"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace; ganémosla de pensamiento." José Martí.
sábado, 30 de enero de 2010
¡Tres por día! ¡Y con este calor!
No es fácil de sobrellevar. Y me quedo corto; hay días que más: cuatro o cinco declaraciones o pronunciamientos o insinuaciones u ofertas tipo “¡Llame ya!” instruyéndonos acerca de que la deuda externa —y el Fondo del Bicentenario, en particular— es el problema de nuestras vidas, que no es posible ni deseable ocuparse de otra cosa.
¿Será verdad?
Algunos de los fogoneros de esta idea —por ejemplo, Mario Cafiero— agregan una oferta irresistible: ¡si llama dentro de los próximos cinco minutos le regalamos una banderita para que vaya a manifestarse por los derechos argentinos sobre las Malvinas y sobre amplias porciones del Atlántico Sur!
Ahí es donde a uno le da como cosita: ¿será posible que nuestro extenso territorio y dilatada plataforma marítima, con sus ingentes riquezas, no hayan sido capaces de proporcionarnos a los argentinos, hasta ahora, lo que sí podrán aquellas inhóspitas regiones?
Y, puesto uno a pensar —porque pensar es un vicio que cuando lo agarra a uno, no lo suelta así nomás—, ¿será verdad que los 6.500 millones de dólares del Fondo del Bicentenario, que representan un 2,1% de nuestro PBI y menos del 5% del gasto público total, tienen una importancia tan decisiva sobre el bienestar de la población?
La verdad que se queda uno muy dubitativo y perplejo, y en ese estado la mirada se posa sobre un dato interesante: en 2009, contando sólo a las empresas que cotizan en Bolsa, las multinacionales imperialistas se alzaron con 21.000 millones de u$s. Y Cafiero, por su lado (creyendo abonar su causa) nos informa de que la fuga de capitales alcanza un ritmo de 18.000 millones de dólares anuales. O sea, en sólo dos rubros —y hay más— se van afuera 39.000 millones de dólares anuales.
Sin embargo, se nos adoctrina de que es urgente e imperioso que nos movilicemos por u$s 6.500 millones (que no es poco; confieso que yo, hasta que cobre, no tengo tanto dinero).
¿Por qué será?
Deuda externa: hay una lucecita
Y la lucecita me vino leyendo “Posta Porteña”, que reproduce una nota de Juan Kornblihtt, “El problema no es la deuda”, aparecida en Razón y Revolución el 20 de este mes. Dice en uno de sus párrafos:
“Esta es la razón por la cual la consigna "no pago de la deuda" es sustancialmente correcta pero incompleta. Es correcta no porque, como suele escaparse por allí, haya sido concebida de manera fraudulenta: toda la deuda, incluso aquella que pudiera reputarse "legítima" según criterios burgueses, no es más que masas de plusvalía producto de la explotación capitalista. El no pago debe justificarse como limitación a la explotación y no como "indignación" contra el robo "a la nación". No queremos pagar la deuda por la misma razón por la cual no queremos seguir produciendo plusvalía. No sostener esta consigna sobre esta base da pie a conciliaciones perniciosas con fracciones pequeño-burguesas que construyen ilusiones en torno al "buen capital productivo nacional", al estilo Pino Solanas o incluso el mismo kirchnerismo.”
¿Vio cómo el asunto está en poner en correcta perspectiva los 300.000 millones del PBI, respecto de los 6.500 millones del Fondo del Bicentenario?
Y remacha Kornblihtt más adelante:
“La izquierda no debe dejarse arrastrar por el nacionalismo pequeñoburgués del solanismo. Es más, debe dar un paso adelante negando el derecho a las dos fracciones políticas de la burguesía a decidir sobre el destino de esa masa de riqueza social. Para ello, la consigna debe completarse con medidas organizativas en ese sentido: una convocatoria a todas las organizaciones políticas y sociales populares a una asamblea nacional que exija el derecho del proletariado a participar de la discusión sobre el destino de la riqueza social. [...] Por lo tanto, es hora de avanzar hacia el control de la riqueza en manos de quienes la producen.”
Así mirada, queda clarita la intención de los que quieren imponernos a todo trance la agenda en la cual la deuda es tema excluyente: como los teros, tienen los huevos en un lado y pegan los gritos en otro.
“Más” = “más para nosotros” es una falacia
Todas las movilizaciones que pongan el eje en la deuda, por más unánimes que sean, no van a mejorar la situación de las víctimas del sistema. Servirán, acaso, para que el gobierno y los intereses económicos que representa, con esa coartada, logren pactar una renegociación más conveniente... para ellos. Y la repentina liberación de recursos de que se verán favorecidos seguirá el destino de lo que ya disponían: el de sus negocios, ganancias y privilegios. O sea, la idea de “no pagar para tener más para nosotros” no es correcta; es “más para ellos”, ¡qué lástima!
Pero disponemos de un camino infalible: utilizar nuestra fuerza activa como trabajadores y la de los sectores dinámicos de la sociedad asociados con nosotros para pelear cada peso de la plusvalía —y con eso evitar que se lo lleven los explotadores de adentro y de afuera— y fortalecer nuestras organizaciones sindicales y políticas para poder estar, algún día, en condiciones de decidir que se hace con el PBI, con el presupuesto, con la salud, con la educación, con la vivienda y con la deuda, también.
Quiero ser claro, a riesgo de ser reiterativo: cada peso que rescatemos —para nuestras necesidades— de lo que nos sacan los explotadores es un peso menos que tendrán para darles a sus socios acreedores, un peso menos que éstos se llevarán... ¡porque la deuda se paga con lo que nosotros producimos y no percibimos!
En cambio, si la consigna es “no pagar”, eso no nos garantiza ninguna mejora. Al contrario, al acoplarnos a ella paralizamos nuestras demandas y desvirtuamos el objetivo de nuestras organizaciones y, por lo tanto, las debilitamos: nos ponemos de felpudos.
Alguien, en otro lugar del mundo y hace ya ochenta años, levantó la consigna del no pago de la deuda como solución a los problemas del pueblo —hambre y desocupación— y logró instalarla en las masas, incluida gran parte de la clase trabajadora.
Se llamaba Adolf Hitler.
¿Quiere que le cuente?
jueves, 28 de enero de 2010
“Una de cal y una de arena”: alucinante
Hoy, en la audición de Fernando Bravo en Radio Continental, surgió la controversia acerca de si en el dicho “una de cal y una de arena” lo bueno está representado por la cal y lo malo por la arena o viceversa. Este asunto es un valioso ejemplo de cómo, si se plantea mal un problema, todo lo que se allegue a su —imposible— solución no puede ser sino una suma de desatinos.
Así, durante muchos minutos se argumentó, por ejemplo, que la cal es lo “bueno”, porque es más liviana (¿?), o lo “malo”, porque reacciona con el agua, y eso es peligroso; o que la arena es lo “malo”, porque es rústica, y la cal es suave, etcétera. En todo momento, aclaro, se tenía presente que ambos ingredientes formaban parte de la mezcla, de modo que, ¿cómo podría ser que cualquiera de ellos fuera malo, si al faltar no podría obtenerse la útil combinación de ambos? Sería como decir que en el agua uno de sus dos elementos —oxígeno e hidrógeno— es bueno y el otro malo. O lo mismo para el café con leche, etcétera.
¡Hay que ver con qué fervor “argumentaban” los seis del plantel periodístico, más los del control, los que pasaban por el pasillo y los oyentes! ¡Cómo duele ver que gente tan necia, o tan malintencionada —o ambas cosas— dispone ampliamente de los medios para embrutecer a la gente!: el destinatario que no es oligofrénico, tras una no muy extensa exposición a la mayoría de los programas de radio y TV queda, si no los escucha críticamente, reducido a un guiñapo babeante.
Cal y arena, en la mezcla, no son opuestas, sino complementarias. Distinto es lo que plantea, si nos remontamos casi a la infancia de nuestro idioma, el dicho original: “una de cal y una de brea”, en el cual se oponen la extrema blancura de una a la absoluta negrura de la otra. Sin que tampoco pueda, por ello, aventurarse que la una es “buena” y la otra “mala”: depende para qué.
Pero vaya uno a hacérselo entender a los conductores (tan seguros de sí, puesto que cobran muchos miles: poralgoserá, pensarán) y a sus deslumbrados seguidores.
Todos sacaban de a varias uvas
Si no me equivoco, es en un pasaje del “Lazarillo de Tormes” donde sucede que éste y el ciego se hacen de un racimo de uvas y convienen en comerlas tomando, alternativamente, una por vez. Al rato de hacer esto el ciego atrapa del cuello al lazarillo y lo muele a golpes: “¿Por qué, maestro?”, atina a protestar el muchacho. “Porque yo estaba tomando de a dos y no decías nada, lo que quiere decir que tú agarrabas de a varias.”
El directorio del BCRA, y Verbitsky, y el gobierno, se escandalizan ahora de los impúdicos gastos de Redrado, que siempre conocieron: quiere decir que todos sacaban de a varias uvas. Redrado contraataca —¡es increíble!— amenazando con dar a publicidad los nombres de personajes del gobierno que realizaron compras irregulares de dólares... que era misión de la entidad que él preside controlar y penar.
El malversador de caudales públicos Redrado era un funcionario de este gobierno, invulnerable mientras actuaba en connivencia con la política del binomio presidencial y no se enredaba con otros intereses. Los funcionarios que operaban con divisas irregularmente eran cómplices de la misma organización delictiva que Redrado, y tenían vía libre cuando formaban parte de la misma gavilla. Así funcionan las cosas en la mafia gobernante.
Entre gángsters anda la cosa.
