Jesús Mosterín (catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona) escribe en “El País” una nota —El triunfo de la compasión*— en favor de la supresión de las corridas de toros, postura que comparto. Para ello despliega argumentos buenos, dudosos, y uno muy cuestionable, viniendo de quien viene: un catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona.
Es éste:
[...] Los defensores de la tauromaquia siempre repiten los mismos argumentos a favor de la crueldad; si se tomaran en serio, justificarían también la tortura de los seres humanos. Ya sé que los toros no son lo mismo que los hombres, pero la corrección lógica de las argumentaciones depende exclusivamente de su forma, no de su contenido. En eso consiste el carácter formal de la lógica. Si aceptamos un argumento como correcto, tenemos que aceptar como igualmente correcto cualquier otro que tenga la misma forma lógica, aunque ambos traten de cosas muy diferentes. A la inversa, si rechazamos un argumento por incorrecto, también debemos rechazar cualquier otro con la misma forma. Incluso escritores insignes como Fernando Savater y Mario Vargas Llosa, en sus recientes apologías de la tauromaquia publicadas en este diario, no han logrado formular un solo argumento que se tenga en pie, pues aceptan y rechazan a la vez razonamientos con idéntica forma lógica por el mero hecho de que sus conclusiones se refieran en un caso a toros y en otro a seres humanos.
(Los destacados me pertenecen.)
Nótese que todo el párrafo se refiere al aspecto formal de la lógica, pero al final Jesús Mosterín (catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona) realiza la prestidigitación de que la imputación a sus contradictores es en función del rechazo por parte de ellos del aspecto material, el contenido de las conclusiones.
Consideremos el siguiente silogismo:
Matar y comer animales es lícito;
el hombre es un animal;
matar y comer hombres es lícito.
Está perfectamente justificado aprobarlo desde el punto de vista de su corrección formal, así como también rechazar sus conclusiones —que, como se ve, no se pueden desdeñar alegremente como "mero hecho"—, porque el contenido de las premisas es pasible de exámenes más finos, que escapan a la simplicidad de esa estructura lógica.
No tengo la prueba a mano, pero apuesto a que los defensores de la tauromaquia no han rechazado por su corrección lógica (así, literalmente) razonamientos en contra de las corridas de toros, a la vez que aceptaron otros de similar forma lógica si estaban en favor de ellas. Y también estoy seguro de que ni Savater ni Vargas Llosa han incurrido en esa torpeza, puesto que sin duda son más inteligentes (no hablo de honestidad ni de humanidad) que Jesús Mosterín (catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona).
Siempre, sin excepción, sostengo que lo importante es ir por el mundo con un sistema de ideas coherente que sirva para comprender la realidad y actuar sobre ella con el resultado apetecido. Insisto: es mejor tener un cuchillo que corte, aunque a veces nos lastimemos un dedo, que tener uno que no corte, para evitarnos esos problemas. Ejemplifico la insistencia en un orden que está siempre en el candelero: aunque haya curas y monjas “buenos”, aunque organicen comedores para darles de comer a cincuenta pibes, aunque conforten a los desesperados y a los postrados, ellos en conjunto, el pensamiento mágico que sustentan, las esperanzas de ventura extraterrena y la estructura de poder temporal de la Iglesia están al servicio de la injusticia y la explotación y son en gran parte los causantes del hambre, no de los cincuenta pibes, sino de todos los hambrientos. Recontrainsisto: es preferible tener un cerebro estructurado coherentemente, aunque a veces derrape, que tener una opinión correcta sobre la tauromaquia fundamentada de un modo que destruye el instrumento lógico, como pretende Jesús Mosterín (¡catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona!).
*http://www.elpais.com/articulo/opinion/triunfo/compasion/elpepuopi/20100509elpepiopi_11/Tes)
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