. CFK, la “desaparecedora”, saluda; sus seguidoras babean.
1. ¡Seremos irracionales! (Andante espressivo)
El 4 de junio de 1946 el general Perón asumió la presidencia constitucional de la nación. Eligió esa fecha como homenaje al golpe militar de tres años antes y como reafirmación de las políticas del gobierno de facto. Un mes después ingresó en el Congreso un proyecto de juicio político a los miembros de la Corte Suprema por haber convalidado ese golpe, del cual Perón fue uno de los cabecillas y que lo tuvo como vicepresidente.
Con ese acto el peronismo grabó a fuego una de sus directrices fundamentales: “¡Seremos irracionales!”. Y a ella, como a las otras bases ideológico-políticas, de las que ya he hablado, se ha mantenido invariablemente fiel.
2. El día que a CFK se le soltó la cadena (Allegro vivace)
Sé que con lo que sigue les voy a romper el corazón a muchos que pensaban lo contrario —sobre todo a aquellos que nunca han estado cerca de la organización de los actos donde está prevista la palabra presidencial o que no han concurrido a ninguno de ellos— y por eso pido indulgencia por adelantado porque voy a escribir algo fuerte: no todas las personas que concurren a esos actos van por gusto. Cuando la presidenta habla en la colocación de la piedra fundamental de un parque industrial en La Matanza, los cientos o miles de personas que van a escucharla (¿van a escucharla?) no se mueren por ir. Tampoco se morirían por no ir, pero intuyen que en este caso la pasarían peor. Así que con la excepción de los que tienen motivos para hacerse ver por el intendente, los funcionarios y los punteros, y exhiben este interés con gritos y fervores maníacos, el resto de la gente va porque tienen que poner, según convenio, su opacidad rellenando espacio: notable paradoja de un espacio relleno de ausencia.
El acto en la Biblioteca Nacional por la rúbrica del convenio de erección del Museo del Libro no fue muy distinto, aunque –descontado el personal de la biblioteca– los funcionarios, paniaguados, arribistas y pichones de arribistas aquí eran mayoría. Y el chori no era uno de los argumentos convocantes. “Veo a jóvenes muy jóvenes, veo a intelectuales, veo también a nuestras queridas Madres, a familiares de detenidos desaparecidos, a hombres como el maestro Clorindo Testa y su socio Francisco Bullrich”: así describió a su auditorio la oradora al comenzar.
Y como el discurso fue breve, la mayoría estaba atenta a sus palabras cuando dijo “¡qué voy a ser genia, ojalá! ¡Si fuera una genia haría desaparecer a algunos, como hacen los genios!”.
3. El peronismo no se ha degradado (Finale - Adagio moderato)
Lo que siguió es mejor escucharlo que leerlo: porque no fue el escándalo, el repudio generalizado, la retirada en masa, sino el aplauso, la risotada rencorosa, la aprobación vociferada. Esa forzada pausa le dio tiempo a recapacitar sobre lo dicho y, a continuación de manifestarse “orgullosa de ser mortal”, declaró que “jamás voy a poder hacer ni quiero hacer desaparecer a nadie”, lo cual suscitó nuevos aplausos y voces de aprobación.
Sabemos que la irracionalidad de base de los peronistas los lleva, según los vaivenes de la conveniencia del poder, a pelarse las manos aplaudiendo una medida de alguno de sus gobiernos y, al poco tiempo, su contraria. Trátese de privatizaciones y estatizaciones; de declaración del default y pago adelantado, de un saque, al FMI; del cierre del canje de bonos ¡con sobreactuación de ley refirmándolo, incluida! y reapertura del canje y extirpación (¿desaparición?) de esa ley: los peronistas siempre aplauden. A rabiar.
Pero lo que yo nunca vi es esto de que en el término de pocos segundos pasaran de aprobar la supresión de los opositores a aplaudir a quien se declara enemiga de ello.
A esto lleva la intoxicación causada por una continuada dieta de sapos y por tener que actuar y respirar en un espacio construido con bosta. El retorcimiento de la conciencia, en nombre de unos resultados que sólo ellos ven, produce un parejo deterioro en lo moral y lo intelectual.
