María Ginestà, ícono del antifascismo
Marina, 1936.
Marina
Ginestà tenía 17 años, un carné de las juventudes socialistas y el sueño de una
revolución cuando en verano de 1936 posó orgullosa y desafiante en la terraza
del Hotel Colón de Barcelona para el fotógrafo Juan Guzmán, que tomó una imagen
simbólica que se convirtió en un ícono de la resistencia.
Vestida
con un uniforme miliciano, con el cabello al viento, pertrechada con un fusil
que portó por primera y última vez en toda su vida, la joven republicana sirve
de primer plano a una imponente vista de la Ciudad Condal.
Primero
como traductora del enviado especial del diario soviético "Pravda"
Mijail Koltsov y luego como periodista de varios medios republicanos, Ginestà
vivió la guerra desde una retaguardia militante y afanada por mantener alto el
ánimo de su bando.
Tras
la derrota tuvo que abandonar el país en busca del exilio francés, su patria de
nacimiento. La llegada de los nazis la obligó a tomar un barco con destino a
América.
La
decepción de la derrota, el recuerdo "de los compañeros que se quedaban
atrás, muchos de ellos fusilados", se mezclaba entonces con el sueño de
que las democracias europeas vencieran al fascismo en la recién iniciada Guerra
Mundial.
"Esperábamos
que ganaran la guerra, que en España volviera la República y que Franco fuera
fusilado", aseguraba.
La
instantánea se encuentra en los archivos de Efe y un documentalista logró
recientemente descubrir la identidad de la modelo y localizar su paradero.
Ginestá
consideraba que la imagen tiene algo de artificial y prefería otras, como la
del reencuentro con su hermano Albert en el frente del Ebro, que mostraba con
orgullo.
Marina
acaba de morir en Francia. Para ella, un recuerdo sin tristeza.
Siempre
nacen nuevas Marinas.
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