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Secuestraron al hijo de un gremialista
y lo liberaron tras el pago de un rescate de 120.000 dólares.
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Supongamos
que en la noticia del diario hay un error de tipeo: que no fueron 120.000
dólares, sino 12.000. O que no fueron dólares, sino pesos: 120.000 pesos.
Igual es una
enormidad para un trabajador. Sería asombroso que un asalariado no gerencial
tuviera líquidos $120.000. Pero mucho más asombroso debiera ser que un
gremialista los tuviera. Porque según yo entiendo la cosa, un militante gremial
brega por el mejoramiento del conjunto de sus compañeros, lo cual significa que
sus energías y su tiempo están consagrados a ello y, también, que su propia
carrera laboral está afectada por llevar ostensiblemente la camiseta de los
trabajadores, y no la de la empresa que lo emplea.
En efecto, la
mayoría de los militantes sindicales lo entendieron así durante los primeros
setenta años de historia del gremialismo argentino. Después llegaron Perón y
Evita.
Desde
entonces, el gremialismo se convirtió en la plataforma de ascenso económico
preferida por un sector de las clases populares. Naturalmente, me refiero a
individuos desclasados, sin principios y sin escrúpulos: los especímenes que
prohijó el peronismo.
Por eso el
gremialismo burocrático, ladrón y entregador le tiene montado un altar a la
pareja que sentó las bases de su opulencia.
Veamos el
caso de este secuestro al trasluz de las anteriores generalizaciones (con la
salvedad de que si la noticia estuviera equivocada en sus datos esenciales, la
caracterización del gremialismo implantado por Perón y Evita seguiría
enteramente válida, ratificada por otros miles de ejemplos).
“La Nación”*
dice que el joven secuestrado y liberado tras el pago del rescate es el hijo
del secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria
Aceitera de Capital Federal y Gran Buenos Aires, quien, según su sitio web, es
Oscar Enrique Rojas. Ese sindicato, junto a los otros del ramo, se agrupa en la
Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso, Desmotadores de
Algodón y Afines de la República Argentina, de la cual también es secretario
general Oscar Enrique Rojas. Y si queremos saber qué ideas profesa don Rojas
—además de la de juntar plata— quizá lleguemos a la página “Nuestra historia”
del sitio web de la Federación, que comienza así:
La gestión del General Juan
Domingo Perón al frente de la secretaría de Trabajo y Previsión hizo que una
sensación se adueñara del ánimo nacional: la de que el estado había tomado
partido por los trabajadores...
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Todo en
orden: Rojas y sus secuaces no escatiman alabanzas al General.
Los
delincuentes, que son personas informadas, saben que donde está un dirigente
gremial peronista hay plata, y quieren que la comparta. No les preocupa cómo
llegó a obtenerla.
Lamentablemente,
a los trabajadores tampoco.
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