El directorio del BCRA, y Verbitsky, y el gobierno, se escandalizan ahora de los impúdicos gastos de Redrado, que siempre conocieron: quiere decir que todos sacaban de a varias uvas. Redrado contraataca —¡es increíble!— amenazando con dar a publicidad los nombres de personajes del gobierno que realizaron compras irregulares de dólares... que era misión de la entidad que él preside controlar y penar.
El malversador de caudales públicos Redrado era un funcionario de este gobierno, invulnerable mientras actuaba en connivencia con la política del binomio presidencial y no se enredaba con otros intereses. Los funcionarios que operaban con divisas irregularmente eran cómplices de la misma organización delictiva que Redrado, y tenían vía libre cuando formaban parte de la misma gavilla. Así funcionan las cosas en la mafia gobernante.
Entre gángsters anda la cosa.
sábado, 23 de enero de 2010
¿El peronismo se ha degradado? (Sonata)
. CFK, la “desaparecedora”, saluda; sus seguidoras babean.
1. ¡Seremos irracionales! (Andante espressivo)
El 4 de junio de 1946 el general Perón asumió la presidencia constitucional de la nación. Eligió esa fecha como homenaje al golpe militar de tres años antes y como reafirmación de las políticas del gobierno de facto. Un mes después ingresó en el Congreso un proyecto de juicio político a los miembros de la Corte Suprema por haber convalidado ese golpe, del cual Perón fue uno de los cabecillas y que lo tuvo como vicepresidente.
Con ese acto el peronismo grabó a fuego una de sus directrices fundamentales: “¡Seremos irracionales!”. Y a ella, como a las otras bases ideológico-políticas, de las que ya he hablado, se ha mantenido invariablemente fiel.
2. El día que a CFK se le soltó la cadena (Allegro vivace)
Sé que con lo que sigue les voy a romper el corazón a muchos que pensaban lo contrario —sobre todo a aquellos que nunca han estado cerca de la organización de los actos donde está prevista la palabra presidencial o que no han concurrido a ninguno de ellos— y por eso pido indulgencia por adelantado porque voy a escribir algo fuerte: no todas las personas que concurren a esos actos van por gusto. Cuando la presidenta habla en la colocación de la piedra fundamental de un parque industrial en La Matanza, los cientos o miles de personas que van a escucharla (¿van a escucharla?) no se mueren por ir. Tampoco se morirían por no ir, pero intuyen que en este caso la pasarían peor. Así que con la excepción de los que tienen motivos para hacerse ver por el intendente, los funcionarios y los punteros, y exhiben este interés con gritos y fervores maníacos, el resto de la gente va porque tienen que poner, según convenio, su opacidad rellenando espacio: notable paradoja de un espacio relleno de ausencia.
El acto en la Biblioteca Nacional por la rúbrica del convenio de erección del Museo del Libro no fue muy distinto, aunque –descontado el personal de la biblioteca– los funcionarios, paniaguados, arribistas y pichones de arribistas aquí eran mayoría. Y el chori no era uno de los argumentos convocantes. “Veo a jóvenes muy jóvenes, veo a intelectuales, veo también a nuestras queridas Madres, a familiares de detenidos desaparecidos, a hombres como el maestro Clorindo Testa y su socio Francisco Bullrich”: así describió a su auditorio la oradora al comenzar.
Y como el discurso fue breve, la mayoría estaba atenta a sus palabras cuando dijo “¡qué voy a ser genia, ojalá! ¡Si fuera una genia haría desaparecer a algunos, como hacen los genios!”.
3. El peronismo no se ha degradado (Finale - Adagio moderato)
Lo que siguió es mejor escucharlo que leerlo: porque no fue el escándalo, el repudio generalizado, la retirada en masa, sino el aplauso, la risotada rencorosa, la aprobación vociferada. Esa forzada pausa le dio tiempo a recapacitar sobre lo dicho y, a continuación de manifestarse “orgullosa de ser mortal”, declaró que “jamás voy a poder hacer ni quiero hacer desaparecer a nadie”, lo cual suscitó nuevos aplausos y voces de aprobación.
Sabemos que la irracionalidad de base de los peronistas los lleva, según los vaivenes de la conveniencia del poder, a pelarse las manos aplaudiendo una medida de alguno de sus gobiernos y, al poco tiempo, su contraria. Trátese de privatizaciones y estatizaciones; de declaración del default y pago adelantado, de un saque, al FMI; del cierre del canje de bonos ¡con sobreactuación de ley refirmándolo, incluida! y reapertura del canje y extirpación (¿desaparición?) de esa ley: los peronistas siempre aplauden. A rabiar.
Pero lo que yo nunca vi es esto de que en el término de pocos segundos pasaran de aprobar la supresión de los opositores a aplaudir a quien se declara enemiga de ello.
A esto lleva la intoxicación causada por una continuada dieta de sapos y por tener que actuar y respirar en un espacio construido con bosta. El retorcimiento de la conciencia, en nombre de unos resultados que sólo ellos ven, produce un parejo deterioro en lo moral y lo intelectual.
