Orwell (1903-1950).
“No solo se le exige al miembro del Partido que tenga las opiniones que se
consideran buenas, sino también los instintos ortodoxos. Muchas de las
creencias y actitudes que se le piden no llegan a fijarse nunca en normas
estrictas y no podrían ser proclamadas sin incurrir a grandes contradicciones
con los principios mismos del Ingsoc. Si una persona es ortodoxa por naturaleza
[respecto del Partido] (en neolengua se le llama piensabien) sabrá en
cualquier circunstancia, sin detenerse a pensarlo, cuál es la creencia acertada
o la emoción deseable. Pero en todo caso, un enfrentamiento mental complicado,
que comienza en la infancia y se concentra en torno a las palabras
neolingüísticas paracrimen, negroblanco y doblepensar,
le convierte en un ser incapaz de pensar demasiado sobre cualquier tema.
Se espera que todo miembro del partido carezca de
emociones privadas y que su entusiasmo no se enfríe en ningún momento. Se
supone que vive en un continuo frenesí de odio contra enemigos extranjeros y
los traidores de su propio país, en una exaltación triunfal de las victorias y
en absoluta humildad y entrega ante el poder y sabiduría del Partido. Los
descontentos producidos por esta vida tan seca y poco satisfactoria son
suprimidos de raíz mediante la vibración emocional de los Dos Minutos de Odio,
y las especulaciones que podrían quizás llevar a una actitud escéptica o
rebelde son aplastadas en sus comienzos, antes de asomar a la consciencia,
mediante la disciplina interna adquirida desde la niñez.
La primera etapa de esta disciplina, que puede ser enseñada incluso a los
niños, se llama en neolengua paracrimen. Paracrimen significa
la facultad de parar, de cortar en seco, de un modo casi instintivo, todo
pensamiento peligroso que pretenda salir a la superficie. Incluye esta facultad
la de no percibir las analogías, de no darse cuenta de los errores de lógica,
de no comprender los razonamientos más sencillos si son contrarios a los
principios del Ingsoc y de sentirse fastidiado e incluso asqueado por todo
pensamiento orientado en una dirección herética. Paracrimen equivale,
pues, a estupidez protectora.
Pero no basta con la estupidez. Por el contrario, la ortodoxia en su más
completo sentido exige un control sobre nuestros procesos mentales, un
autodominio tan completo como el de un contorsionista sobre su cuerpo. La
sociedad oceánica se apoya en definitiva sobre la creencia de que el Gran
Hermano es omnipotente y de que el Partido es infalible. Pero como en realidad
el Gran Hermano no es omnipotente y el Partido no es infalible, se requiere una
incesante flexibilidad para enfrentarse con los hechos. La palabra clave de
todo esto es negroblanco.
Como tantas palabras neolingüísticas, ésta tiene dos significados
contradictorios. Aplicada a un contrario, significa la costumbre de asegurar
descaradamente que lo negro es blanco en contradicción con la realidad de los
hechos. Aplicada a un miembro del Partido significa la buena y leal voluntad de
afirmar que lo negro es blanco cuando la disciplina del Partido lo exija. Pero
también se designa con esa palabra la facultad de creer que lo negro
es blanco, más aún, de saber que lo negro es blanco y olvidar que
alguna es se creyó lo contrario. Esto exige una continua alteración del pasado,
posible gracias al sistema de pensamiento que abarca todo lo demás y que se
conoce con el nombre de doblepensar.
[…]
Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos
opiniones contradictorias albergadas a la vez en la mente. El intelectual del
Partido sabe en qué dirección han de ser alterados sus recuerdos; por tanto,
sabe qué está trucando la realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí
mismo por medio del ejercicio del doblepensar en el sentido de que la
realidad no queda violada. Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no
se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser
inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de
culpabilidad.
El doblepensar está arraigado en el corazón mismo del Ingsoc, ya
que el acto esencial del Partido es el engaño consciente, conservando a la vez
la firmeza de propósito que caracteriza a la auténtica honradez. Decir mentiras
a la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga
recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo por
el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar
ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega…, todo esto es
indispensable.
Incluso para usar la palabra doblepensar es preciso emplear el doblepensar.
Porque para usar la palabra se admite que se están haciendo trampas con la
realidad. Mediante un nuevo acto de doblepensar se borra este
conocimiento; y así indefinidamente, manteniéndose la mentira siempre unos
pasos por delante de la verdad. En definitiva, gracias al doblepensar ha
sido capaz del Partido —y seguirá siéndolo durante miles de años— de parar el
curso de la Historia.
[…]
Esta peculiar trabazón de elementos opuestos —conocimiento con ignorancia,
cinismo con fanatismo— es una de las características de la sociedad oceánica.
La ideología oficial abunda en contradicciones incluso cuando no hay razón
alguna que las justifique.
[…]
Sistemáticamente socava la solidaridad de la familia y al mismo
tiempo llama a su jefe supremo con un nombre que es una evocación de la lealtad
familiar. Incluso los nombres de los cuatro ministerios que los gobiernan
revelan un gran descaro al tergiversar deliberadamente los hechos. El
Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra; el Ministerio de la Verdad, de las
mentiras; el Ministerio del Amor, de la tortura, y el Ministerio de la
Abundancia, del hambre.
Estas contradicciones no son accidentales, no resultan de la hipocresía
corriente. Son ejercicios de doblepensar. Porque sólo mediante la
reconciliación de las contradicciones es posible retener el mando
indefinidamente. Si no, se volvería al antiguo ciclo. Si la igualdad humana ha
de ser evitada para siempre, si los Altos, como los hemos llamado, han de
conservar sus puestos de un modo permanente, será imprescindible que el estado
mental predominante sea una locura controlada.”
George Orwell (1903-1950) - Extractos de "1984".
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