¿Cuántos mafiosos ve usted en la foto: 0 - 1 - 2 - 3 - más de tres?
Tardé diecisiete días y quinientos borones en leerla. Bueno, lo de quinientos borones es una licencia poética sabinesca: habrán sido diez, o un poco más, las veces que llegó a mi casilla de correo, desde distintas procedencias, la nota de Boron “Aliados indeseables”*, y siempre fue a parar al frizer. No la leí hasta hoy porque no quería agregar otro sinsabor a aquellos días de dolor y de furia. Es que en el contexto en que fue publicada no había que ser muy perspicaz para intuir que se refería al kirchnerismo y a los burócratas sindicales peronistas: estos vendrían a ser los indeseables, las “malas compañías”. Y así fue, tal cual: cuando la leí recordé lo que le dijo la olla a la sartén: “Apártate, no me tiznes”.
Estamos para el cachetazo
Valieron la pena los días de cuarentena: hoy no me enfureció, no me dio un ataque, no rompí nada. Pero, ¡una vez más!, medité acerca de lo mal que estamos, porque esa nota hizo las delicias de los sitios alternativos de noticias, que la incluyeron en sus envíos, y de mis contactos, puesto que me fue remitida —sin objeciones— varias veces.
El eje del texto es la idea de que una vinculación estrecha del kirchnerismo con la burocracia pone en riesgo la posibilidad de que éste realice las profundas transformaciones que urgen. “Con aliados como esos no se puede ir muy lejos”, dice Boron, y uno no sabe si se trata de una ironía o es que se volvió loco. ¿“Lejos”, hacia dónde? Porque si es en la misma dirección en que los KK han estado yendo, no veo la incompatibilidad. Y dice más: que la decisión del kirchnerismo de elegir como aliado estratégico a ese desprestigiado grupo de la sociedad apunta entre otros fines a “‘ganarle la calle a la derecha’, objetivo loable si los hay”. Pero el peronismo sólo puede ganarle la calle a la derecha suplantándola por la ultraderecha, ¿o es que no hablamos del mismo país?
Un disparate sólo se puede apuntalar con más disparates
El inconveniente de los aliados elegidos por el kirchnerismo —la dirigencia gremial histórica y el PJ— es que “sirven para bien poco”, dice Boron. No sé qué tendrá él en mente, pero es seguro que no tiene nada que ver con la realidad, la cual nos muestra que esa dirigencia gremial y el PJ han servido durante 67 años para lo que fueron creados: la derrota de la clase trabajadora y la gobernabilidad dentro del sistema de explotación. Concomitantemente, la burocracia sindical y los dirigentes peronistas se han cobrado con largueza sus servicios.
Por eso es desconcertante cuando Boron acusa a los sindicalistas peronistas por “la fortuna mal habida de sus principales dirigentes —convertidos en ostentosos millonarios—”: ¿sólo ellos, dentro del peronismo —¡Boron, Boroncito, a vos te pregunto!— se han convertido en ostentosos millonarios?
Boron quiere rescatar al kirchnerismo de su reciente —según él— y peligrosa relación con los cegetistas, porque “el sendero de las profundas reformas” “no se puede transitar de la mano de tan impresentables aliados”. ¿Y por qué el gobierno no lo recorrió hasta ahora?
La verdad es otra: los distintos sectores del peronismo comparten los mismos objetivos básicos, mencionados más arriba. Entonces, por juntarse, separarse o reagruparse —como lo han hecho tantas veces— no van a modificar sus intereses históricos, sino que mediante las trenzas cada cual procura posicionarse mejor en la repartija.
Boron termina con un consejito al kirchnerismo: “No se puede transitar de la mano de tan impresentables aliados, ‘piantavotos’, como les diría Juan D. Perón”.
Y..., si Sabio Dedo lo diría... ¡palabra santa!
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