruso”, 1979.
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