Gajes de un (muy serio) capitalismo
Editorial de “Sudestada” de marzo
5
de marzo de 2014
Último momento. Se habría
revelado una novedad extraordinaria: las corporaciones especulan, los
empresarios sólo se preocupan por multiplicar sus ganancias, la patria
financiera juega a los dados con la moneda para sacar ventaja, los dueños del
agronegocio pretenden seguir expandiendo sus fronteras, los saqueadores de
recursos naturales no se detienen a revisar el daño ambiental que provocan, las
multinacionales carecen de sensibilidad social y a los ambiciosos industriales
no les suena el término “equidad”.
Escuchar una y otra vez a los medios
orgánicos al proyecto de gobierno es un ejercicio tan necesario como extraño:
protestan, reclaman, se quejan. Al parecer, después de meticulosas
investigaciones de campo, han descubierto ciertos gajes de ese “capitalismo en
serio” que anhelan como máximo objetivo ideológico. Vaya sorpresa se han
llevado los punteros del aparato, que recién nomás llegaron a posiciones de
gobierno.
Claro que a la hora de explicar las razones de una devaluación que
perjudica directamente el bolsillo de los trabajadores, prefieren cambiar de
tema y denunciar enfáticamente a los formadores de precios. Todo parece
indicar que el secreto del éxito para un plan económico radica en el espíritu
solidario y asistencial de la burguesía. La contraparte necesaria para el
triunfo del brillante plan engendrado por los cráneos del modelo es que los
millones de trabajadores que han visto pulverizado su salario con la escalada
inflacionaria comprendan que ahora no se les puede exigir demasiado a los
señores patrones, ni mucho menos inquietar con exigencias desmedidas a los
empleados cumplidores de la burocracia sindical.
Es que se trata de un momento
delicado, pero todo puede solucionarse con la buena voluntad de un puñado de
especuladores y explotadores, y la comprensión paciente de millones de
explotados y oprimidos en todo el país. Nada más sencillo que apostar a la
conciliación entre estos sectores para ganarse la llave hacia un futuro
venturoso, donde la retórica alcance para cargar la Sube cada tanto y los
anuncios de campaña permitan acomodarse cómodamente en los vagones del Roca y
del Sarmiento para llegar al trabajo sano y salvo. ¿Cómo es que después de
varios siglos de capitalismo no fuimos capaces de advertir tamaña maravilla?
[...].
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