El peronismo no se ha degradado como dicen lo peronistas vergonzantes y los filopopulistas, sino que, como vimos más arriba, sigue firmemente encarrilado en la vía en que su fundador lo colocó. Pero el envilecimiento que el peronismo derrama sobre la Argentina desde hace más de sesenta años sí ha terminado por impregnar y degradar las subjetividades y todas las formas de la convivencia social.
Con ese acto el peronismo grabó a fuego una de sus directrices fundamentales: “¡Seremos irracionales!”. Y a ella, como a las otras bases ideológico-políticas, de las que ya he hablado, se ha mantenido invariablemente fiel.
2. El día que a CFK se le soltó la cadena (Allegro vivace)
Sé que con lo que sigue les voy a romper el corazón a muchos que pensaban lo contrario —sobre todo a aquellos que nunca han estado cerca de la organización de los actos donde está prevista la palabra presidencial o que no han concurrido a ninguno de ellos— y por eso pido indulgencia por adelantado porque voy a escribir algo fuerte: no todas las personas que concurren a esos actos van por gusto. Cuando la presidenta habla en la colocación de la piedra fundamental de un parque industrial en La Matanza, los cientos o miles de personas que van a escucharla (¿van a escucharla?) no se mueren por ir. Tampoco se morirían por no ir, pero intuyen que en este caso la pasarían peor. Así que con la excepción de los que tienen motivos para hacerse ver por el intendente, los funcionarios y los punteros, y exhiben este interés con gritos y fervores maníacos, el resto de la gente va porque tienen que poner, según convenio, su opacidad rellenando espacio: notable paradoja de un espacio relleno de ausencia.
El acto en la Biblioteca Nacional por la rúbrica del convenio de erección del Museo del Libro no fue muy distinto, aunque –descontado el personal de la biblioteca– los funcionarios, paniaguados, arribistas y pichones de arribistas aquí eran mayoría. Y el chori no era uno de los argumentos convocantes. “Veo a jóvenes muy jóvenes, veo a intelectuales, veo también a nuestras queridas Madres, a familiares de detenidos desaparecidos, a hombres como el maestro Clorindo Testa y su socio Francisco Bullrich”: así describió a su auditorio la oradora al comenzar.
Y como el discurso fue breve, la mayoría estaba atenta a sus palabras cuando dijo “¡qué voy a ser genia, ojalá! ¡Si fuera una genia haría desaparecer a algunos, como hacen los genios!”.
3. El peronismo no se ha degradado (Finale - Adagio moderato)
Lo que siguió es mejor escucharlo que leerlo: porque no fue el escándalo, el repudio generalizado, la retirada en masa, sino el aplauso, la risotada rencorosa, la aprobación vociferada. Esa forzada pausa le dio tiempo a recapacitar sobre lo dicho y, a continuación de manifestarse “orgullosa de ser mortal”, declaró que “jamás voy a poder hacer ni quiero hacer desaparecer a nadie”, lo cual suscitó nuevos aplausos y voces de aprobación.
Sabemos que la irracionalidad de base de los peronistas los lleva, según los vaivenes de la conveniencia del poder, a pelarse las manos aplaudiendo una medida de alguno de sus gobiernos y, al poco tiempo, su contraria. Trátese de privatizaciones y estatizaciones; de declaración del default y pago adelantado, de un saque, al FMI; del cierre del canje de bonos ¡con sobreactuación de ley refirmándolo, incluida! y reapertura del canje y extirpación (¿desaparición?) de esa ley: los peronistas siempre aplauden. A rabiar.
Pero lo que yo nunca vi es esto de que en el término de pocos segundos pasaran de aprobar la supresión de los opositores a aplaudir a quien se declara enemiga de ello.
A esto lleva la intoxicación causada por una continuada dieta de sapos y por tener que actuar y respirar en un espacio construido con bosta. El retorcimiento de la conciencia, en nombre de unos resultados que sólo ellos ven, produce un parejo deterioro en lo moral y lo intelectual.
El peronismo no se ha degradado como dicen lo peronistas vergonzantes y los filopopulistas, sino que, como vimos más arriba, sigue firmemente encarrilado en la vía en que su fundador lo colocó. Pero el envilecimiento que el peronismo derrama sobre la Argentina desde hace más de sesenta años sí ha terminado por impregnar y degradar las subjetividades y todas las formas de la convivencia social.
A los más, a los de abajo, nos va muy mal por este camino. Es hora de construir otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario