miércoles, 10 de abril de 2013

Habemus un Papa segregacionista

El Papa envió una Bendición Apostólica al CASLA y al “pueblo azulgrana”

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Si las religiones no fueran tan dañinas socialmente, y tan destructivas de la psiquis y la ética de las personas, serían chistes de inagotable comicidad. Pero no son chiste, y ahí está el problema.

Veamos: ahora se ha dado a publicidad una carta que, en su carácter de Sumo Pontífice (Pontifex Maximus, supremo puente entre los hombres y los poderes celestiales), Francisco le envió al presidente de San Lorenzo de Almagro el 20 de marzo, la cual concluye en estos términos: “...a la vez que ruego que rece Usted por mí, le imparto con afecto la Bendición Apostólica, que de corazón hago extensiva a los demás directivos, al cuerpo técnico, a los jugadores y a todo el pueblo azulgrana”.

Consideremos estos dos aspectos: Si la Bendición Apostólica (BA) significa para sus destinatarios un beneficio o gracia especial, está claro que constreñirla a algunos implica excluir a otros.

Y también: ¿el Papa tiene que hacer mucha fuerza para poder expeler una bendición? ¿Le lleva mucho tiempo, le exige mucha concentración? ¿Hay un costo económico? Este esfuerzo, esta concentración, esta demanda de tiempo y estos costos, ¿son mayores, cuanto más gente es la destinataria?

Juntemos ambas cosas: si a) la BA significa un beneficio para los destinatarios, aunque este opere solo en cuestiones religiosas, y b) la amplitud del conjunto favorecido no conlleva un esfuerzo proporcional, ¿por qué incurrir en segregación, en exclusión de algunos, sean estos muchos o pocos?

O sea, si en el ámbito de la superstición católica recibir una BA es una adquisición valiosa, ¿cómo se justifica otorgarla, en nombre de Dios, a los afines con una determinada camiseta, y negarla a todos los demás? ¿Por qué no una BA para Aldosivi, Flandria e Independiente de Avellaneda? ¿Y para Botafogo y el Dínamo de Kiev? ¿Y para los maniseros de Medellín y las maestras de Tacuarembó?

No le busque racionalidad ni justicia: es religión. Con estas cosas se hace la cabeza de millones de personas.

Que después andan pidiendo milagros.

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