miércoles, 26 de agosto de 2015

Está muy bien querer a los pichichos

 
 Pero mejor aún es respetar a los conciudadanos
 

viernes, 21 de agosto de 2015

The Voice of the Department of State homenajeó a Ana Barón


Esto pasa ahora
 
 
 
En Radio Mitre están diciendo que Ana Barón "viajaba en los aviones con el presidente de EE.UU., porque era muy respetada". 

Lo dicen como elogio.
 

sábado, 15 de agosto de 2015

Con las palabras masticamos la realidad

 
La reducción del lenguaje estrecha el campo de la visión y reduce el del pensamiento
 
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Me gusta decir que la lengua es un órgano de la visión porque cuando voy al campo yo solo, y dada mi ignorancia en asuntos relacionados con la naturaleza, apenas veo árboles, pero cuando voy con un amigo experto, además de árboles, veo acacias y chopos y pinos y fresnos y álamos y castañales y robles.
 
La reducción del lenguaje estrecha el campo de la visión y reduce el del pensamiento. Una sociedad que habla mal o que escribe mal no puede pensar bien, aunque tenga los ojos azules y mida 1,80. Digo esto porque, además del triunfo inesperado del esperanto [inglés] y de la pérdida diaria de alguna lengua, uno tiene la impresión de que del mismo modo que cada vez hay menos clases de escarabajos, cada vez se utilizan menos palabras en los idiomas que sobreviven a esta extinción desoladora.
 
Cada palabra que se cae del vocabulario, como cada lengua que se pierde, equivale a la pérdida de una pieza dental. Con esas piezas dentales que llamamos palabras masticamos la realidad para digerirla y comprenderla.
 
Los tractores que esquilmaron impunemente la Amazonía no sólo acabaron con un ecosistema, sino con multitud de lenguas a través de cuya óptica se comprendía la necesidad de mantener intacta esa reserva. Quizá deberíamos comenzar a mostrar en relación a las palabras y a los idiomas la misma preocupación que mostramos por las especies animales o vegetales.
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Lengua e incesto

JUAN JOSÉ MILLÁS
15 AGO 2015
 

miércoles, 5 de agosto de 2015

Elecciones: el regreso del "mal menor"


Contra el [llamado] “mal menor”
 
Como las cucarachas, la táctica del "mal menor" siempre reaparece. Ahora, en el enmarañado texto “Importante para tener en cuenta...”* firmado, según dice, por un abogado.
 
Tan embrollada es la argumentación que, para el incauto, deja la sensación de que lo que vota en la primera vuelta de las PASO nacionales ya determina irreversiblemente la composición de los cuerpos colegiados, sean Senado, Diputados o concejos deliberantes. No es así, por supuesto: solo resuelve qué lista —si en las PASO presentó más de una— llevará cada partido en la boleta electoral de octubre.
 
Y, aunque la elección del 9/8 fuera definitiva en el sentido que insinúa el “abogado”, ello no significaría que los votos se pierdan si no van a los partidos que supuestamente llegarán al balotaje presidencial, porque las bancas se asignan por representación proporcional y no las obtienen solo los que no superan un piso mínimo de votos.
 
Por lo tanto, la nota de referencia expone el sistema electoral en forma errónea o deliberadamente confusa, pero lo que es aún más necesario refutar es el mandato del final (al cual apunta toda la fundamentación previa): «Creo que es necesario elegir “el mal menor”».
 
Digámoslo claro y de una buena vez: nos pide que elijamos —que avalemos— algo que nos va a causar un daño. Que nos hagamos cómplices de ese estrago, que nos autolesionemos.
 
—¡Eh, eh, no es para tanto, es tratar de no perder el voto! —se oye decir a los vivarachos que después de años de no perder el voto gracias al “mal menor”, están acabando con el país, con sus instituciones, con su ética, con su hábitat.
 
Esto es política de vencidos, de resignados (y, ¿por qué no?, de cómplices vergonzantes); de los que no osan luchar por el bien con todas las letras, los que no tienen coraje para crear, alimentar e imponer alternativas buenas y nuevas, y oponerlas a las viejas, conformistas y claudicantes.
 
El “mal menor” es, cada vez, peor que la vez anterior. Pero eso apenas se nota, como no lo notan las ranas en la olla puesta a hervir, porque es gradual.

“El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si esta ya existiese, a reforzarla.” [Gramsci, Quaderno, 16 (XXII)]
 
¡Rechacemos, hoy y siempre, la trampa del “mal menor”!