lunes, 25 de marzo de 2013

Los cantitos de la Plaza


Memoria.

A los que marchamos por las nuestras desde hace treinta años en demanda de justicia por las violaciones a los derechos humanos cometidas por el poder desde principios de los años ’70, no deja de sorprendernos, pese a que data de varios años, el nuevo decorado de ómnibus y combis que atiborran los alrededores de este mismo tipo de actos cuando los organiza el kirchnerismo.

Igualmente habitual es la aparición y desaparición de amores y desamores en el relato oficialista, al compás de intereses políticos coyunturales. Por ejemplo, ayer, eso se percibió en el estruendoso silencio sobre el papel de la Iglesia y del actual papa durante los años de plomo, silencio unánime, tanto en lo que se emitía desde el escenario, como en los cánticos del público durante el acto K.

También es repetida la pretensión totalitaria de impedir el acceso a la Plaza de los que no comulgan con ese flexible relato oficial: ayer, nuevamente, tomó un sesgo violento que solo la prudencia de los organizadores del acto del EMVJ evitó que llegara a mayores.

Lo que no querían padecer los kirchneristas son verdades incómodas como estas:

Olé olé, olé olá:
Mirá, Cristina, qué “popular”:
es el gobierno 
con más presos por luchar.

Este gobierno espía a trabajadores
para meter en cana a los luchadores.
A treinta y siete años vamo’ a la Plaza
para pedir perpetua para Pedraza.

Ya pasaron treinta años,
y se dice “¡nunca más!”,
pero el compañero López
no se sabe dónde está.

Qué pasa, qué pasa,
qué pasa, joven K,
que hay desaparecidos
en el gobierno “popular”.

Como contrapartida de los silencios del acto oficial, cuando las columnas de la marcha del EMVJ pasaban frente a la Catedral demostraban con estos estribillos que la amnesia no es un mal generalizado:

¡Ustedes se callaron
cuando se los llevaron!

¡Iglesia, basura,
vos sos la dictadura!

 

miércoles, 20 de marzo de 2013

Bergoglio no dijo "¡ESTO, NO!" Dijo "estos, no".


 «“Estos curas no andan en nada raro”, le dije a Massera.»

Eso dice Bergoglio en una grabación pasada por la radio en estos días. Las personas simples, las que son una hoja llevada por el viento, oyen esa declaración y la entienden literalmente: “Le dijo a Massera que los largara, que no andaban en nada raro. Intercedió por ellos, les salvó la vida”.

Pero el más elemental análisis indica que:

1) Le habló a Massera desde su mismo lado: “Te aseguro que estos curas no son subversivos, posta”;
2) ¿Qué sería “andar en algo raro”? Bergoglio no tiene que explicarlo; para él y para Massera es lo mismo: querer transformar la sociedad, ser un agitador, tener una ideología revolucionaria y/o haber tomado las armas o colaborar con una organización guerrillera;
3) Si anduvieran en “algo raro”... ¡ah, entonces no habría venido a pedir por ellos (y solo por ellos): en tal caso sí se los puede secuestrar, torturar, asesinar y hacer desaparecer sus restos!

Bergoglio no les dijo a la Iglesia, a los argentinos y al mundo “¡Esto, no!”. Le dijo reservadamente a Massera “estos, no”: pero porque son pichis, perejiles. Son “sanos”, como decían ellos en esos años refiriéndose a los opositores inocuos.

Por supuesto, estas puntualizaciones tienen que ver con la verdad acerca del “amigo de los pobres” que ha sido ungido papa. Pero no solo con él, sino con casi toda la Iglesia y con la mayoría de la sociedad argentina, que también dejaron hacer y dejaron pasar.

Esa misma mayoría que recurrentemente entona el coro de que debemos dejar de escarbar en el pasado y solo mirar hacia el futuro. Por algo será que lo dicen.

