Llegó
el 8N: ¿y ahora?
Primero, empecemos por ponerlo en su
lugar: el 8N son unas horas en nuestra vida. Que tendrán su influencia, pero no
bastan para que la decisión que adoptemos determine el futuro del país y el
nuestro. El 8N (también para quienes lo rechazan) es un momento en una
construcción que abarca todos nuestros días, desde el primero hasta el último.
O sea, no nos releva de otros y más profundos compromisos.
Segundo, hay que verlo como un montaje
colectivo, y que, como tal, tendrá aspectos con los cuales coincidiremos y
otros con los cuales no. Forzosamente, habrá que sopesarlos, lo cual no
significa que tengamos que pensar binariamente, pero sí que nuestro matizado
análisis tendrá por resultado una alternativa: salimos a la calle, o no.
Para mí es un dilema, porque muchos de los
convocantes levantan banderas reaccionarias a las cuales no quiero favorecer
con mi presencia. Pero, por el otro lado, el gobierno nos ajusta cada vez más
la soga alrededor del cuello, mientras su política de saqueo y depredación nos
arrastra a un precipicio como nunca hemos conocido en nuestra historia, porque
no solo es devastada la economía, sino que nos envenena a nosotros, y a nuestro
suelo, nuestra agua y nuestro aire.
Entonces, vuelvo al principio: la
decisión de manifestarnos, o no, es una de las muchas que tenemos y tendremos
que tomar. Y más importante que tomar una resolución es hacerlo reflexivamente.
Para ello voy a pedirles a los queridos y admirables compañeros de las
asambleas ciudadanas riojanas que me ayuden a pensar. Ellos emiten hoy una
declaración que titulan “8N: Ni
oligarquía ni neocolonialismo progre”. Y más allá de que su decisión de no
sumarse pueda ser muy correcta, parten de bases falsas: no hay una “oligarquía”
—como la conciben— enfrentada a un neocolonialismo “progre” inexistente. Los saqueadores hoy están haciendo
sus rapiñas gracias al peronismo (que no es “progre”, sino en aspectos no
estructurales), y no merced a acuerdos con aquella “oligarquía”. Que, fijémonos
en este dato revelador, está presente en el título... pero no en el desarrollo.
Por una razón muy simple: si tuvieran que definirla no podrían aludir a cien
o quinientas familias aristocráticas, sino a una famiglia presidencial y
su camarilla de chambelanes y consejeros, un selecto grupo de funcionarios con
poder de enriquecer o fundir, veinte gobernadores, unos cuantos intendentes de
comunas grandes como provincias y un puñado de amigos-testaferros del poder.
Esa es la oligarquía, hoy, y es la impulsora en la Argentina del neocolonialismo,
el extractivismo y la acumulación por desposesión. Por lo tanto, plantean una
alternativa entre dos entes imaginarios, que en realidad es uno solo, y ni
parecido a estos, el cual, si lo definieran correctamente, los determinaría a la
decisión contraria.
Yo no voy a exponer mi resolución respecto de la
convocatoria de hoy, porque no la tengo y no la tendré hasta la hora señalada.
Pero puedo colaborar, como lo he hecho más arriba, intentando despejar algunas
confusiones. Y la más peligrosa, como que lleva casi setenta años de acción
tóxica, es que el peronismo es amigo de los humildes, siendo que es sirviente y
cómplice de los patrones. Porque no hay nada capaz de
hacer más daño a los trabajadores y los humildes que el peronismo. No porque no
haya otros nódulos de pensamiento más derechista y de ideas más retrógradas (que
los hay, y hoy estarán manifestándose), sino porque estos son políticamente
impotentes, ya que jamás podrían alcanzar ninguno de sus objetivos sin el apoyo
o el consentimiento del peronismo. Más, aún, sin la existencia misma del
movimiento creado por Perón y Evita.
No la voy a hacer larga ahora dando
ejemplos de esto, porque prácticamente durante años no he escrito de otra cosa.
Así que nos veremos —o no, quién sabe— esta tarde en calles y plazas.
Pero donde seguro nos encontraremos
será allí donde haya compañeros dispuestos a mirar la realidad de frente.
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