El peronismo no se ha degradado como dicen lo peronistas vergonzantes y los filopopulistas, sino que, como vimos más arriba, sigue firmemente encarrilado en la vía en que su fundador lo colocó. Pero el envilecimiento que el peronismo derrama sobre la Argentina desde hace más de sesenta años sí ha terminado por impregnar y degradar las subjetividades y todas las formas de la convivencia social.
Con ese acto el peronismo grabó a fuego una de sus directrices fundamentales: “¡Seremos irracionales!”. Y a ella, como a las otras bases ideológico-políticas, de las que ya he hablado, se ha mantenido invariablemente fiel.
2. El día que a CFK se le soltó la cadena (Allegro vivace)
Sé que con lo que sigue les voy a romper el corazón a muchos que pensaban lo contrario —sobre todo a aquellos que nunca han estado cerca de la organización de los actos donde está prevista la palabra presidencial o que no han concurrido a ninguno de ellos— y por eso pido indulgencia por adelantado porque voy a escribir algo fuerte: no todas las personas que concurren a esos actos van por gusto. Cuando la presidenta habla en la colocación de la piedra fundamental de un parque industrial en La Matanza, los cientos o miles de personas que van a escucharla (¿van a escucharla?) no se mueren por ir. Tampoco se morirían por no ir, pero intuyen que en este caso la pasarían peor. Así que con la excepción de los que tienen motivos para hacerse ver por el intendente, los funcionarios y los punteros, y exhiben este interés con gritos y fervores maníacos, el resto de la gente va porque tienen que poner, según convenio, su opacidad rellenando espacio: notable paradoja de un espacio relleno de ausencia.
El acto en la Biblioteca Nacional por la rúbrica del convenio de erección del Museo del Libro no fue muy distinto, aunque –descontado el personal de la biblioteca– los funcionarios, paniaguados, arribistas y pichones de arribistas aquí eran mayoría. Y el chori no era uno de los argumentos convocantes. “Veo a jóvenes muy jóvenes, veo a intelectuales, veo también a nuestras queridas Madres, a familiares de detenidos desaparecidos, a hombres como el maestro Clorindo Testa y su socio Francisco Bullrich”: así describió a su auditorio la oradora al comenzar.
Y como el discurso fue breve, la mayoría estaba atenta a sus palabras cuando dijo “¡qué voy a ser genia, ojalá! ¡Si fuera una genia haría desaparecer a algunos, como hacen los genios!”.
3. El peronismo no se ha degradado (Finale - Adagio moderato)
Lo que siguió es mejor escucharlo que leerlo: porque no fue el escándalo, el repudio generalizado, la retirada en masa, sino el aplauso, la risotada rencorosa, la aprobación vociferada. Esa forzada pausa le dio tiempo a recapacitar sobre lo dicho y, a continuación de manifestarse “orgullosa de ser mortal”, declaró que “jamás voy a poder hacer ni quiero hacer desaparecer a nadie”, lo cual suscitó nuevos aplausos y voces de aprobación.
Sabemos que la irracionalidad de base de los peronistas los lleva, según los vaivenes de la conveniencia del poder, a pelarse las manos aplaudiendo una medida de alguno de sus gobiernos y, al poco tiempo, su contraria. Trátese de privatizaciones y estatizaciones; de declaración del default y pago adelantado, de un saque, al FMI; del cierre del canje de bonos ¡con sobreactuación de ley refirmándolo, incluida! y reapertura del canje y extirpación (¿desaparición?) de esa ley: los peronistas siempre aplauden. A rabiar.
Pero lo que yo nunca vi es esto de que en el término de pocos segundos pasaran de aprobar la supresión de los opositores a aplaudir a quien se declara enemiga de ello.
A esto lleva la intoxicación causada por una continuada dieta de sapos y por tener que actuar y respirar en un espacio construido con bosta. El retorcimiento de la conciencia, en nombre de unos resultados que sólo ellos ven, produce un parejo deterioro en lo moral y lo intelectual.
El peronismo no se ha degradado como dicen lo peronistas vergonzantes y los filopopulistas, sino que, como vimos más arriba, sigue firmemente encarrilado en la vía en que su fundador lo colocó. Pero el envilecimiento que el peronismo derrama sobre la Argentina desde hace más de sesenta años sí ha terminado por impregnar y degradar las subjetividades y todas las formas de la convivencia social.
A los más, a los de abajo, nos va muy mal por este camino. Es hora de construir otro.
martes, 19 de enero de 2010
Eduardo Lizalde, poemas
.
3
Recuerdo que el amor era una blanda furia
no expresable en palabras.
Y mismamente recuerdo
que el amor era una fiera lentísima:
mordía con sus colmillos de azúcar
y endulzaba el muñón al desprender el brazo.
Eso sí lo recuerdo.
Rey de las fieras,
jauría de flores carnívoras, ramo de tigres
era el amor, según recuerdo.
Recuerdo bien que los perros
se asustaban de verme,
que se erizaban de amor todas las perras
de sólo otear la aureola, oler el brillo de mi amor
—como si lo estuviera viendo—.
Lo recuerdo casi de memoria:
los muebles de madera
florecían al roce de mi mano,
me seguían como falderos
grandes y magros ríos,
y los árboles —aun no siendo frutales—
daban por dentro resentidos frutos amargos.
Recuerdo muy bien todo eso, amada,
ahora que las abejas
se derrumban a mi alrededor
con el buche cargado de excremento.
4
Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.
Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho se desplome.
Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,
un perdigón inocuo para un pato,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.
Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.
Que tanto y tanto amor, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.
Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.
Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.
Bellísima
Óigame usted, bellísima,
no soporto su amor.
Míreme, observe de qué modo
su amor daña y destruye.
Si fuera usted un poco menos bella,
si tuviera un defecto en algún sitio,
un dedo mutilado y evidente,
alguna cosa ríspida en la voz,
una pequeña cicatriz junto a esos labios
de fruta en movimiento,
una peca en el alma,
una mala pincelada imperceptible
en la sonrisa…
yo podría tolerarla.
Pero su cruel belleza es implacable,
bellísima;
no hay una fronda de reposo
para su hiriente luz
de estrella en permanente fuga
y desespera comprender
que aún la mutilación la haría más bella,
como a ciertas estatuas.
Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929.)
(De El tigre en la casa, Universidad de Guanajuato,1970.)
3
Recuerdo que el amor era una blanda furia
no expresable en palabras.
Y mismamente recuerdo
que el amor era una fiera lentísima:
mordía con sus colmillos de azúcar
y endulzaba el muñón al desprender el brazo.
Eso sí lo recuerdo.
Rey de las fieras,
jauría de flores carnívoras, ramo de tigres
era el amor, según recuerdo.
Recuerdo bien que los perros
se asustaban de verme,
que se erizaban de amor todas las perras
de sólo otear la aureola, oler el brillo de mi amor
—como si lo estuviera viendo—.
Lo recuerdo casi de memoria:
los muebles de madera
florecían al roce de mi mano,
me seguían como falderos
grandes y magros ríos,
y los árboles —aun no siendo frutales—
daban por dentro resentidos frutos amargos.
Recuerdo muy bien todo eso, amada,
ahora que las abejas
se derrumban a mi alrededor
con el buche cargado de excremento.
4
Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.
Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho se desplome.
Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,
un perdigón inocuo para un pato,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.
Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.
Que tanto y tanto amor, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.
Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.
Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.
Bellísima
Óigame usted, bellísima,
no soporto su amor.
Míreme, observe de qué modo
su amor daña y destruye.
Si fuera usted un poco menos bella,
si tuviera un defecto en algún sitio,
un dedo mutilado y evidente,
alguna cosa ríspida en la voz,
una pequeña cicatriz junto a esos labios
de fruta en movimiento,
una peca en el alma,
una mala pincelada imperceptible
en la sonrisa…
yo podría tolerarla.
Pero su cruel belleza es implacable,
bellísima;
no hay una fronda de reposo
para su hiriente luz
de estrella en permanente fuga
y desespera comprender
que aún la mutilación la haría más bella,
como a ciertas estatuas.
Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929.)
(De El tigre en la casa, Universidad de Guanajuato,1970.)
jueves, 14 de enero de 2010
Judíos
.
Muy poco, si lo consideramos como crónica de acontecimientos. Mucho, en cambio, como reflejo de situaciones, transformaciones y conflictos sociales.
El libro del Génesis permite, o mejor dicho, exige su división en dos partes. La primera, que terminaría con el Diluvio o con la Torre de Babel, no se diferencia mayormente de las cosmogonías de otros pueblos y está tomada directamente de los caldeos.
El origen "exógeno" de esa primera parte es por demás evidente. Esos mitos proceden de un pueblo de labradores. El primer hombre es hecho de tierra. Luego es condenado a "trabajar la tierra con el sudor de su frente". A Noé, le promete Dios que "no terminará la siembra ni la cosecha". El mismo mito del Diluvio hubo de originarse en un país de inundaciones periódicas, de riego y de labranza. Y si algo sabemos con seguridad acerca de las primeras tribus hebreas, es que fueron pastores nómades.
Toda la prehistoria del pueblo judío consiste en el enfrentamiento de pastores nómades con el sedentarismo. Pacífico unas veces, violento otras, constituye el tema central del relato bíblico, y los "celos" del dios contra las divinidades "extrañas" no son más que su reflejo ideológico.
El conflicto entre Caín y Abel tiene precisamente ese significado. Caín sacrifica granos y Abel, ganado, y Dios favorece a este último, lo cual ya constituye un elemento propio de la tribu de pastores.
El clásico odio del judío hacia el puerco, aunque pretendan atribuirle una finalidad higiénica, no es más que la ancestral aversión del nómade contra el animal doméstico propio del labrador sedentario.
[...]
Así comienza el libro de Alfredo Bauer “Historia crítica de los judíos - Desde la Antigüedad hasta la Revolución de 1848”, Buenos Aires, Colihue, 2007. Y no baja el nivel, sino que sostiene y acrecienta el interés al abordar temas espinosos y polémicos con rigor, documentación y amenidad.
La portentosa la versación de Bauer nos permite seguir y entender el desenvolvimiento histórico de Occidente y el Oriente próximo —desde un punto de vista materialista— a la luz de las vicisitudes de este pueblo.¿Dije ya que lo recomiendo? Lo recomiendo, y no será el único fragmento que reproduzca en este blog.
¿Qué nos brinda el libro del Génesis?I. Orígenes
Muy poco, si lo consideramos como crónica de acontecimientos. Mucho, en cambio, como reflejo de situaciones, transformaciones y conflictos sociales.
El libro del Génesis permite, o mejor dicho, exige su división en dos partes. La primera, que terminaría con el Diluvio o con la Torre de Babel, no se diferencia mayormente de las cosmogonías de otros pueblos y está tomada directamente de los caldeos.
El origen "exógeno" de esa primera parte es por demás evidente. Esos mitos proceden de un pueblo de labradores. El primer hombre es hecho de tierra. Luego es condenado a "trabajar la tierra con el sudor de su frente". A Noé, le promete Dios que "no terminará la siembra ni la cosecha". El mismo mito del Diluvio hubo de originarse en un país de inundaciones periódicas, de riego y de labranza. Y si algo sabemos con seguridad acerca de las primeras tribus hebreas, es que fueron pastores nómades.
Toda la prehistoria del pueblo judío consiste en el enfrentamiento de pastores nómades con el sedentarismo. Pacífico unas veces, violento otras, constituye el tema central del relato bíblico, y los "celos" del dios contra las divinidades "extrañas" no son más que su reflejo ideológico.
El conflicto entre Caín y Abel tiene precisamente ese significado. Caín sacrifica granos y Abel, ganado, y Dios favorece a este último, lo cual ya constituye un elemento propio de la tribu de pastores.
El clásico odio del judío hacia el puerco, aunque pretendan atribuirle una finalidad higiénica, no es más que la ancestral aversión del nómade contra el animal doméstico propio del labrador sedentario.
[...]
Así comienza el libro de Alfredo Bauer “Historia crítica de los judíos - Desde la Antigüedad hasta la Revolución de 1848”, Buenos Aires, Colihue, 2007. Y no baja el nivel, sino que sostiene y acrecienta el interés al abordar temas espinosos y polémicos con rigor, documentación y amenidad.
La portentosa la versación de Bauer nos permite seguir y entender el desenvolvimiento histórico de Occidente y el Oriente próximo —desde un punto de vista materialista— a la luz de las vicisitudes de este pueblo.¿Dije ya que lo recomiendo? Lo recomiendo, y no será el único fragmento que reproduzca en este blog.
miércoles, 13 de enero de 2010
Galeano metió la pata
En la entrevista de Ana Delicado a Eduardo Galeano, "América Latina está exorcizando la cultura de la impotencia", Buenos Aires, 03/01/2010, dijo el escritor:
«En una charla me preguntaron cuál era mi héroe preferido. Yo dije: “El día que me iba al aeropuerto para iniciar este viaje tomé un taxi, y estuve conversando con el conductor. El taxista trabajaba en el taxi entre 10 y 12 horas, pero después tenía otro empleo. Dormía entre tres y cuatro horas por día para dar de comer a sus hijos. Para él no existían los domingos, ni se acordaba de qué eran. Ese es mi héroe preferido”.»
Sí, y el de Franco, Somoza, Videla, los propietarios de las factorías en Extremo Oriente y cuantos explotadores y esclavistas en el mundo han sido y son.
Información sensible
La presidenta Cristina Fernández, refiriéndose al juez Griesa, que embargó fondos del Central en USA, dijo que “este juez es un envergador serial” (12-01-10).
No piense mal: un presidente o una presidenta necesitan manejar información reservada.
martes, 12 de enero de 2010
Mí, Guaicaipuro Cuatémoc; tú, Jane
.
.
Luis Britto García, caraqueño nacido en 1940, humorista, cuentista, periodista, dramaturgo y bon vivant, escribió un simulacro de discurso-carta de un supuesto cacique indígena latinoamericano y lo tituló "Guaicaipuro Cuauhtémoc cobra la deuda a Europa". Aparentemente, el texto fue publicado por primera vez en “El Nacional” de Caracas en 1990, pero en internet hay quien jura haberlo leído ya en 1984.
Es lo de menos: Britto García creó un personaje para poner en sus labios una doctrina que se opusiera a la interesada creencia de que los países que han sido víctimas de la expoliación y el genocidio, encima están endeudados hasta el cuello con sus victimarios.
