jueves, 6 de enero de 2011

Los floppy disk del Mar Muerto

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Un descubrimiento apasionante

En una cueva próxima a aquellas donde se encontraron los famosos “Manuscritos del Mar Muerto”, en Qumram, se halló una caja con floppy disk de 5 ¼, en perfecto estado de conservación, cuyo contenido sin embargo demoró en ser conocido dadas las dificultades para conseguir una lectora de ese tipo de disquetes.
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La sorpresa y la emoción de arqueólogos e historiadores al poder acceder a los textos guardados en los floppy fue enorme, ya que se trata de referencias de primera agua sobre la maternidad de la Virgen María, circulantes en la época de ese suceso.

Recipientes: en los de la izquierda estaban los manuscritos, y en el de la derecha, los disquetes.
Foto: “L’Osservatore Parmegiano”.

La autenticidad de los documentos ha sido casi unánimemente aceptada, con la excepción de investigadores que no la admiten por obvios celos profesionales y los que la rechazan por prejuicios ideológicos. La antigüedad del material, desde ya, está asegurada porque ese soporte hace muchísimo que dejó de usarse y, por otra parte, la sistemática referencia desde hace años, en los estudios bíblicos, a los “manuscritos del Mar Muerto” pone en evidencia el empeño de distinguirlos de otros registros, en formatos distintos, de cuya existencia ya se sospechaba o se tenía conocimiento, porque si sólo se hubiera practicado en aquella época aquel tipo artesanal de anotación sería ocioso subrayar el modo en que fueron producidos, y se hablaría simplemente de los escritos, o los textos, o los documentos del Mar Muerto. Recordemos que en los ya añosos dispositivos de almacenamiento magnético la información se guarda de manera digital, y no analógica.

En resumidas cuentas, los disquetes recogen las versiones circulantes en el vecindario de Nazaret —pueblito de Galilea— al tiempo del embarazo de María, basadas en dos hechos concurrentes: algunos comentarios esquinados y rencorosos de su marido, José, en el sentido de que él “no la había tocado”, y la familiaridad de María con los soldados del destacamento romano, particularmente con uno de ellos, muy apuesto.

La versión contenida en los floppy, hay que admitirlo, es, respecto de la que se lee en la Biblia, muy superior en cuanto a compatibilidad con los hechos históricos probados y, por otra parte, no requiere echar mano de incidentes milagrosos ni de fornicaciones con extraterrícolas.

Vayamos por partes: el relato que nos presenta el Nuevo Testamento no puede tener otro origen que los propios María y José, puesto que refiere sucesos privados de los cuales sólo ellos podían tener conocimiento, y que son los siguientes: María quedó embarazada sin haber tenido relaciones con su marido y, según Mateo (1. 18), “se halló que había concebido del Espíritu Santo”, extremo sólo acreditado, dicho sea de paso, por los alegatos de la declarante. Pues bien, José, bastante resentido, la quiso dejar, pero —continúa Mateo— el ángel Gabriel se le apareció en sueños y le explicó cómo eran las cosas, de modo que José la perdonó, “pero no la conoció hasta que dio a luz”. Si bien después de un parto sólo se puede hablar de virginidad en sentido metafórico —o espiritual, si se quiere—, el dato de que José la anduvo conociendo a María pone en tela de juicio también esta acepción. Volveremos sobre el tema al final.

En Lucas (1. 34), en cambio, el ángel se le aparece a María, diciéndole que tendrá un hijo: “¿Cómo será esto?, pues no conozco varón”, se asombra ella. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” —le responde el ángel— y lo que sea, será. Lucas no nos cuenta cuál fue la reacción de José ante la novedad.

Los floppy de 5 ¼ —o, más específicamente, uno de ellos— presentan una fuente histórica distinta a los dichos de María y José: un resumen de las habladurías del vecindario de la pareja. Según algunas mujeres —particularmente, las ancianas, se aclara— María era “muy salidora”, e iba a buscar agua a la fuente varias veces por día, y se entretenía charlando “con muy poco juicio” con los soldados romanos que merodeaban por allí a causa de que era un lugar muy concurrido por las mujeres. Las vecinas murmuraban, a veces ni siquiera a sus espaldas, pero cuando María tenía oportunidad les respondía con rudeza, ya que al parecer era “muy boca sucia”. Alguna llegó a aconsejarle que para darle otra orientación a su vida le convenía quedar embarazada, a lo cual respondió tajante: “¿Cómo será esto?, pues mi marido se la pasa cepillando… pero sólo la madera”.

Pero, así y todo, resulta que quedó gruesa, y que José, ceñudo, mascullaba su ajenidad al fenómeno. María se apercibió de que el cielo se le nublaba, no de nubes sino de piedrazos, y como no sólo era ligera de cascos sino de entendederas, le contó a José lo del travieso Espíritu. En este punto tenemos que conjeturar que a su marido, entre quedar como cornudo y sin mujer, y aceptarle el embuste, le convenía lo segundo, porque a su edad y con un antecedente de lapidación de su primera esposa su destino habría sido la soledad definitiva. Así que ambos salieron a propalar, con las discrepancias que recogió la Biblia, la versión que, por distintas razones, le convenía a cada uno, aunque sin poder acabar con las suspicacias.

Pero según la preñez iba llegando a término, María intuyó que el aspecto del recién nacido podía ser fuente de renovados problemas si se parecía al padre, ya que éste era un soldado del Imperio reclutado en las tribus del norte, así que urgió a José a emigrar bien lejos, lo cual los llevó hasta Belén.

En esto la historia construida por los redactores de la Biblia no es fiel a los hechos. Lucas (2. 1-3) dice que el viaje fue para cumplir con el censo ordenado por Cirenio (o Quirinio), pero estudios recientes demuestran que eso no es cierto pues las fechas no coinciden por años de diferencia. Por otra parte, que la Biblia no mencione el posible aspecto nórdico de Jesús no es suficiente para impugnar lo recogido en el floppy, sino que, por el contrario, bien podría ser un intento deliberado de esconder una cuestión que en su momento fue urticante.

Por último hay que observar otro traspié de la crónica oficial: los hermanos de Jesús (Lc. 8. 19, Mt. 12. 46, Mr. 3. 31-32), obviamente hijos de la Virgen María. A menos que el Espíritu Santo se haya aficionado, visitándola asiduamente, a ella ese asunto le queda un poco grande (lo de “virgen”). Si no fue así, los nazarenos que dejaron su testimonio en el floppy habrían dudado de que el anciano José se volviera fogoso con los años. Por eso, seguramente hubieran reflexionado que la primera infidelidad es la que más duele, y que después de que el anciano José decidió digerirla, las siguientes ni lo mosquearon.

(Traducido de “L’Osservatore Parmegiano”, 25-12-10, pág. 38.)

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