lunes, 16 de febrero de 2015

Al Carnaval del Uruguay


Vendrá mi negra con su alegre compás


—El Carnaval, sobre todo en el Río de la Plata, es ocasión para que las murgas y comparsas planteen críticas de tipo social.
—¿Por qué justo en Carnaval? ¿Y qué hacen durante todo el año?
—Durante el resto del año se escriben las canciones, se confeccionan los trajes y se practican los pasos y coreografías del desfile.
—Entiendo, entiendo.
Dialoguito con un carnavalero militante

María O’Donnell, por quien confieso simpatía a causa de su estilo desacartonado y espontáneo y las múltiples y agradables inflexiones de su voz (nada ideológico, como se ve, porque... en los entrevistados hay agujeros, y ella no repregunta), conversó esta tarde en su programa “La Vuelta” con el murguero de “Falta y Resto” Raúl Castro, “Tinta Brava”.
Juntos repasaron las particularidades de las murgas a uno y otro lado del Plata: más de desfile y pasos en la Argentina, más teatral y de contenidos en la otra orilla, creí entender, mientras me ocupaba de otras cosas.
Esto mismo llevó a que en el diálogo se examinara qué pasó en Uruguay con la murgas durante la dictadura. Paré la oreja. Dejaron correr —dijo Castro—, porque hay que tener en cuenta que los milicos tienen sus propias simpatías con alguna murga, y no se iban a tirar contra eso. Es que el carnaval y la murga son inherentes al ser uruguayo, milicos incluidos, señaló.
Ajá. Por ende, no se los puede suprimir.
La vida, la integridad de la persona, la libertad, los derechos humanos y políticos no son inherentes a los orientales, y esos sí se pueden conculcar.
Ahí va la bocha: el carnaval “es inherente” (y el fútbol, y el asado, y la playa también), y no hay problema —ni peligro— en dejarlo correr.
Si yo tuviera que hacer un semejante reconocimiento de impotencia, de infructuosidad de mi hacer, antes me cortaría las venas con una vainilla (una plantilla, bah) mojada en leche fría.


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