Ha sido muy positiva la iniciativa de
Lanata de llevar a su programa, de tan amplia platea, la problemática de la
megaminería. Para
muchos televidentes habrá sido la primera vez que dedican un largo rato a
informarse sobre el tema. Para ellos es un comienzo, y para otros es la oportunidad
de reflexionar sobre las ideas vertidas.
Algunas,
a mi entender, son erróneas, y es conveniente someterlas a análisis. Por
ejemplo, la que estuvo presente varias veces, acerca de que los efectos
negativos de la minería a cielo abierto pueden minimizarse “con un control
adecuado”.
Otra,
que también se reiteró, fue centrar los perjuicios en aquellos causados a los
glaciares y las reservas de agua.
Pero una de las más contradictorias con el espíritu del movimiento ambiental fue la queja
sobre que la provisión del 90% del agua a utilizarse en la futura explotación de Pascua-Lama será
soportada por la Argentina: ¿significa eso que si el 90%, o el 100%, saliera de Chile estaría todo
bien? ¿Eso es moral? ¿Eso es ecologismo? ¿Eso es humanismo? ¿Eso es solidaridad
entre los pueblos? El planeta es uno, y los seres humanos somos iguales en
todas partes: olvidar ambas cosas no puede llevarnos sino al sufrimiento y la
destrucción.
Cada uno hará su evaluación sobre el mérito del
programa de Lanata. Por mi parte, solo quiero comentar unas pocas cuestiones:
—La megaminería es muy dañina aunque se la “regule”,
se la someta al “control adecuado” o se la realice con las “técnicas más
seguras”. Se podrían hacer los diques de colas más impermeables y antisísmicos,
los mineraloductos más resistentes y los procesos de separación de la mena y la
ganga más limpios. Pero lo que no puede hacerse es evitar que la
voladura de roca disperse toneladas de polvo que contiene toda clase de
minerales, incluidos los más nocivos para la salud. Ese polvo se deposita en el
suelo y en los cursos de agua o vuelve a ellos con la lluvia.
Indefectiblemente, contamina el aire que respiramos, los vegetales o animales
de los que nos alimentamos y el agua —superficial o de napas— que bebemos. Más rápida o más lentamente
nos envenena.
—Bonasso se quejó de que las mineras “dejan como
regalía el 3%, mientras que en otros países es entre el 14 o el 30%”. Rechazo
rotundamente ese planteo, que coloca a las regiones donde se realiza
explotación minera en el papel de zonas de sacrificio, o sea, que
mientras las mineras dejen más “beneficios”, ¡siga el negocio!; nosotros
cobramos y otros mueren.
—
Para finalizar, una referencia al ahogo financiero que el gobierno provincial
inflige a Famatina, a causa de su resistencia a la entrada de la megaminería:
“Le están haciendo la gran Scioli”, dijo Lanata. Ese tema nos concierne, aunque
parezca lejano: están procurando quebrar a un pueblo digno, que lucha por su
salud, su ambiente y sus modos y medios de vida. Entendamos: si se lo hacen a
ellos, nos lo hacen a nosotros, y no debemos permitir que la codicia avasalle a
quienes en este momento les toca poner el cuerpo:
¡SOLIDARIDAD CON FAMATINA Y TODOS LOS
PUEBLOS QUE RESISTEN!
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