Britto García no quiso hacer un fraude; sembró el texto de incongruencias antropológicas, históricas, idiomáticas y lógicas, para que los lectores no tomaran en serio la existencia real del cacique, pero meditaran sobre sus argumentos. Esto es evidente desde el mismo nombre del personaje: en ninguna etnia se bautizaría a uno de los suyos con un nombre ajeno, desconocido y sin significado en su propia tradición, como es el caso del caribe “Guaicaipuro” con el mexica o azteca “Cuatémoc” o “Cuauhtémoc”, o cualquiera de las otras diez formas en que se lo encuentra escrito. Algo así —pero menos factible— como si hubiera decidido llamar a su personaje Timothy Appicciafuoco.
Y, antes de lanzarse de lleno a exponer sus razones, el autor deja las cosas aun más en claro con su introducción tarzanesca: “el hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa” (en lugar de “pasaporte”), pero, seguidamente el supuesto “primitivo” se revela conocedor de la Biblia (“una deuda contraída por Judas”), se descubre como investigador del Archivo de Indias (“papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América”), un experto en finanzas (“moratoria”, “rentas líquidas”, “tasas flotantes de interés”) y un atento lector de Milton Friedman. Además, Britto García dejó en la más absoluta vaguedad los datos del supuesto encuentro del más alto nivel: fecha, tipo, protagonistas.
Todo en vano: ya un conocido director se quejó de que, por no poner en su filme cartelitos (“asesino”, “víctimas”), el público aplaudía cuanto tenía que llorar, y viceversa. Así que a quienes les calza bien el discurso de Guaicaipuro pasan por alto todas estas pistas y se abrazan a ese discurso como si el que sea pronunciado por un cacique le diera una mayor irrebatibilidad. Por ejemplo, a mí me ha llegado varias veces, de parte de gente absolutamente convencida de su autenticidad, y en internet son miles los sitios que lo reproducen sin hacerse cargo de su condición de simulacro. Y, es más, le agregan datos como para afirmar su legitimidad, llegándose al caso de un sitio que lo ilustra con una foto del supuesto cacique: un piel roja onda tribu dakota.
No voy a enumerar los sitios que incurren en esta irresponsabilidad, pero hay algunos a los que preferiría no ver envueltos en este mamarracho. Pero donde eso es inadmisible y escandaloso es en Aporrea, un sitio venezolano que no debiera ignorar las andanzas de su compatriota, y que se jacta de poner la verdad revolucionaria por encima de todo: la mentira nunca es revolucionaria, señores de Aporrea.
A veces, la única defensa que tenemos contra la mentira es el criterio. Los que carecen de criterio están indefensos: si algo viene avalado por una autoridad que reconocen, se lo tragan sin masticar. Y, también, si sintoniza con su deseo: ¡ah, si es algo que va en su misma dirección, allí le dan un recio empujón para que vaya por delante, sin analizar de qué se trata!
¡Pobrecitos!
Es lo de menos: Britto García creó un personaje para poner en sus labios una doctrina que se opusiera a la interesada creencia de que los países que han sido víctimas de la expoliación y el genocidio, encima están endeudados hasta el cuello con sus victimarios.
Britto García no quiso hacer un fraude; sembró el texto de incongruencias antropológicas, históricas, idiomáticas y lógicas, para que los lectores no tomaran en serio la existencia real del cacique, pero meditaran sobre sus argumentos. Esto es evidente desde el mismo nombre del personaje: en ninguna etnia se bautizaría a uno de los suyos con un nombre ajeno, desconocido y sin significado en su propia tradición, como es el caso del caribe “Guaicaipuro” con el mexica o azteca “Cuatémoc” o “Cuauhtémoc”, o cualquiera de las otras diez formas en que se lo encuentra escrito. Algo así —pero menos factible— como si hubiera decidido llamar a su personaje Timothy Appicciafuoco.
Y, antes de lanzarse de lleno a exponer sus razones, el autor deja las cosas aun más en claro con su introducción tarzanesca: “el hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa” (en lugar de “pasaporte”), pero, seguidamente el supuesto “primitivo” se revela conocedor de la Biblia (“una deuda contraída por Judas”), se descubre como investigador del Archivo de Indias (“papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América”), un experto en finanzas (“moratoria”, “rentas líquidas”, “tasas flotantes de interés”) y un atento lector de Milton Friedman. Además, Britto García dejó en la más absoluta vaguedad los datos del supuesto encuentro del más alto nivel: fecha, tipo, protagonistas.
Todo en vano: ya un conocido director se quejó de que, por no poner en su filme cartelitos (“asesino”, “víctimas”), el público aplaudía cuanto tenía que llorar, y viceversa. Así que a quienes les calza bien el discurso de Guaicaipuro pasan por alto todas estas pistas y se abrazan a ese discurso como si el que sea pronunciado por un cacique le diera una mayor irrebatibilidad. Por ejemplo, a mí me ha llegado varias veces, de parte de gente absolutamente convencida de su autenticidad, y en internet son miles los sitios que lo reproducen sin hacerse cargo de su condición de simulacro. Y, es más, le agregan datos como para afirmar su legitimidad, llegándose al caso de un sitio que lo ilustra con una foto del supuesto cacique: un piel roja onda tribu dakota.