¡Claro que podemos y debemos avanzar hacia el futuro! Pero no llevando una pesada mentira a nuestras espaldas.
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martes, 19 de marzo de 2013

La excepción y la regla


Al pobre Omar Lavieri no le da la cabeza. No por la nota que firma hoy en “Clarín”  *, sino porque sus traspiés son habituales y, como en este caso, lo que argumenta suele ser un bumerán que termina por pegarle en los dientes.
En el texto al que hago referencia, cuya lectura recomiendo, trata de mantener a flote la reputación de Bergoglio acerca de su actuación durante la dictadura, y no logra sino arrojarle un salvavidas de plomo.
En uno de los párrafos se refiere Lavieri a una declaración del hoy papa en el juicio por los crímenes cometidos en la ESMA:

“[...] Bergoglio asegura que se reunió por separado en dos oportunidades con el dictador Jorge Videla y con Emilio Massera —jefe de la Marina— para interceder por los dos sacerdotes jesuitas que estaban detenidos. Los curas Jalics y Yorio fueron liberados luego de cinco meses de haber padecido la tortura en la ESMA”.

Lo que hizo Bergoglio como gestión individual y reservada, por dos curas a quienes conocía, pone de relieve lo que no hizo por decenas de miles de víctimas de la represión.
Hay un aforismo del derecho romano que lo expresa con claridad: Exceptio probat regulam**. En castellano, “la excepción confirma la regla”. ¿Cómo debe entenderse, en el plano jurídico en el cual es válido? Un ejemplo: un hombre le dice a otro que lo va a desalojar, porque le debe los alquileres de todo el año pasado, y el inquilino le contesta “no es cierto, porque enero y febrero se los pagué”. Esa respuesta da por confirmado el reclamo en general —la regla—, salvo respecto de las excepciones expresamente argüidas.
Volviendo al caso Bergoglio: se le imputa no haber hecho nada para oponerse a los crímenes de la dictadura. Lavieri (y otros) replican: ¡No es cierto! ¡Le demandó a Massera la aparición de dos curas secuestrados, y obtuvo su liberación!
Todo dicho.
O casi todo. Porque en el último párrafo Lavieri mete otra vez las de andar. Recuerda que Bergoglio, ante las amenazas que se cernían sobre los sacerdotes que activaban en las villas, les pidió a los luego secuestrados que “tomaran recaudos” para no dar margen a las “críticas” (léase, los crímenes) de los amenazadores.
No se impuso movilizar a la Iglesia para denunciar esas amenazas y derrotarlas, sino que aconsejó la rendición a sus alborotadores subordinados.
¡Buen chico!

* http://www.clarin.com/mundo/Exclusivo-Bergoglio-Yorio-Jalics-Massera_0_885511673.html
** Exceptio probat regulam” es la versión abreviada. Completa, reza así: Exceptio probat regulam in casibus no exceptis”.
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jueves, 14 de marzo de 2013

¿Por qué Bergoglio?


Cómo invertir rentablemente un papa

En el cónclave de cardenales se plantearon: Tenemos un papa para invertir, ¿dónde nos rendiría más? Echaron cuentas y dijeron: ¡en Latinoamérica!

