La ruptura de los mecanismos
de la razón en los oprimidos es el objetivo prioritario de los opresores
Ármate, pues, de una justa desconfianza contra
aquellos que
se oponen a los progresos de la razón, o que te insinúan que el
examen puede dañar, que la mentira es necesaria, que el error
puede ser útil.
Todo el que prohíbe el examen tiene intenciones de engañar.
D’HOLBACH
Un país que casi unánimemente le llama “mínimo no imponible” (de Ganancias) al máximo no imponible, está dando al mundo una
medida de su racionalidad.
¿Cómo podría
reconocer, en cuestiones más intrincadas, el brillo muchas veces tenue de la
verdad, si no es capaz de hacerlo respecto de una disyuntiva concreta, patente,
inmediata?
Eso puede suceder solo mediante el mecanismo
de olvidar todo lo que se sabe —incluido el propio idioma que se está usando—
al momento de elegir el término opuesto, el antagónico al que describiría la
realidad.
Este no es un fenómeno exclusivo de la
Argentina (me refiero a la irracionalidad en los discursos y en los actos),
puesto que inducirlo está en la agenda de los poderosos en un inconmovible
primer lugar desde que comprendieron que es el medio más eficaz para mantener
sometidas a las masas.
Aunque quizá, sí, la Argentina sea en política
el ejemplo más clamoroso de irracionalidad, ya que los trabajadores y los
sectores postergados ostentan el récord de llevar más de setenta y tres años apoyando al movimiento que fue creado
—en momentos de honda inquietud entre los garantes del orden explotador— con el
propósito de impedirles que accedieran a la teoría y construyeran las
organizaciones que representaran y defendieran sus intereses.
Setenta y tres años (no días, ni semanas, ni
meses: años): al “mínimo” no imponible todavía le falta un rato.
@juandelsur2
No hay comentarios:
Publicar un comentario