1982: se dilapidó una oportunidad
Un jueves de 1982, durante la guerra.
Con la Casa de Gobierno al fondo, una madre de la Plaza muestra el cartelito a
la cámara: "Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también"*.
Era obvio que los militares no esperaban
que un cartel de las Madres dijera "Las Malvinas son argentinas; los
desaparecidos son agentes de la subversión internacional apátrida, y bien
muertos están".
O sea,
habían obtenido para
la operación en curso el máximo
aval posible de su antagonista más notorio, cuya demanda era insoluble: solo se
podía saltar por encima de ella, y la guerra —había
calculado la Junta—proporcionaría el envión necesario.
Y hete aquí que la jugada era aprobada
justamente por quienes eran llamados a sufrirla, aquellos que, además, habrían estado
en condiciones de constituirse en un referente capaz de colocar sobre el tapete
el rechazo a la guerra.
En
esos días trágicos las
Madres pusieron en
el mismo nivel de
legitimidad la
guerra fascista y la demanda de aparición con vida de los secuestrados,
víctimas de los mismos que estaban tratando de tapar la sangre con más sangre. Por
cierto, ni siquiera era el mismo nivel, pues para los detenidos-desaparecidos
se pedía “también” un lugarcito junto a lo que se reconocía como el anhelo máximo e
indiscutible de los argentinos: la recuperación de las islas... para colocarlas
en la bolsa junto con todo el territorio continental, ya ocupado, saqueado y
avasallado.
Durante la guerra comenzó la
bancarrota política del sector mayoritario de Madres (el de Hebe) que, aunque
parezca imposible, no ha dejado de profundizarse hasta hoy.
* No se piense que pasado el tiempo
recapacitaron: 35 años después siguen exhibiendo esa foto con orgullo:
https://twitter.com/abuelasdifusion/status/848533817879146497
@juandelsur2
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