“La experiencia gubernamental en curso supo poner como enunciado central la renuencia a la represión. Lo sostuvo, sustrayéndose con valentía a la airada vociferación del orden.”
El pretérito indefinido (“supo”, “sostuvo”) expresa lo ocurrido en tiempo ya totalmente pasado al momento en que se habla y cuando no puede ya volver a realizarse la acción por tratarse de una época irrevocablemente fenecida.
Los “intelectuales” de Carta Abierta, por lo tanto, avisan que este gobierno, si alguna vez fue desganado para reprimir, a partir de ahora lo hará con ganas: queda claro (aunque los escribas de Carta Abierta lo disimulen con frases rebuscadas y pomposas) que el gobierno renuncia a la renuencia: ¡se acabó la leche de la renuencia!
Aquellos ¿buenos tiempos? de la renuencia
Sin embargo, no ha habido lucha sindical que haya saltado por sobre las alambradas de la burocracia que no haya sido atacada brutalmente por las patotas que expele el gobierno, al amparo de la pasividad o con la colaboración de las “fuerzas de seguridad”, cuando ha sido necesario. Es cierto que no ha habido muchos muertos, pero es cierto también que esas luchas, que hoy tienden a multiplicarse, han tenido un carácter aislado, molecular. Y no olvidemos la enseñanza (para ellos) del Rosariazo, o del Cordobazo: una represión más dura y aparatosa, con muertos, puede tener efectos de bumerán.
Bien usada, entonces, la palabra “renuencia” por Carta Abierta: la represión ha sido puntual, quirúrgica, digamos. Pero los episodios han sido casi innumerables: la burocracia de la UTA y Suteba-CTA pueden llenar páginas ellas solas. Sin pretender agotar la lista, voy a mencionar otros:
—La patota de Uocra agrede trabajadores de la construcción en Lomas de Zamora, con varios heridos.
—Golpizas contra los delegados impuestos por el coraje de trabajadores de Coto, y traslados, cesantías y fraudes de la patronal en combinación con sectores del sindicato en varias sucursales de Capital Federal (78, 124, 151, 91, 163, 103) y en Rosario.
—Aprietes sucesivos a los trabajadores de Indugraf por parte del Ministerio de Trabajo, los empresarios y la patota sindical de la AOT, y los mismos protagonistas contra los trabajadores de Febatex.
—Aeronavegantes kirchneristas actuando en zona liberada para impedir la concreción de un fallo judicial adverso.
—La patota del sindicato de aguas gaseosas, por cuenta y orden de Coca Cola Femsa, agrede al delegado electo, quien ya había sido trasladado ilegalmente por la empresa.
—Los garrotes de Milagro Sala, de la CTA, complementan a la Infantería en la labor represiva y policial para apalear a manifestantes del Frente de Organizaciones Independientes en Jujuy.
—Una horda rejuntada por la burocracia ataca una concentración de trabajadores de Atilra en Rosario.
—Agresión combinada de Prefectura y la patota “sindical” de Cristóbal López contra los trabajadores del casino flotante hace dos años.
—Parapoliciales entran en los lugares de trabajo para quebrar la huelga de los empleados de Atento.
—Personas identificadas con la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) atacan a golpes a trabajadores del Ministerio de Economía, nucleados en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que realizaban una asamblea en el Palacio de Hacienda.
Esta operatoria, con más de sesenta y seis años de tradición en el gremialismo organizado por el partido gobernante, es a la que alude Carta Abierta cuando sostiene: “Creemos en una Argentina con esferas y agremiaciones sindicales en las que, a la vez que resuene la voz del tradicional movimiento obrero, también los nuevos movimientos puedan esbozar sus primicias, actuando con la lucidez que requiere un país sometido al ataque de fuerzas reaccionarias bien conocidas” (¿“fuerzas reaccionarias bien conocidas”? ¿Se referirá al peronismo? En ese caso, es en lo único que acuerdo).
Ni falta haría decirlo (pero igual lo haré) que la Santa Alianza patronal - sindical (burocrática) - policial se vale sistemáticamente del fraude, las prebendas, las amenazas, los traslados y las cesantías para impedir a los trabajadores la generación de espacios participativos horizontales, espacios que la Ley de Asociaciones Profesionales tuvo y tiene por objetivo bloquear.
Violencia de clase tradicional, y de la otra
El gobierno tampoco se ha privado de usar palos, gases y balazos cuando los demandantes eran porfiados y muchos: en Kraft; contra los fileteros en Mar del Plata; en Esteban Echeverría; frente al Ministerio de Acción Social, y en tantísimos otros lugares los manifestantes han aprendido que la policía no se anda con chiquitas.
Por eso la “renuncia a la renuencia” de que nos advierten los carta abierteros no es chiste. No lo dice la hermana Pelloni, sino el peronismo, que encabezó el gobierno más asesino de nuestra historia institucional —más aún que el de Yrigoyen—, y sólo superado en eso por la dictadura procesista. Pero al cual ésta le debe la doctrina de “exterminarlos uno a uno”, formulada por Perón tras el copamiento de Azul. Y, para más datos, el peronismo no ha sido ajeno a los episodios más fascistas de nuestra historia, como cuando lanzó a sus dirigentes por todo el mundo en apoyo de la canallada de los genocidas en las Malvinas. A la cual se adhirió con alma y vida la burocracia sindical cegetista, que resolvió "la inmediata movilización de los trabajadores en defensa de nuestra soberanía y en apoyo de las Fuerzas Armadas que luchan en defensa de nuestro continente".
Elefantes en la calle Florida
El oficialismo y sus mandantes han detectado en la sociedad —en la clase trabajadora, en los sumergidos— signos ominosos. Sus tinterillos se han puesto a la altura de las circunstancias, lanzándose al patrullaje político e ideológico contra el enemigo. Defienden, es claro, el interés personal: la retribución material y el honor social de que hablaba Weber.
Entonces, Feinmann tiene muchos motivo$ para escribir en Página/12 del domingo 13: “Al fin y al cabo, es cierto que hay corrupción en este Gobierno. Sólo que lo que nos espera con el horrible fascismo que está armándose es mucho, pero mucho peor”.
Dos o tres cositas: así como no es probable un relámpago en un cielo sin nubes, el fascismo no es algo que pueda suceder en cualquier coyuntura político-social. Por ejemplo, es imposible que surja de un conflicto interpatronal, como el que hasta ahora domina la escena. ¿Más clarito?: la pelea por la hegemonía entre Kirchner, Duhalde, Cobos, Pino Solanas, Carrió, Macri, Das Neves, Solá o Reutemann no va a inducir la aparición del fascismo. Ver “fascistas” en unos pulcros caballeros y damas que lo único que buenamente quieren es garantizar la explotación capitalista con la ayuda de su ideología, sus leyes y sus policías y ejércitos es ver fantasmas. Por lo tanto, lo que desvela a Feinmann no es el “horrible fascismo”, sino una horrible pesadilla de masas insurrectas. Y para esta pesadilla el peronismo tiene el antídoto, como lo demostró en el ’73-’76. Y eso fue lo más parecido al fascismo que nos ha pasado, con las limitaciones propias de nuestro desarrollo industrial y el nivel de conciencia de la clase: hasta ahí nos dio el Pinet.
Por eso la respuesta a la —falsa— preocupación de Feinmann está en la solución de aquel acertijo que preguntaba cómo se puede esconder un elefante en la calle Florida: llenando la calle Florida de elefantes. Feinmann prodiga fascistas por todos lados.
Y de ese modo cree pasar inadvertido.