No voy a enumerar los sitios que incurren en esta irresponsabilidad, pero hay algunos a los que preferiría no ver envueltos en este mamarracho. Pero donde eso es inadmisible y escandaloso es en Aporrea, un sitio venezolano que no debiera ignorar las andanzas de su compatriota, y que se jacta de poner la verdad revolucionaria por encima de todo: la mentira nunca es revolucionaria, señores de Aporrea.
A veces, la única defensa que tenemos contra la mentira es el criterio. Los que carecen de criterio están indefensos: si algo viene avalado por una autoridad que reconocen, se lo tragan sin masticar. Y, también, si sintoniza con su deseo: ¡ah, si es algo que va en su misma dirección, allí le dan un recio empujón para que vaya por delante, sin analizar de qué se trata!
¡Pobrecitos!
Nosotros, digo: los que tenemos que vivir en el mundo que hace esta gente.
jueves, 7 de enero de 2010
Fernando Bravo vs. Heráclito
Hoy, 7 de enero, Fernando Bravo, en su programa de Continental, recibe la noticia de que se ha conocido el resultado de la alcoholemia y alcoholuria de Buonanotte tras su accidente automovilístico: 0% en sangre y 0,4 en orina. Cuando termina la conversación con el informante, Bravo se lamenta de que no le preguntó cuál es la razón de esa diferencia de dosaje entre uno y otro fluido corporal, pero agrega que ya llamará alguien aclarando la cuestión. Efectivamente, poco después, dice que expertos en el tema se comunicaron para decir que la explicación es que “siempre el porcentaje de alcohol en la orina es un 25% mayor que el que se encuentra en sangre”, y Bravo, satisfecho, da por concluido el asunto. A usted, ¿le parece que 0,4 es un 25% mayor que 0 (cero)? El que mandó esa respuesta no se fijó ni siquiera que tuviera validez para el único caso planteado, así que figúrese que crédito le podemos otorgar como ley que se cumple “siempre”: ninguno (ya hablaré de eso). No obstante, ni Bravo ni nadie de su equipo, que debe sobrepasar holgadamente las diez personas, encontraron nada que objetar.
Así son los medios de comunicación masiva: embrutecedores e idiotizantes. ¡Bueno! —dirá usted—, pero son sólo números, ¿qué ganarían con adulterar eso? Para responder a esa objeción voy a tener que retroceder en el tiempo, pero no mucho: apenas veinticinco siglos, cuando Heráclito postuló un principio universal, el logos, que todo lo penetra y todo lo gobierna, desde el cosmos al mundo humano en todos sus aspectos. A quienes no comprenden la voz del logos los sucesos cotidianos les resultan extraños, inexplicables, dice el Oscuro en el fragmento 72, porque ignoran “la razón por la cual todas las cosas son dirigidas por todas” (fragmento 41) y viven guiándose por sus propios pareceres (fragmento 2). ¡Y, bueno, que hagan lo que quieran, que se jo... roben! —dirán algunos—: ¡problema de ellos! No, no sólo de ellos, puesto que son coconstructores del mundo común: vivimos en la realidad que también hace Fernando Bravo. Y la mala noticia es que Fernando Bravo participa en la conformación del mundo en que vivimos en mucha mayor medida que yo y, quizá, que usted, también.
Los métodos de que nos servimos para conocer la realidad no son pasatiempos para ociosos, sino el requisito para poder operar sobre ella. En la medida en que son el reflejo de las leyes que rigen las interacciones de los existentes, son válidos tanto para expresar desde relaciones numéricas —como la que habría entre 0 y 0,4—, como para tomar las decisiones políticas adecuadas a nuestros intereses en cada circunstancia. Los errores de apreciación, cuando están en conflicto con la razón, tornan incoherente —“extraño”, decía Heráclito— al conjunto, y mellan el instrumento que no sólo es de conocimiento, sino de acción.
¡Pero las cosas triviales, son triviales!, se dirá: ¡mirá si las birras de Buonanotte van a tener tanta importancia! Sin embargo, la filósofa y matemática egipcia Hipatia, no pensaba así; decía que "comprender las cosas que nos rodean es la mejor preparación para comprender las cosas más recónditas". Algo radicalmente importuno debía haber en la filosofía de esta señora, puesto que San Cirilo la suprimió. A la señora.
Y, ahora, unas líneas sobre la “ley del 25%”: el alcohol ingerido, absorbido en el tracto digestivo, pasa primero al torrente sanguíneo, luego es eliminado de éste principalmente por los riñones, y va a parar a la orina. O sea que en un principio hay un determinado porcentaje en la sangre y nada en la orina y, después de varias horas de la ingesta, nada o muy poco en sangre y una proporción importante en la orina, sobre todo si no se vació la vejiga. Eso es, al menos, lo que yo tengo entendido. Pero lo que sé con toda seguridad es que esa proporción constante de “un 25% más de alcohol en orina que en sangre” es un disparate inenarrable.
Será por eso que le gustó a Bravito.