El 2013 hay que hacerlo. Tratemos de que nos salga bonito.
"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace; ganémosla de pensamiento." José Martí.
viernes, 28 de diciembre de 2012
sábado, 22 de diciembre de 2012
¡Hasta el próximo fin del mundo!
A este sí le llegó el fin del mundo maya.
Ahora es el momento de
que los periodistas se burlen de la predicción fallida (eso sí, sin darse por
enterados de dos cosas: de que el primer engaño de ese tipo lo formuló Jesucristo,
y de que, sin la difusión de la prensa, estos embustes, directamente, no existirían).
Hasta que haya
pasado un tiempo prudencial y llegue la ocasión apropiada para proclamar un
nuevo fin del mundo. Para entonces, los desmistificadores que ahora explican
por qué no y son entrevistados en bandada se habrán eclipsado discretamente y
los gurúes de los misterios (que no los son, para ellos) coparán la parada sin
obstáculos a la vista gracias a que los medios les abrirán sus puertas de par
en par. Y el público, con algún escepticismo inicial, se irá empapando de
las “razones” que con generosidad les suministrarán los periodistas (con la
neutralidad que merecen estos delicados temas) y comenzará a ponerse anhelante
y encontrará que no hay cosa más necesaria que comprobar que vivimos en un
mundo misterioso y sometidos a fuerzas sobrenaturales y a leyes inescrutables.
Y así, mansamente,
irán pasando las estaciones, y los años, hasta sumergirnos en nuestro fin del
mundo personal sin haber comprendido cómo funciona la cosa.
¡Qué digo!: sin
siquiera haberlo intentado.
viernes, 21 de diciembre de 2012
Ahora resulta que el 21D es metafórico
El viejo
truco de las metáforas
Los
oscurantistas por ahora van ganando la batalla porque son un gran negocio:
económico e ideológico. Basta entrar en una librería para notar en las
estanterías la enorme desproporción entre el volumen de sus publicaciones y el de los libros serios.
Hombres de fe atormentando con metáforas a un hereje.
En los últimos días, y hoy, sobre
todo, los propagandistas de las predicciones mayas se han acordado de que eran
metafóricas: el viejo cuento de todas las supersticiones —empezando por la más
extendida, la cristiana— cuando sus embustes quedan al descubierto. Pero cuando
unían el poder ideológico con el poder político no interpretaron su pensamiento
de modo metafórico, sino con alcance absolutamente literal y concreto: quemaban
y torturaban para sostener sus imposturas. ¡Por favor, cuánta mala fe tienen
los místicos!
El 21D no es literalmente el fin
del mundo, dicen, sino un “cambio de era”. ¿''Cambio de era''?: saben que la
generalidad de las personas huye del conocimiento de la realidad y, por lo
tanto, de la responsabilidad acerca de sus propios actos, o sea que están
predispuestas a que las soluciones les vengan desde fuera. A ver, ¿qué quiere
decir ''cambio de era''? ¿Cambiamos todos en bloque? ¿Cambian los sistemas
políticos y económicos, cambian las leyes de la causalidad y de la lógica? ¿Se
acaba la injusticia? ¿Qué pasa si cambia la era, pero los humanos no cambiamos,
y seguimos aferrados a nuestro egoísmo y nuestros miedos? ¡Cuánto macaneo
vestido con el ropaje de la “espiritualidad”!
Describen al 21D como “una gran
oportunidad para transformar nuestra conciencia”: eso es pura ignorancia y
misticismo. Todas las fechas, ¡más, cada segundo de nuestras vidas! es una gran
oportunidad para superarnos. Si esperamos una señal externa ya empezamos muy
mal.
miércoles, 19 de diciembre de 2012
¡Se viene el fin del mundo!
“El surgimiento y la difusión de la superstición, la seudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura.”
“Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.”
“El oscurantismo es, en el mejor de los casos, una forma de escapismo; en el peor de ellos, una cortina de humo y un instrumento de opresión. ¡Larga vida a la Ilustración!”
El
fin del mundo está sentenciado. Y esto es científico, o sea, resultado de
cálculos rigurosos, aunque la mayoría (por no decir todos, porque andá a saber)
no lo veremos: es seguro que el combustible nuclear de la estrella más
próxima a la Tierra algún día se agotará, terminando así su fase estable y
comenzando el proceso de transformación en gigante roja. Cuando esto ocurra, el
Sol se expandirá enormemente, superando posiblemente la órbita de la Tierra. Es
decir, nuestro planeta se vaporizará. Esto debiera ocurrir en unos 5.000
millones de años.
Pero hay otras amenazas más próximas e, incluso,
palpables: por ejemplo, el cambio climático que causamos desde la revolución
industrial y del cual somos directamente responsables. La alteración del clima
rompería los delicados ecosistemas de la Tierra, causando cambios impredecibles
que podrían llevar, quizás no al fin de toda la vida, pero sí a nuestra propia
extinción. Además, el volumen de la población mundial ha excedido largamente la
capacidad de carga sustentable por el planeta: no da para más.
