jueves, 26 de febrero de 2015

Apuntes sobre el libro de Darío Aranda “Tierra arrasada”


Tierra arrasada, pueblos estrujados

Con siete días de vida, un bebé tuvo, por intoxicación, su primera visita al hospital después del paso de un tractor fumigador que roció todas las casas de su calle con agrotóxicos.


Los negocios de la soja, la megaminería, las pasteras y los combustibles no convencionales afectan a una parte importante del territorio nacional. Se trata de emprendimientos de grandes empresas que se instalan en puntos estratégicos para obtener un rédito millonario, y ocasionan daños graves en la salud de los habitantes y un deterioro irreparable en el ambiente.

Las resistencias de las asambleas socioambientales, de los campesinos, de los habitantes de pueblos indígenas son reprimidas por las corporaciones, y esto muchas veces no encuentra eco en los medios: algunos, por el compromiso que puedan tener con las empresas, y otros, por su dependencia del gobierno.

La resistencia de las poblaciones campesinas en Misiones frente al avance de los monocultivos de árboles, en particular, tiene poca prensa, porque estamos más enfocados en el tema de la soja; pero las plantaciones de árboles para la industria en Misiones y en Corrientes [y en Entre Ríos, agrego] funcionan de la misma manera: tienen tan malas, o peores, consecuencias que las de soja.

El libro contiene un trabajo de archivo que, como premisa principal, demuestra el impacto del extractivismo en el medio ambiente, pero también la resistencia que se produce ante ello, y la violación de los derechos de las personas que, frente a estas corporaciones, son objeto vulnerable, y frente al Estado parece que fueran objeto invisible.



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