Dado que la Iglesia no da puntada sin nudo, me preocupa que haya puesto sus ojos en Latinoamérica. Porque así hay que entender la elección de Bergoglio, independientemente de sus condiciones personales. Nada bueno puede salir de eso, y hay que estar alerta.
Un comentarista radial decía ayer, hablando de este tema, que la Iglesia a la cual el argentino llega como papa ha ido perdiendo durante siglos su poder terrenal hasta verlo reducido al mínimo.
Si la Iglesia ha perdido su poder terrenal, ¿sobre qué ejerce su influencia? ¿Sobre los cielos? ¿Sobre ángeles, potestades y querubines?
No.
Aunque la Iglesia se ocupara solamente de la vida eterna lo haría señalando lo que tenemos que hacer (y no hacer) acá abajo para alcanzarla. Claro que no se limita solo a la vida eterna: la Iglesia es una organización política.
Jamás, por ejemplo, les dirá a los sometidos que se rebelen, que den vuelta la tortilla. Que hagan saltar el sistema de privilegio y explotación. (¡Y, mucho menos, el camino eficaz para lograrlo!)
En cambio, vendrá a consolarnos. Dirá que de los pobres y hambrientos será el Reino de Dios.
¿Por qué Bergoglio, entonces? O, mejor: ¿por qué un papa latinoamericano?
Pero antes de seguir adelante es necesario poner a Bergoglio a salvo de la acusación de que durante la dictadura —al precio de su vida o su libertad— se haya encadenado a las verjas de la Pirámide y haya denunciado a gritos los secuestros, torturas y asesinatos que se producían. Puede ser que, individual y discretamente, haya ayudado a este o aquel, pero nunca tomó una actitud pública, política —ni siquiera caminó con las Madres en la Plaza— que se convirtiera en estorbo a los planes de eliminación masiva de una generación de militantes. Para explicarlo con tres palabras esclarecedoras: Bergoglio es peronista.

Qué busca la Iglesia


Volvamos al papa electo. Empecemos, por ejemplo, por su edad: 76 años. El cardenalato no quiere un papado para veinte años, ¡si nadie sabe lo que va a pasar dentro de cinco (ni de uno)!
Cada papa tiene una misión definida. Wojtila, un peso pesado en óptimas condiciones físicas (58 años cuando fue consagrado), debía realizar una tarea estratégica y de largo aliento: desestabilizar a los países estalinistas. Ahora, para operar sobre la coyuntura, se necesita algo más descartable.
¿Y cuál es la coyuntura?
Echemos, esquemáticamente, una mirada al globo.
África no interesa, así estuviera ardiendo. Es marginal.
En Asia los sometidos están muy ocupados en comprar motocicletas y plasmas y en ajustarse la soga al cuello.
En América del Norte —exceptuado México, que incluimos en Latinoamérica— y en Australasia no hay condiciones objetivas, ni mucho menos subjetivas, para que el sistema peligre.
El Cercano Oriente y Oriente Medio son un conjunto de altísima revulsividad... pero la influencia de la Iglesia Católica es mínima allí.
Quedan Europa y Latinoamérica. En Europa coexisten países con una crisis brutal del sistema —España, Portugal, Italia, Grecia— con otros que hasta ahora la van cuerpeando. Pero en los primeros la protesta la acaudilla la clase media que, ¡vivísima!, lo hace mayormente levantando la consigna “que se vayan todos”, con el resultado previsible: no hay riesgo a la vista. No tomaron ejemplo de Islandia, donde no dijeron QSVT, sino “¡Acá venimos nosotros!”, y se hicieron con buena parte de los resortes del poder.
Pero en Europa, la Iglesia, para llevar a cabo una política activa de apaciguamiento, tiene un problema. Wojtila pudo operar claramente como opositor en Polonia —y emplearla como ariete contra el bloque de países del Este—, utilizando como impulsor el descontento de los polacos, como herramienta ideológica la religión y como estructura política los sindicatos de Walesa. Pero un papa de Europa meridional no querría, por supuesto, desestabilizar a los gobiernos capitalistas de los países del Mediterráneo, pero tampoco podría actuar como amortiguador de los reclamos populares sin ser identificado rápidamente, por razones de proximidad, como parte interesada.
Es, pues, en Latinoamérica, con pueblos proclives a la lucha, y direcciones políticas y gobiernos determinados a centrear, donde la designación de un papa de estas tierras promete resultados más rentables si actúa —a distancia— un papel aparentemente razonable y justo, pero apoyando siempre lo que conduzca a la desmovilización y al desconcierto ideológico de las masas.
Es la hora de un papa latinoamericano. Pero, eso sí: Bergoglio tiene que estar a la altura de lo que esperan los que lo han elegido.
Juan Pablo I no entendió el juego, y duró 33 días.

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