Y, por si esto fuera poco amenazante, a más tardar dentro
de cien años casi todos los que hoy chancleteamos por el globo terráqueo habremos
sufrido nuestro fin del mundo personal.
Sin embargo hay quienes prefieren ignorar las amenazas
reales e inventarse las propias, tal como los personeros del oscurantismo que
vuelta a vuelta se largan a anunciarnos un fin del mundo —eso sí— con indicación
de día y hora. Ahora les tocó a los creyentes en la sabiduría maya (sabiduría
que no les alcanzó a sus poseedores para prever y conjurar su propia
destrucción) pronosticar el fin del mundo para el 21D, predicción a la que se
han adherido otros de su misma ralea.
Diagrama del tiempo en un códice medieval, donde se
observa claramente que el fin del mundo ya sucedió, ¡y nosotros sin enterarnos!
Por cierto, hay que reconocer que la mayoría de las
personas se ha tomado esto para el churrete, pero yo les aconsejaría a los cristianos, por
ejemplo, que no miraran estos delirios con tanta suficiencia,
ya que el primero que anunció un fin del mundo chasqueado fue Jesucristo. Esto
puede ser leído, entre otros evangelios, en Mateo 24. 29-34: “El Sol se oscurecerá,
y la Luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo”, “y verán al
Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo”, “y enviará sus ángeles con
gran voz de trompeta” y entonces “lamentarán todas las tribus de la Tierra”.
¿Cuándo sucederá esto?: “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta
que todo esto acontezca”. ¿Cuál generación?: la de Él (y cuando digo “Él” no me
refiero a NK).
Máscara
antigás “apta fin del mundo”: si le falla le devolveremos su dinero.
Pero no fue esta la única vez que la Iglesia de Cristo se
hizo portavoz de una predicción finalista. En el año 1000 la agitó hasta
convertirla en una psicosis colectiva, generando en personas de todas las
clases actos extravagantes. Les cuento que no pasó nada, pero volvieron a la
carga en el 1033, con motivo del supuesto milenio de la muerte de Cristo. Y, o
me equivoco, o el fin del mundo tampoco sucedió esa vez.
¡Oferta! Refugio pertrechado para sortear el 21D: el mundo se
acabará y usted seguirá tan pancho. Créditos hasta en 24 meses.
No hace falta decir el eco que imbecilidades de este tipo
encuentran en el periodismo, como parte de un paquete dogmático que se propone —y
logra— instalar el irracionalismo en las masas, con vistas a favorecer su
autoindulgencia acerca de las consecuencias de sus propios actos.
Por cierto, es más molesto y comprometedor ser riguroso en
el conocimiento de la realidad y de sus leyes. O, dicho con palabras de Edith
Sitwell (las citas del encabezamiento son de Mario Bunge), “el público creerá
cualquier cosa, siempre y cuando no esté fundamentada en la verdad”.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Idiota
La idiotez en los comportamientos sociales hace
difícil, ineficiente y penosa la vida de las personas. Los que son
desconsiderados con sus semejantes y destructivos con el hábitat ciudadano y el
ambiente natural, a la corta o a la larga se causan daño a sí mismos.
Cuando Aristóteles, en el tomo 1 de su “Política”, definió al hombre como lo que en caracteres romanos equivale a “zoon politikon”, y en una traducción rápida a “animal político” estaba diciendo algo más que eso. Siguiendo a Kitto, esa expresión debe ser interpretada como que “el hombre es una criatura que vive en una polis”, porque un humano solo lo es en un marco en el cual pueda realizar sus aptitudes morales e intelectuales.
Consiguientemente,
los griegos, y particularmente los atenienses, despreciaban a los ciudadanos
que no contribuían a la gestión de los asuntos comunes de la polis y al
perfeccionamiento de sus instituciones. Y los llamaban “idiotes” o “idiotis” —de “idios”, particular, privado—, y eran quienes desoían sus responsabilidades como
ciudadanos para ocuparse únicamente de sus propios asuntos.
Cuando
desapareció la polis, y con ella el compromiso espiritual y vital con el
organismo social, el significado de la voz “idiota” tomó otros rumbos: como
término psiquiátrico, para designar la carencia grave de facultades psíquicas;
en el lenguaje popular, para designar a personas con escasas luces.
Pero,
a mi modo de ver, hay una definición que condensa las tres acepciones de
“idiota” mencionadas: la que designa a la persona que no es consciente de las
consecuencias de sus actos, o se desentiende de estas. O sea, el que actúa
irresponsablemente dentro de una comunidad, en perjuicio de ella y, en
definitiva, en detrimento propio.
Carlo
Maria Cipolla, de quien ya he hablado en otra parte, destaca los efectos
catastróficos que tiene la idiotez cuando está muy extendida en una sociedad, a
causa de que suele manifestarse en todos los ámbitos —familiar, laboral,
social, político—. Por eso, sin perjuicio de lo que hagamos por mejorar cada
uno de los espacios en que estamos insertos, no debemos perder de vista que la
idiocia, en su contenido universal, es un ingrediente omnipresente en todos
nuestros males, al cual se debe identificar en su carácter de concausa y
combatir de modos específicos.